La Cita
¿Realmente era yo?
No estaba segura de eso. Quizás Rosalie hubiera cambiado mi espejo por un cuadro de un gran artista, su madre podría haberlo enviado como obsequio. Porque realmente la que se veía en el reflejo no era yo.
El rostro de esta mujer se veía hermoso, como si hubiera sido perfeccionado por las manos del mejor de los escultures sobre el planeta. La piel parecía frágil, quebradiza; las mejillas estaban un poco sonrojadas, un tono tan natural a pesar de ser rubor; las pestañas parecían postizas, pero eran totalmente naturales, estaban rizadas y oscuras, espesas; el delineado en tono plata resaltaba sobre la sombra negra, enmarcando los ojos color chocolate; los labios, teñidos de un suave color rojo, y con una capa de brillo, eran atrayentes.
Su cuerpo era cubierto por una falda de mezclilla unos ocho dedos sobre la rodilla, la blusa era ajustada y negra, con botones al frente y manga dos cuartos -sobre el codo- con algunos adornos de pedrería en la espalda y sobre la estrecha cintura; su busto parecía más proporcionado, y su parte trasera bien definida. Podías notar cada curva puesta en su sitio, y eso era algo que yo no poseía. Las piernas se veían largas y blancas, luciendo en los pies unas botas negras de tacón delgado.
El cabello castaño caía suelto por su espalda, en ondas definidas, y parecía suave al tocarlo. Quería enredar mis dedos en él y sentir si era tan suave como aparentaba.
No pude evitar acercarme y tocar el espejo con los dedos varios segundos, notando como el reflejo imitaba a la perfección cada uno de mis movimientos. Y ahí ya no me quedó duda alguna: esa chica era yo.
-Te ves hermosa, Bella.- pronunció Emmett, y no pude evitar mirarlo. Sus ojos me sometían a un ligero escrutinio, pero me sentía indefensa ante el calor de su mirada. Sonreí, y miré a Jasper, intentando calmar el nerviosismo creciente en mi interior. Eso no ayudó mucho…
Jasper me sonrió suavemente, y le devolví el gesto. Pero podía sentir sus ojos en mi espalda, recorriendo mi cuerpo de forma un poco descarada. Sabía que estaban sorprendidos, tanto -o más- que yo, pero no podía dejar de sentirme como una muñeca de exhibición; una escultura; un maniquí.
-No puedo creerlo…- susurré aún contemplándome en el espejo. -¿Realmente soy yo?- Rosalie se rió suavemente, alegre, musical. No estaba enfadada, y yo no estaba gritando que me desmaquillaran, algo extraño para todos. Me sentía…atractiva por primera vez en mucho tiempo, pero sabía que el encantamiento no duraría para siempre. Era como cenicienta, me iría a las seis de la tarde y para las diez de la noche, volvería a ser calabaza.
-¿Cuántas veces te lo hemos dicho Bella?- susurró Alice, parándose tras mi espalda. Acomodó un poco mi cabello y me regaló una sonrisa. -Eres hermosa, no debes dudarlo.- sentía algunas lágrimas agolparse en mis ojos, pero no podía derramarlas, no después de todo el trabajo que les había tomado a mis amigas hacer esto.
-Una foto, chicas- dijo Emmett y de la nada sacó una cámara digital de su espalda, como en esos animes donde siempre aparece lo que necesitas en el momento justo, aunque se parecía a la vaca que pasa volando durante un huracán, que mientras tu intentas huir ella pasa haciendo "muuu". Puse mi mejor sonrisa y abracé a mis amigas, pero ahí no terminó la sesión fotográfica. Pronto nos retratamos todos, de todas las formas y con todo lo que pudimos. Nos tomamos más de cien fotos en menos de media hora.
A las seis en punto sonó el timbre, y todos bajamos las escaleras. Las chicas y yo nos sentamos "casualmente" en la sala, como si no hubiera estado esperando a mi "cita". Emmett venía saliendo de la cocina con un bol de palomitas y unas bebidas, y Jasper se dirigió a la puerta.
