3 de julio de 2010

Cruz de Navajas: Capítulo VII

Complot

Habían pasado veinticuatro horas desde que tuvo aquella visión, la misma que le había dado aviso sobre un nuevo peligro. Victoria estaba a su lado, se encontraba sentada en el sofá, y miraba de forma distraída el televisor. Isabella fingía hacer lo mismo, pero le resultaba imposible no pensar en lo que se avecinaba. Estaba tan al pendiente de cualquier alteración que pudiera cambiar sus planes, que ahora sus sentidos estaban en alerta.

Los segundos pasaban con una velocidad vertiginosa en esos momentos, como si el tiempo se pusiera en su contra. No tenía seguridad sobre poder acabar con todos y no levantar sospecha en los habitantes del pueblo o alterar a los Cullen debido a la lucha, y peor aún, ¿cómo podría estar en tres lugares a la vez?

Forks, Por Angeles y Seattle, debía estar en las tres partes, actuar en cada una y hacerlo con discreción. ¿Era eso posible? Debía serlo, ella era distinta, podría lograrlo. Solo debía usar alguno de sus "dones" y todo saldría bien. Podía paralizar al enemigo, o quizás si los privaba de todo sentido sería más sencillo, pero y... ¿si alguien se acercaba?

Si la enana de negros cabellos veía algo relacionado con los neonatos antes que apareciera, ¿y qué si ya había visto algo? Iban a interferir y sus dones se verían inútiles, pues no cabía en sí la posibilidad de aniquilar a algún miembro de aquél clan de vampiros vegetarianos. ¿Qué pensaría Aro si lo hacía?

No es que realmente le preocupara eso, podía arreglárselas para obtener su perdón, o podía amenazarlo con marcharse, eso siempre funcionaba, pero... ¿estaba dispuesta a decepcionar de tal modo a su maestro? No, no lo estaba.

Marco le dedicaría una profunda mirada de reprobación cuando narrara la forma en que acabó con la existencia de su amigo Carlisle, o cualquier otro vampiro cercano a él.

-Isabella.- el tono gutural de Victoria la devolvió a la realidad. -"No puedo creer que deba quedarme con ella."

"No podrías marcharte aunque lo intentaras, por lo menos no con vida". Isabella giró el rostro hasta mirar los ojos brillantes de su compañera. -¿Qué ocurre, Victoria?-

"¿Qué más puede ocurrir?" El tono sarcástico en los pensamientos de Victoria le dio ganas de reír, pero dejó que la cortina de desinterés siguiera cubriendo su rostro.

-Puedes ir de caza, pero no en los alrededores.- sentenció con voz monótona. Victoria no dijo nada, pero se puso de pie y salió por la puerta.

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-¿Qué pasa si no quiere volver?- preguntó Alec a su hermana.

-No lo sé -respondió Jane-, y tampoco me importa.-

-Jane, querida, no entiendo ese odio por Isabella.- Aro flotó hasta donde se encontraba la hermosa criatura y le sonrió.

-Disculpe, amo Aro.- el vampiro curvó aún más los labios y estudió con habilidad los pensamientos de su fiel compañera.

-No seas tonta, querida.- le habló de nuevo. -No dudo del regreso de mi bella niña.-

-¿Cómo puede estar tan seguro?- cuestionó Alec con curiosidad. -Ella es inmune a todos nuestros dones, y es capaz de usarlos en nuestra contra, y lo sabe. Puede arrebatarnos todo en un instante.-

-Tranquilo, Alec, ella no se atrevería.- la voz de Cayo disipó algunas dudas en el inmortal, pero no todas.

-Hermano, no debes precipitarte, Alec tiene razón en algo.- Aro se movió hasta quedar frente a otro vampiro y tomó su mano entre las suyas. -Puede ser.- dijo.

-¿Qué ocurre, amo Aro?- cuestionó Jane con cierto interés.

-Isabella podría adaptarse a esa vida.- la respuesta no dejó satisfecha a la pequeña del todo.

-No.- intervino la recién llegada. -Ella no es capaz de hacer algo como eso.- sus ojos violetas se dirigieron al infante de asombroso don. -Se equivocan todos al dudar de ella.-

-Heidi, querida, no desesperes.- Aro hizo un gesto con la mano, quitándole importancia al asunto. -Ustedes irán pronto a verificar todo, no seamos impacientes.-

"Sé que miento. Ella no volverá por si misma, lo entendí la última vez." 

