8 de junio de 2010

El Despertar de una Estrella: Capítulo VI

Capítulo 6. Música.

Los días que siguieron a la visita de Edward Cullen fueron deprimentes para los habitantes de la pequeña casita de Forks.

Isabella se encontraba destrozada, parte de su ser se había muerto al perder toda esperanza. Al creer de nuevo en la felicidad, la perdió una vez más.

Lizzy y su novio habían regresado aquella misma tarde, pues el don de la vampiresa la alertó que algo andaba mal. Lizzy tiene un poder muy especial, puede saber si hay problemas en los de su especie al haber besado su mejilla una sola vez, y al ser tan unida a Bella, ya era algo normal conocer el estado de ánimo de la chica. 

Isabella podía pasar meses encerrada en un cuarto, sin salir ni siquiera a cazar; posponía giras y permanecía entre las sombras.

A pesar de ser una chica muy linda y de tan amable carácter, el hecho de ser una criatura nocturna, le amargaba la existencia. Pasaba horas sollozando con el seguro puesto, y aunque un simple candado no representaba una gran amenaza para un vampiro, siempre se le concedía privacidad.

Y esta vez, tampoco hubo error.

La encontraron sollozando en su cuarto, mirando la oscura noche por la ventana, mientras las gotas de lluvia mojaban los vidrios, empañando los cristales y hondando en sus heridas. Sin saber que hacer, Lizzy entró al cuarto y la envolvió en sus fríos brazos, escuchando como la vampiresa balbuceaba algunas palabras a un volumen poco audible incluso para ella misma.

Estaba enterada que Isabella había recibido a Edward en la tarde, eso si lo había entendido; pero, ¿por qué se encontraba de ese modo? Quizás estar de nuevo en Forks no era lo más apropiado para ella, los recuerdos debían estarla agobiando y la culpa atormentando. El simple hecho de mirar las fotografías de sus padres le pesaba en lo más profundo de su corazón.

-Regresemos a Italia, Is.-dijo con voz dulce Lizzy, observando como Bella negaba con su cabeza repetidas ocasiones. –Aro no se va a molestar, y quizás si nos alejamos de este lugar...-sus intentos fueron frustrados, la muchacha se negaba a abandonar todo en ese momento.

-Tengo un concierto pronto, Lizzy.-dijo con voz triste. –Presentaré una nueva canción, no puedo fallarles...-su mirada se perdió en la pared, miraba sin mirar, sonreía sin ser feliz...

Ella era así...

-¿Están bien?-preguntó unas horas más tarde el novio de Elizabeth. Su novia llevaba tres horas dentro del cuarto con Is, y no había escuchado nada en un buen rato. -¿Qué ocurre, Is?-dijo abrazando a la muchacha por los hombros, recostando su cabeza sobre su pecho. Ella no dijo nada, se dejó acariciar por su amigo y al poco tiempo, su amiga ocupó un lugar en el piso, junto a la cama donde ella se encontraba sentada, y recostó su cabeza en las piernas de Bella.

Pasados algunos minutos, los ojos de Isabella se cerraron y su mente quedó en blanco. Ese era el don de su amigo, podía sumergir a cualquier vampiro en la inconsciencia si lo mantenía contra su pecho unos instantes. Era como dormir, pero el despertar era muy complicado, en especial cuando la criatura no quería volver a la realidad.

La última vez que lo había hecho, Bella se quedó dormida una semana. Pero, ahora veía necesario ponerla a "dormir".

Su estado de inconsciencia duró dos días completos. Dos días que para Alice Cullen parecieron una eternidad...

-¿Por qué no dejas de intentarlo, Alice?-preguntó un aburrido Emmett. –Ya nos demostraste que tu don no sirve para nada.-dijo riendo, mientras Jasper le dedicaba una mirada asesina.

-No es posible que pase esto.-susurraba una frustrada vampiresa de cabellos negros. –Ayer la vi abriéndole la puerta a Edward, y hoy...no hay nada. Como si estuviera...muerta.- soltó un suspiro y con los ojos abiertos en platos se giró a ver a su padre.

El ambiente se volvió pesado, y todos se vieron asustados gracias a Jasper. Una vez se calmaron de nuevo, decidieron llamar a casa de la muchacha, siendo atendidos por la dulce compañera de su amiga.

-Ella esta bien.-dijo tranquilamente Lizzy. –Se puso un poco sombría, suele pasarle con frecuencia, y mi novio la puso a dormir.-

-¿A dormir?-preguntó un sorprendido Carlisle, bajo la atenta mirada de sus "hijos" y su esposa.