Mike estaba de pie ante ella, sosteniendo en sus manos una rosa blanca. Llevaba su típico cabello peinado con gel, unos jeans azules y una camisa roja. No lucía tan mal, pero cuando me vio se quedó congelado y con los ojos abiertos como platos. Igual que todos…
-Hola, Mike.- saludé educadamente, mientras me levantaba y caminaba hacia él.
-Oh, Bella, te ves…wow…- Alice soltó una risita, y yo solo sonreí, intentando ocultar la risa que comenzaba a inundar mi pecho. Salimos pronto de casa, todos prometieron esperarme ahí viendo algunos videos o usando la computadora, si necesitaba volver antes de lo previsto, podía llamarlos y alguien pasaría por mí. Esperaba no necesitar de este recurso.
El coche de Mike estaba estacionado junto al de los gemelos, y la comparación era un pecado. El flamante auto rojo opacaba completamente al desgastado auto azul del hijo mayor de los Newton. Sonreí como boba mientras me subía al auto.
Fuimos al cine primero, como era de esperarse, vimos una comedia romántica carente de emoción y de novedades. Me reí varias veces, más por las reacciones de la gente que por la película. Mike se la pasó observándome, y me sentía realmente incómoda ante esa mirada lujuriosa; aunque no era el único que lo hacía. Había notado que más de un chico me había visto esa noche, y muchos habían intentado coquetear conmigo, por primera vez en mis diecisiete años de vida me sentí deseada, me sentí como una verdadera mujer.
Volvimos al auto al terminarse la función, yo había ido antes al tocador, para llamar a Alice y decirle que todo estaba en orden. Se había sentido muy aliviada al saber que había soportado dos horas con Newton y seguían con el maquillaje intacto, al igual que vestida. Tendría que reprocharle eso tan pronto volviera a casa.
En el camino casi no hablamos, tenía entendido que me llevaría a un restaurante no muy costoso -petición mía, por supuesto- y después a casa. Yo no era el tipo de chicas que terminan en cuartos de hotel o en la casa de sus "citas" y mucho menos durante la primera. Estaba divagando un poco sobre los planes para en día siguiente, pues debía preparar mis maletas tan pronto llegara a casa.
-¿Está bien este lugar, Bella?- me preguntó Mike, aparcando frente a un restaurante a las afueras de la ciudad. El lugar era hermoso, y a pesar de verse como una pequeña cafetería, a mis ojos era el sitio perfecto para ir a cenar con tu pareja.
-Es...perfecto, Mike.- dije bajando del coche antes que él, deteniéndome a mitad del camino para girar en mi sitio y contemplar todo con suma atención.
El suelo estaba cubierto por césped verde, algunos árboles en las orillas y rosales rojos por doquier. El lugar se veía elegante, aunque no era nada exagerado, pero no por eso menos romántico o espectacular. El hombre que nos recibió era muy cordial y desde el principio nos dio un trato distinguido, quizás por eso del resplandor del primer amor, aunque nosotros no fuéramos novios. Nos guió a una mesa en el exterior, donde todo era aún más hermoso.
Había una gran fuente en el centro del jardín, rodeada de luces que se reflejaban como arcoiris en las gotas de agua. Había más rosales, rojos y blancos, y algunas flores distintas: tulipanes, claveles, margaritas, entre otras. Había varias parejas degustando platillos de buen ver. Y pronto estuvimos sentados uno frente al otro contemplando en menú.
Me prometí pasarla bien el resto de la velada y no echarle a perder la oportunidad a Mike, debía darle el gusto por una vez en la vida. También debía recordar traer un día a los chicos a este lugar, sería perfecto para que ellos se pusieran de novios y celebraran sus aniversarios aquí. Nada costoso ni aparatoso, pero sumergido en un ambiente tan cálido y acogedor como solía gustarnos.