Heidi estaba convencida de un hecho como ese. Sabía que Isa... Bella no iba a regresar, no sin que la obligaran. Desde el momento en que la vampira había dejado Volterra, todo había sido pactado. Bella se quedaría en Forks por un tiempo mayor del estimado, y estaba cien por ciento segura que eso se relacionaba con los Cullen. ¿Qué si ella deseaba cambiar su forma de vida?

No podía culparla, era distinta. Muy, muy especial.

Era su hermana...pero no iba a obligarla a permanecer con ellos.

Iba a cuidarla...de eso tampoco dudaba.

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La noche había pasado de forma calmada, sin incidentes ni mayores daños. Victoria estaba en una de las habitaciones, sin nada que hacer. Isabella, mientras tanto, estaba de nuevo sentada en el sofá, calculando las cosas, analizando cada acción y cada posible consecuencia. Y todo parecía ir bien.

Miró el reloj, la hora de irse al colegio había llegado. Se levantó del sillón y subió las escaleras lentamente, estudiando cada uno de los pensamientos de su acompañante, algo que hacía todo el tiempo. La puerta de su alcoba estaba entreabierta, era obvio que Victoria había merodeado minutos antes, ¿cómo era capaz de pensar que no se daría cuenta de la intrusión?

Todo olía de forma salvaje, no notaba su propio perfume en todo aquello. Talvez Victoria había tocado más de lo que debía. Abrió el closet, encontrándose con un gancho desocupado. ¿Qué intentaba al tomar una de sus prendas? Eso no estaba en la mente de la vampiresa, no había planes... ¿Acaso ella? No, eso no podía ocurrir. ¿O si?

Se vistió con lo primero que tomó: una blusa azul de manga larga y una falda de mezclilla ajustada. No estaba de humor para ponerse zapatos de tacón, así que tomó unos de piso. Se colgó el bolso al hombro y cerró la puerta con un poco más de fuerza de la necesaria, alertando a Victoria de su salida.

"Maldición" fue todo lo que pensó la otra ante el sonido de la puerta y la vibración en el piso.

-Me voy.- anunció en un murmullo desde la entrada Isabella, y cuando giró el rostro hacia la casa, los ojos rojos de Victoria la contemplaban en la ventana. No dijo nada, fingió no verlo, pero sentía que algo extraño estaba por ocurrir. Intentó ver más allá de lo establecido, pero el futuro estaba difuso. ¿Qué significaba eso?

Cuando entró al colegio muchos se le quedaron viendo, como era costumbre. ¿Por qué los humanos eran tan predecibles? Era imposible no dejarlos deslumbrados ante su condición, era lógico, pero, ¿no eran capaces de disimular aunque fuera un poco?

-Isabella.- una voz cantarina le llamó. "Alice planea algo, y dudo que me agrade".

-¿Qué pasa, Alice?- preguntó contrariada, mientras la vampira de ojos dorados traducía un libro del francés al latín. -¿Por qué haces eso?- cuestionó aún más irritada.

-¿Hacer qué?- la sonrisa en los labios de Alice Cullen era de burla.

-No.- fue todo lo que respondió Isabella antes de emprender de nuevo el camino a su salón.

-Nos vemos en el almuerzo.- cantó Alice antes de desaparecer en un pasillo. "¿Qué planea ahora?"

-Hey.- dijo Edward cuando la vio sentarse cerca de él.

-Hey.- respondió ella sin inmutarse.

-Alice te buscaba.- dijo en murmullos y a velocidad vampírica el de ojos dorados. -Imagino que ya te encontró.- la sonrisa torcida que le dedicaba la desconcertó por un momento. ¿Qué era esa sensación?

-Si, pero no la he dejado terminar.- respondió con una sonrisa.

Edward se quedó observándola embobado, ¿qué había cambiado en ella? Se veía mucho más dulce, pero a la vez decidida. Como si acabara de resolver un gran problema y su libertad fuera absoluta.

-Creo que hablará a la hora del almuerzo.- habló una vez más, trayéndolo de nuevo a la realidad.

