10 de junio de 2010

El Despertar de una Estrella: Capítulo XIII

Capítulo 13. Rosas.

"Yo siempre te voy a amar, no importa lo que pase…Tu recuerdo me acompañara hasta que de mi último respiro y mi cuerpo se vuelva uno con la tierra, permitiendo a mi alma volar hasta tus brazos una vez más. Porque lo que siento por ti no es capaz de ser cambiado por el tiempo ni olvidado ante alguien más, puede que vuelva a enamorarme y un día me case, pero una parte de mi corazón seguirá siendo tuya."

"No lo olvides, Edward, mi vida te pertenece y tu nombre será el último que pronuncie al cerrar mis ojos cada noche, tus brazos me acunarán el día que la muerte me reclame, tus labios serán los primeros que bese al cruzar la puerta de los cielos. Y entonces, nada podrá separarnos."

-Te amo, Edward.- dejó que las lágrimas cayeran con libertad sobre la fría losa de cemento. –Por siempre, Edward.- se agachó a colocar una rosa blanca, la cual había besado y retenido cerca de su corazón instantes antes. –Ahora sólo debes esperarme.- sonrió con melancolía antes de regresar a casa. 

-¿Isabella?- el murmullo de Lizzy bastó para hacerla despertar del sueño en que Ed la había sumergido. –Hemos llegado ya.- la vampiresa de castaña mirada se talló los ojos y fijó su vista en lo que la rodeaba. Se encontraba sentada sobre el regazo de su amigo, y el taxi estaba detenido a metros de su hogar.

-¿Por qué no me han despertado antes?- preguntó con el ceño fruncido, aunque aún parecía algo adormilada.

-No fue necesario.- empezaron a caminar rumbo al palacio italiano de los Vulturis, felices de regresar a casa. –Bienvenida a casa, Is.- pronunció dulcemente Elizabeth al cruzar la puerta que los condujo a la sala desértica del castillo real.

Aro, Cayo y Marco aparecieron unos segundos después, seguidos por las esposas, el resto de los Vulturis y toda la guardia. Heidi enredó sus brazos alrededor del cuerpo de Isabella y besó su mejilla con un cariño infinito. Félix le dio un fuerte abrazo, privándola de la innecesaria respiración, y Demetri la besó en la comisura de los labios por "accidente". Alec y Jane estaban parados cerca, el primero sonreía y la segunda mantenía el ceño fruncido, como era la costumbre.

Otras figuras llamaron su atención, Carlisle y Esme Cullen entraron en ese momento en la habitación. Abrió los ojos con sorpresa y no pudo evitar sentir como su pecho se oprimía, ¿por qué tenían que seguirla? Ahora que se estaba recuperando un poco de la separación, ya que la canción la había ayudado a entender todo, llegaban ellos y los recuerdos a su existencia.

Sonrió suavemente y decidió escabullirse de ahí, topándose en el camino con las otras dos parejas de la familia Cullen. Emmett y Rosalie la miraron con detenimiento, mientras que Alice y Jasper mantenían una brillante sonrisa en sus rostros. Ella les devolvió el gesto con rapidez y se dirigió a velocidad vampírica a su habitación.

La luz estaba apagada y se dio a la tarea de revisar varias veces que el seguro estuviera puesto antes de recargarse en esta y soltar un profundo suspiro. Lo más probable es que los Cullen estuvieran en Forks y ella estuviera teniendo alucinaciones o aún no despertara del sueño inducido por el don de su amigo. Si, eso debía ser.

Un olor que conocía perfectamente llegó hasta su nariz, y abrió los ojos desmesuradamente, preguntándose si en verdad estaba viva a esas alturas. Porque de estarlo, ¿por qué su habitación estaba impregnada en olor a rosas?

Encendió la luz con los dedos temblando, y al hacerlo descubrió la respuesta a su pregunta. Ramos de rosas rojas y blancas se localizaban en diferentes puntos de su cuarto, en el suelo había un camino de flores y pétalos. Su cama y almohada estaba cubierta en pétalos también. Y alguien le esperaba en la mecedora que siempre estaba vacía…

-Edward…- no pudo evitar llamarle, aun sabiendo que no era real lo que sus ojos le mostraban, ¿o sí lo era? No, no habría razón para que él estuviera en Volterra, en su habitación y entre flores.

Lo vio ponerse de pie y por alguna razón, creía escuchar los latidos de su muerto corazón acelerarse, algo imposible dada su condición inhumana. Llevó una mano al pecho, a la altura de ese órgano insistente –e inexistente- y suspiró de nuevo, buscando el modo de despertar de aquel sueño.

-¿Estás bien?- le preguntó Edward al verla con los ojos cerrados y una mano apretando su blusa, como si algo malo estuviera ocurriendo. -¿En qué piensas?- quiso saber al notar su falta de cooperación. Se estaba frustrando, y lo peor de todo, se estaba poniendo nervioso.

-Sabía que era una mala idea, pero Lizzy me prometió que estaría bien. Claro, Aro estará muy feliz cuando se entere…- murmuró con voz lastimera. –Cayo va a matarme, aunque técnicamente ya estoy muerta, aún así…- siguió hablando, mientras él la miraba sin comprender.

-¿Por qué habría de matarte?- le preguntó entre confundido y divertido.

-No lo hará, porque ahora si estoy muerta. Le dije a Ed que no debía dormir, y ahora mira el resultado…- él se rió entretenido, sabiendo por dónde iba la cosa. –No te rías, no es divertido venir y descubrir esto…- frunció el ceño molesta y cruzó los brazos sobre el pecho, al tiempo que giraba el rostro.