-La he pasado muy bien, Mike.- le dije mientras cenábamos, pues ambos nos habíamos sumergido en un incómodo silencio. -Gracias.- vi su rostro iluminarse y en sus labios se pintó una sonrisa. Estaba realmente feliz por mis palabras, y aunque a muchos les costara creerlo -o les pareciera imposible- realmente estaba disfrutando la velada.
A partir de ese momento comenzamos a hablar de distintas cosas: nuestros gustos, amigos, compañeros, la escuela, el verano, planes para el futuro, películas, música, libros…
Y realmente la plática era entretenida. Mike no era tan tonto como aparentaba o como había escuchado correr el rumor por ahí. Conocía sobre los temas que le hablaba, y cuando no estaba seguro de algo o no se encontraba informado no decía nada, no como esos hombres que comienzan a hablar tonterías que ni siquiera se relacionan con el tema.
Escuché sus elogios varias veces, convenciéndome de lo hermosa que me veía esa noche y lo agradable que le resultaba mi compañía. Se estaba comportando como todo un perfecto caballero, aunque no era el tipo de chico para mí.
Después de la cena nos dirigimos a casa, completa y totalmente alegres de haber disfrutado la tarde y de que todo hubiera terminado ya. Estaba cansada y aun tenía muchas cosas que hacer, pero mi consciencia estaba tranquila y sentía que Mike y yo podríamos ser muy buenos amigos de ahora en adelante. Ya no correría a ocultarme en los baños de chicas al verlo, y si me proponía salir de nuevo, no iba a negarme.
Él no era mi hombre ideal ni mi príncipe azul. Pero podía ser lindo convivir con él de vez en cuando y salir en plan amigos. Alguien con quien conversar en las reuniones, trabajar en los proyectos escolares, bailar en algunas fiestas o salir a cenar tranquilamente en las afueras. Mike Newton había resultado mejor de lo que esperaba. Con razón Jessica Stanley llevaba tanto tiempo enamorada de él.
El coche de Mike aparcó frente a mi casa, y antes que terminara de desabrocharme el cinturón, él ya estaba de mi lado sosteniendo la puerta abierta y ofreciéndome su mano. La acepté gustosa, y al levantarme del asiento pude notar los ojos curiosos de Alice en la ventana. Le guiñe un ojo y pronto volvió a cerrar las cortinas.
Mike me acompañó hasta la puerta y ahí nos detuvimos, inseguros de qué hacer. Sabía que se acostumbraba despedir a tu pareja con un beso en los labios, pero no estaba segura si deseaba cometer ese error.
Sentí los dedos de Mike recorrer mi mejilla lentamente y suspiré suavemente, su rostro se acercó al mío y sus labios atraparon los míos en un beso suave. Y no era tan malo, considerando que no besaba a nadie desde que había roto con mi novio. Bueno, solo a Jasper o Emmett en algún reto -y pocas veces pasaba- y sentía como si fuera la primera vez.
Nos separamos pasados unos segundos y podía sentir mis mejillas arder.
-Bella, quería…- comenzó a hablar Mike, pero prediciendo lo que me diría, decidí cortarlo.
-Mike, yo…no creo que tengamos química para ser algo más que amigos…- lo vi sonreír de forma pícara.
-Podemos ser pareja, Bella.- dijo él, aunque podía jurar ver sus ojos brillar con malicia. -Pero tienes razón…-reconoció por fin. -No estamos hechos el uno para el otro, y yo estoy buscando una chica para mantener una relación formal. Lo mejor será que seamos solo amigos.- remarcó la palabra amigos con cierta diversión.
¡Un momento! Que alguien detenga la cinta y me explique si lo que escucho está bien. ¿Mike -el pegoste- Newton me estaba rechazando a mí Isabella -Bella- Swan? Me quedé en blanco y lo sentí alejarse de mí.
-Aun así, Bella.- habló de nuevo. -Puedes contar conmigo para lo que quieras, y bueno, siempre tendrás derecho a roce.- besó mi mejilla y comenzó a caminar rumbo a su auto. Yo no dije nada, y permanecí varios minutos -después de que se fue- de pie frente a la puerta.