-Podemos escaparnos de la cafetería.- los ojos dorados de Edward brillaban. Estaba radiante.

-Lo pensaré.- los ojos violetas de la vampiresa mostraban una calidez extraña, como hace tanto no lo hacía. El hielo parecía haber comenzado a derretirse.

-Parece que estás de buen humor.- pronunció el muchacho, mientras Bella miraba al pizarrón fingiendo atención hacia el maestro.

-Lo estoy- dijo en respuesta-, pronto volveré a casa.-

El rostro de Edward quedó carente de emoción. Acaso, ¿pensaba marcharse? Isabella fue consciente de sus palabras, sabía todo lo que Edward sentía en ese momento, pero no quiso girarse a comprobar el daño que había causado. Debía volver a Italia pronto, terminar el trabajo y regresar con su familia. Era necesario.

Se estaba ablandando, y eso no podía seguir así. Si era débil no podría servir a sus señores, sería una inútil. Solo un estorbo. Les debía demasiado.

Cuando escuchó la campana que anunciaba el almuerzo no pudo sentirse más aliviada. Guardó todo en su bolso y, con Edward a su lado, se dirigió a la cafetería. ¿Qué querría Alice? No tenía una idea concreta, pero talvez era relacionado con lo que había temido: los neonatos.

-Isabella.- corearon los Cullen a la recién llegada.

"¿Qué pasa, Edward?" El rostro de Isabella se desfiguró ante la silenciosa pregunta de Jasper. Sabía que había hecho mal al decir aquello, debía haberse ido simplemente.

Edward negó con la cabeza y tomó asiento frente a ella. Nadie dijo nada por algunos minutos, minutos que parecieron horas, hasta que Alice rompió aquél tenso silencio.

-Quiero que vayas a casa.- dijo con la vista clavada en los ojos violetas de la vampiresa a su lado.

-Alice, no creo...- intentó justificarse, pero no pudo. ¿Cómo presentarse en aquella casa a escasas horas de enfrentar a un grupo de recién nacidos?

-Por favor, hazlo por mí.- ¿quién podría negarle algo a Alice?

-No lo sé.- murmuró y apartó la mirada. -No puedo, no, Alice.-

-Isabella, Carlisle quiere conocerte.- aquél nombre retumbó en su cabeza una y otra vez. Carlisle, Carlisle Cullen. Ella deseaba ver al creador de los vampiros vegetarianos en persona, tenerlo frente a ella y ser capaz de estudiarlo antes de partir. Quería conocer tantas cosas de aquel ser de extraño comportamiento. -Esme estará feliz.- asintió resignada.

El resto del día pasó sin imprevisto alguno. Durante biología Edward se mantuvo serio, en ningún momento miró hacia ella. Y por alguna razón desconocida, eso la molestaba. Cuando la clase por fin acabó, y siendo ésta la última, lanzó sus cosas dentro de la bolsa y salió a zancadas del lugar. Edward, quien la miraba desconcertado, y había creído oírla llamarle idiota en su mente, la siguió.

-Isabella.- a pesar de escuchar su nombre, no se detuvo. -Hey, espera.- la tomó del brazo y la miró de frente, intentando ver lo que albergaba su cabeza, pero no pudo. Talvez se había equivocado.

-¿Qué?- preguntó visiblemente molesta.

-No entiendo...- susurró desconcertado al tiempo que bajaba su mano. Ella lo observó unos minutos, luego siguió su camino y él volvió a seguirla. -¿Por qué estás tan molesta?- le preguntó cuando la alcanzó de nuevo.

-¿Por qué?- cuestionó la otra con tono sarcástico. -Haz estado ignorándome, ¿te parece poco?- él no respondió y ella se congeló. ¿Qué importaba aquello? Que era esa opresión en el pecho... ¿qué era?

"Isabella". Ambos giraron sus rostros en la misma dirección. Ella molesta, él sorprendido.

Victoria estaba de pie, en la entrada del instituto de Forks, con la vista clavada en la figura de Isabella Swan.

"Pero, ¿qué demonios?" Los Cullen miraban a la desconocida con asombro, Isabella estaba parada con ellos sin decir nada. Alice miraba a ambas vampiresas, y luego a su familia. ¿Qué significaba eso?