-Si, es su don.-la conversación no fue profunda, solo algunos típicos comentarios sobre la salud emocional de la chica y luego cortaron.

Y así pasó una semana.

A pesar de haber estado "dormida" 48 horas, su estado no mejoraba. No había comido ni salido de su cuarto, sus amigos no habían podido entrar. Sus compañeros eran un cuaderno y un lápiz...pero todos sabían, que era lo mejor.

Los Cullen la visitaron el sábado, pero nadie les abrió la puerta. Solo estaba Bella, escondida entre las sombras de su cuarto, tarareando la melodía de su nueva canción...mientras deseba llorar con todas sus fuerzas...

Y los días siguieron corriendo, hasta que la noche del concierto llegó.

...
...
...

Ahí, sentada frente al espejo de su camerino, se permitió sonreír con satisfacción, mientras en su mente repasaba la letra escrita días antes...

La piel seguía tan pálida como siempre, casi traslucida. Los ojos seguían de ese profundo color chocolate, teniendo ciertos toques de negro, causados por los días sin alimentarse y que había tenido que recuperar unas horas antes. Los labios estaban coloreados con un tono rojizo que los resaltaba. Las ojeras no eran tan pronunciadas, por lo que podían pasar por simple sombra. Sus mejillas adquirieron un toque rojizo una vez la brocha terminó su recorrido y al mirarse, recordó cuando era humana. Porque el maquillaje la hacia parecer mas colorida, y no una foto antigua...como las de sus tiempos.

-He terminado, Is.-dijo con una sonrisa Lizzy, quien ahora guardaba en su bolso el maquillaje. –Los Cullen te esperan.-

-¿Ahora?-preguntó dudosa, pero su amiga notó el dolor en su mirada. Asintió y los hizo pasar, aunque preferiría no haberlo hecho.

-¡Hola, Bella!-corearon con voces musicales todos los presentes. Ella sonrió dulcemente, pero la alegría no llegó a las orbes chocolate, lo cual no pasó desapercibido para el mas atento de la familia. Edward mantenía la vista clavada en los ojos de Is, notaba como se iban apagando cada segundo que permanecían a su lado, y podía sentir el dolor escondido tras cada palabra que escapaba de sus labios.

-¡Is, es hora!-gritó la directora del lugar, apurando a la chica.

-Debemos ocupar nuestro asientos.-dijo Esme, dedicándole una sonrisa a Bella.

-Alice, Rosalie.-las llamó antes que partieran. -¿Quieren apoyarme en los coros?-la pregunta causó la emoción de ambas chicas. Les tendió la letra y en cuestión de segundos ya la conocían. El resto de los Cullen se fue a sentar en primera fila.

La mayoría de los habitantes de Forks estaban ahí, por lo menos todos los compañeros de instituto de los hermanos Cullen. Pues al ver a las dos muchachas en el escenario se quedaron con la boca abierta.

La música comenzó a sonar, siempre en vivo, siempre con gracia. Rosalie y Alice se encontraban frente a dos micrófonos y sus rostros aparecían en las pantallas de los lados.

En la pantalla de centro, estaba Is Swan. Sonriendo a su público, demostrando su emoción por estar con ellos, aunque en su interior llorara cada segundo.

-Esta canción es mi nueva producción.-dijo ella sonriendo. –Está dedicada a un viejo conocido. Espero les guste.- y comenzó a cantar. Sus ojos siempre estuvieron fijos en la figura de Edward Cullen.

Aquella rosa muerta en la calle espera
Mensaje tras mensaje, preparándose a volar
Porque habías sido tu mi compañera
Porque ya no eres nada y ahora todo esta de mas

Su mano era sostenida por la masculina del conocido de su padre. –Edward, hijo.-Le llamó el hombre al muchacho que en esos momentos se encontraba de pie junto a su madre. –Ella es Isabella Swan.-y él tomó la mano de la chica y depositó sobre ella un beso, para luego mirarla dulcemente.

-Feliz Cumpleaños, Srita. Swan.-dijo el joven sin apartar su mirada de la muchacha. Ella miró con nerviosismo su mano, aun sujeta por su compañero, y con las mejillas coloreadas, le dedicó una dulce sonrisa. 

-Es un placer conocerlo, Sr. Masen.-dijo al muchacho.-Gracias.-susurró avergonzada y él le sonrió, dejándola encantada.