¡Me había rechazado!
No deseaba que fuera de otra manera, pero ¿cómo se atrevía a rechazarme?
¡Olviden todo lo que dije de Mike Newton antes!
¡Es un completo y total idiota! No quiero volver a salir con él en toda mi vida… y miren que ofrecerme derecho a roce…
Sentía la frente palpitarme ante la furia. Todo el poder que había sentido al salir de casa se había esfumado por arte de magia. Ahora debía entrar a mi hogar y decirles a mis amigos que el imbécil de Newton me había mandado a volar.
Metí la llave en la chapa y la giré lentamente. Entré con pasos silenciosos, aun consciente de que todos me esperaban, y me dirigí rumbo a la sala. Cuatro pares de ojos curiosos me observaban con una chispa de intuición brillando en ellos. Y de pronto, me sentí nerviosa y muy molesta a la vez.
Emmett sonrió ante mi rostro, me pregunté que veía en él.
-Bella, querida, si no dejas de fruncir el ceño de esa manera, esa arruga se marcará.- comentó Rosalie entre preocupada, autoritaria y divertida, en cierto sentido me recordaba a mi madre. Suavicé la expresión un poco, pero seguía molesta.
-¿Qué ha ido mal, Bella?- me preguntó Jasper, mientras me rodeaba los hombros con su brazo y me guiaba al asiento individual de mi sala, sentándome sobre su regazo. -Cuando llegaste te veías muy feliz…- bufé exasperada.
-Todo fue bien, hasta que llegamos a la puerta.- dije con algo de furia. Escuché a Emmett estallar en carcajadas, y por poco me caigo del regazo de Jasper por el susto.
-Él te ha besado.- alcanzó a pronunciar mi amigo -el grandulón- entre carcajadas. Mis mejillas se tiñeron de rojo, al tiempo que Jasper comenzaba a temblar levemente y las chicas me bombardeaban con preguntas extrañas.
-¡Besa bien!- grité frustrada después de diez minutos de preguntas e interrupciones. -Pero dijo que quería una relación seria y que mejor fuéramos amigos…-
Nadie dijo nada, por lo que tuve que volver a hablar:
-Me ofreció derecho a roce.- escondí mi rostro en el pecho de Jasper, totalmente avergonzada. El silencio reinó y comenzaba a sentirme incómoda, muy, muy incómoda.
-¡Mike Newton te rechazó!- gritó Emmett, para luego estallar en carcajadas, al igual que el resto. Y lo peor del caso, es que yo también me reí, y reí con tanta fuerza que lágrimas comenzaron a bajar por mi rostro.
Después de más de dos años de haber estado ocultándome de Mike y sus invitaciones a salir, por fin había aceptado y me lo había logrado sacar de encima. De haber sabido que esto pasaría, lo hubiera hecho hace mucho…
Pero pronto esas risas se convirtieron en sollozos, y sentía los dedos de Jazz recorrer mi espalda, tratando de apaciguarlos. ¿Qué no me estaba riendo hace un momento? Pero si Mike Newton me había mandado a volar, él, quien siempre había estado detrás de mí, me había rechazado, ¿quién realmente iba a aceptarme? No sé cuanto tiempo lloré, ni cuantas voces intentaron tranquilizarme, pero cuando me detuve me sentí mucho mejor.
Alice y Rose me acompañaron a preparar mis cosas para el viaje a la playa, parlotearon todo el tiempo, pero no presté atención. Mi mente repetía una y mil veces la misma pregunta:
¿Había alguien, ahí afuera, para mí?
Una vez todos se fueron y me hube puesto mi pijama, me metí en la cama. Pronto caí dormida en un profundo sueño, donde todo era negro, pero a la lejanía notaba el resplandor de unas esmeraldas…unos ojos verdes me observaban desde las sombras, y ahí lo entendí…
Mi príncipe azul tendría unos preciosos ojos verdes…
Esperaba encontrarlo pronto…y que yo fuera su princesa…
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