-Eres increíble.- susurró Edward, al tiempo que la tomaba por la barbilla y la obligaba a mirarlo a los ojos. -¿Sabes que estás despierta, verdad?- ella asintió con recelo, dudando todavía de esa afirmación. -¿Y sabes por qué he venido?-

-Si, a mi funeral.- hizo una mueca y él la miró con seriedad. -Está bien, estoy viva. Si es así, ¿cómo es que estoy alucinando?- siempre tan terca, él sonrió con tristeza.

-¿Tanto te cuesta creer que soy real y que te amo?- le preguntó sin despegar sus ojos dorados de los chocolate de ella. -¿Tan difícil es? ¿Tanto daño te he causado para que lo dudes?- el rostro de ella se desfiguró ante el dolor que la embargaba. -Dímelo, Bella.-

-No puedes amarme, no me conoces lo suficiente para eso…- contestó, evadiendo lo que realmente quería saber. -Soy alguien muy cambiante, y estoy esperando un amor imposible…- no pudo continuar, sintió los labios de su compañero sobre los suyos y su resistencia cedió, le devolvió el beso.

Los brazos de Edward rodearon la pequeña cintura de su compañera, y una de sus manos viajó por su espalda, deteniéndose en su nuca, mientras sus dedos se enredaban en los cabellos marrones. Bella pasó ambos brazos por su cuello y dejó a sus dedos jugar con los rebeldes mechones cobrizos de él.

Se separaron a los minutos y ella bajó la mirada al suelo de inmediato, obligándolo a tomar su rostro entre sus manos. Ella intentó desviar la mirada, pero no pudo. -Te amo.- susurró con voz aterciopelada, y ella negó con la cabeza. -Lo he hecho desde que te conocí.-

-Ha sido muy poco tiempo…- dijo de nuevo, intentando apartarse. -Estás confundido…- él no la dejó continuar, llevó un dedo hasta sus labios y la besó en la frente.

-Bella, perdóname, por favor.- pronunció lentamente y sin dejar de mirar a sus orbes oscuras. -¿Sólo yo te hago daño, no?- le cuestionó con voz rota. Dejó caer sus manos, liberando el rostro de la sorprendida muchacha. -Lamento haber roto mi promesa…-

-¿Qué promesa?- preguntó ella de forma indiferente, como si desconociera lo que le decían.

-"Sabes que yo nunca te voy a olvidar, Bella. No importa donde me encuentre, quien me acompañe o el tiempo que pase. Tú siempre estarás conmigo."- la miró y descubrió la sorpresa en las facciones de Isabella Swan. -Pero te olvidé…y lo siento, lamento haberme perdido tanto tiempo de tenerte a mi lado, de pensar en ti…- ella se acercó a él y colocó sus manos en las mejillas del chico.

-"Yo tampoco seré capaz de olvidarte. No importa lo que pase, Edward. Así viva cien años o toda la eternidad, tu siempre estarás presente en mi corazón."- respondió ella ante el recuerdo de aquella promesa. Tomó la mano de él y la colocó sobre su pecho. -Y sigues estando aquí.- sonrió sinceramente y él le regresó la sonrisa.

-¿Puedes perdonarme?- preguntó pasados unos minutos. Ella le miró divertida.

-Estoy acostumbrada a que te disculpes con un ramo de rosas…-comentó divertida. -…creo que te has excedido esta vez.- se rió ante el shock en la cara del vampiro.

-¿Eso es un sí?- preguntó confundido. Ella se puso de puntillas y le besó fugazmente en los labios.

-Tómalo como prefieras.- él la tomó por la cintura y la besó de nuevo, pero esta vez de forma más profunda. Ella no se resistió, realmente necesitaba tenerlo cerca.

-¿Realmente creíste que estaría bien cuando te fueras?- asintió avergonzada. -Tonta, Bella.- susurró él. -Ahora que has vuelto a entrar en mi vida, ¿crees que te dejaría salir de ella con tanta facilidad?- se rió alegremente. Ella no respondió y evitó mirarlo.

-Pensé que te olvidarías fácilmente de mí, tal como la primera vez.- pronunció con detenimiento, pero al ver el rostro dolido de Edward se arrepintió de su comentario. -Lo siento, no era mi intención…-

-No te disculpes, yo soy el único que debe hacerlo.- colocó un dedo sobre sus labios. Al tiempo que se sentaba en la mecedora con ella en su regazo. -Te he lastimado mucho…- ahora fue ella quien llevó un dedo a sus labios.

-Pero también me has hecho muy feliz.- le dijo seria. -Y eso me hace olvidar lo demás.- sonrió dulcemente. -Te amo, y es lo único que importa.-

-Y yo te amo a ti, Bella. Y siempre lo haré.- la abrazó contra su pecho y se quedaron horas así, sin ser concientes de las figuras ocultas tras la puerta cerrada.

Vampiros curiosos y celosos escuchando cada palabra, mientras mantenían sus mentes bloqueadas para no ser descubiertos. Al fin todo parecía mejorar para ese par, y la marcha de Isabella Swan era algo inevitable ahora. Los Vulturis debían respetar la decisión de ella y permitirle marcharse.

Ellos le habían arrebatado la felicidad una vez, era momento de permitirle obtener lo que tanto necesitaba. Y si marcharse le daba esa alegría, ellos no se pondrían en medio.

Isabella Swan se quedaría en Forks con la familia Cullen, para ser endemoniadamente feliz al lado de Edward, su Edward. Suyo en todo sentido y por toda la eternidad…

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