-Isabella.- le llamó con su voz gutural la vampiresa de ojos borgoña. La de ojos violetas avanzó hacia ella casi por impulso, pero Edward la tomó del brazo con brusquedad y la obligó a quedar pegada a su costado.

-No la sigas.- le dijo en un susurro, pero Victoria alcanzó a escuchar y se rió.

-Edward, por favor.- dijo ella con voz suave. Él la liberó y la vio acercarse a la otra sin vacilación. Su mentón estaba rígido, y sentía que iba a estallar de pura ira. Pero Isabella no parecía asustada.

-Victoria, ¿qué haces aquí?- le preguntó tan pronto la tuvo en frente.

-Solo quería ver a los otros.- dijo con desdén, sometiendo a cada uno de los Cullen a un severo escrutinio.

-Calla.- ordenó con voz queda. -Acabas de arruinarlo.-

-Ellos... ¿no lo sabían?- sus ojos se abrieron en desconcierto. Pero en sus adentros sonreía por la maldad que había cometido.

-No.- cortó la otra de forma fría. -Vámonos.- le tomó la mano y la arrastró fuera de aquel lugar, internándose en el bosque con ella.

-Basta ya.- Victoria se soltó del agarre y se apartó unos pasos. -No tengo por qué obedecerte.-

-Victoria, Victoria, Victoria.- dijo ella con énfasis. -No tienes la menor idea.- la otra abrió los ojos como platos. "¿Qué le ocurre?" pensó la de cabello rojo. -Mi querida, Victoria.- sus labios se curvaron en una sonrisa sádica.

Victoria se quedó inmóvil, paralizada.

-Yo fui enviada para buscarte.- dijo Isabella con lentitud. -A ti, y a tus amigos.- Victoria intentó pronunciar palabra alguna, pero de su boca no escapó ningún sonido. -No debiste arruinar mi fachada hoy.-

-¿Quién eres?- logró preguntar.

-¿Importa acaso? Iba a matarte con el resto, pero haz adelantado lo inevitable.- sus manos se movieron con agilidad y sacó un par de pequeñas dagas. Las hizo girar entre sus dedos y miró de forma dura a la vampiresa de ojos rojos.

-Eres una de ellos, una Vult…- antes que terminara de hablar, una de las cuchillas desgarró su cuerpo y solo fue capaz de aullar de dolor y furia.

De Victoria solo quedaron los restos de una fogata apagada con el pasar de los segundos.

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El timbre en casa de los Cullen sonó una vez antes de que Alice saltara del sofá para abrir la puerta. Isabella estaba de pie ante ella, vistiendo unos jeans negros y una blusa de color rojo quemado. Su cabello estaba suelto y le caía por la espalda.

-Carlisle, Esme, ella es Isabella Swan.- la presentó Alice ante sus padres.

-Un gusto, querida.- Esme la abrazó cariñosamente.

-Eres bienvenida, Isabella.- le dijo Carlisle antes de apretar su mano suavemente. "Es extraño, pero no parece una chica normal. Su olor es muy dulce, como de nuestra…especie. Es imposible, escucho su corazón… No creo que sea… No puede ser la misma chica… La chica que Aro…" Solo ella era capaz de escuchar en esos momentos los pensamientos de Carlisle, pues el don de Edward estaba siendo bloqueado en ese instante.

"Carlisle." Dirigió su pensamiento hacia él, tal como lo había hecho con Aro una vez. El aludido la miró curioso. "Yo soy esa chica." El doctor la miró sorprendido, tanto por haber escuchado sus pensamientos, su afirmación y el don. No sabía qué lo sorprendía más.

-Isabella.- pronunció despacio. "Isabella Marie Swan Vulturi"- ella asintió aún sin soltar su mano. -Mis hijos…-

-Solo Alice.- dijo antes que los demás fueran capaces de escuchar la pregunta. "Excepto lo de los Vulturi". 
Todos observaron a la muchacha y a Carlisle con curiosidad. Jasper estaba nervioso, algo raro estaba ocurriendo.

-Quiero contarles mi historia.- susurró Isabella al tiempo que soltaba la mano del líder de los Cullen y le dedicaba una mirada profunda a la pequeña Alice.

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