Sino te supe amar, no fue por ti
No creo en el amor, y no es por mi
Si no te supe ver, y te perdí
Si cada día que me das, te hace sufrir
No, no

-Srita. Swan.-le llamó educadamente Edward a la muchacha. Ella levantó la vista hacia él y lo miró con reproche.-¿Me haría el honor de concederme la próxima pieza?-ella sonrió y aceptando su mano, bajo la curiosa mirada de los espectadores, se encaminó con pasos nerviosos a la pista.

-Le advierto...-comenzó ella.-Que soy muy torpe y temo...-pero él la interrumpió.

-No debe preocuparse por ello.-sus ojos chocolates se clavaron en los verdes de él.-Solo disfrute el baile.-ella asintió y se dejó llevar. Esa era una noche especial, y no porque fuera su cumpleaños quince o su entrada en sociedad, sino porque él estaba a su lado.



Volver a verte otra vez
Con los ojitos empapados en ayer
Con la dulzura de un amor que nadie ve
Con la promesa de aquel ultimo café
Con un montón de sueños rotos

-Me alegra mucho volver a verla, Srita. Swan.-susurró él durante la cena, logrando captar toda la atención de la joven, sin importunar ni a sus padres ni a los de ella.-Han pasado varios días desde su fiesta de cumpleaños.-ella asintió y con las manos un poco temblorosas por los nervios, se dispuso a degustar la cena que había sido preparada especialmente por la visita de los Sres. Swan a casa de los Masen.

-¿Puedo pedirle un favor, Sr. Masen?-preguntó avergonzada la muchacha a su compañero y al instante se arrepintió de haberlo echo.

-Isabella.-por primera vez él la llamó por su nombre y ella le miró con sorpresa. –Puede pedirme cualquier cosa, mientras esté a mi alcance poder cumplirla. Pero por favor, deje de llamarme Sr. Masen.-sus ojos mostraban seriedad, pero había un atisbo de broma en las esmeraldas que la contemplaban. –Me hace sentir una persona mayor, e incluso podría ser confuso si mi padre y yo estamos en la misma habitación.-dijo mostrando una sonrisa.

-Edward.-murmuró ella.-Mientras me llame Isabella, me sentiré satisfecha.-el rió con disimulo y tomándola de la mano, la acompañó al sofá de aquella sala, donde se sentaron juntos. El silencio no era incómodo, la compañía del otro era suficiente. 

Las palabras sobraban.

Volver a verte otra vez,
Volver a verte otra vez,
Con un montón de sueños rotos.

-¿Ha pasado algo malo?-preguntó Isabella, pero no obtuvo respuesta. –Edward, ¿estas bien?- el tiempo que llevaban de conocerse, consistente en varios meses, le permitía tutearlo. Su amistad era mayor, incluso podía decirse que no solo era eso lo que existía entre ellos, por lo menos no por parte de ella.

-No te preocupes, Bella.-dijo él con voz dulce, pero tras ella había un atisbo de tristeza.

-¿Qué no me preocupe, Edward?-cuestionó ella un poco molesta.-Haz cambiado, lo he notado. Me evitas con frecuencia y casi no nos vemos, no me hablas cuando estoy cerca y...-sus ojos se fueron llenando de lágrimas.-...no quiero perderte.-dijo por fin, dejando que las gotas saladas bañaran sus mejillas. 

Él la miró con el dolor reflejado en sus ojos verdes. Y la abrazó, con ternura, con comprensión, con cariño, con amor...

Dejé el orgullo atrás por un instante
Entré para estar sola una vez mas.

-Edward...por favor...-susurró débilmente mientras él la aferraba contra su pecho.

-No debes llorar, Bella.-limpió con cuidado el agua de su rostro y le dedicó una sonrisa rota. –No por mí.-

Sino te supe amar, no fue por ti
No creo en el amor, y no es por mi
Si no te supe ver, y te perdí
Si cada día que me das, te hace sufrir
No, no

-Solo por ti podría llorar ahora.-repuso ella con tristeza.-Eres el único que merece mis lágrimas.-

-No lo soy, Bella.-Ella negó con la cabeza repetidas veces y él tomó su rostro entre sus manos, mirándola con ternura.-Debes entenderlo. Me iré pronto y no quiero lastimarte.-

-No quiero que te vayas.-sus mejillas volvieron a mojarse. –Quiero que te quedes conmigo.-

-No puedo.-dijo con decisión y se levantó del sitio que había estado ocupando.-Debo irme.-y su figura se perdió una vez abandonó la casa de los Swan.

Volver a verte otra vez,
Con los ojitos empapados en ayer,
Con la dulzura de un amor que nadie ve,
Con la promesa de aquel ultimo café,
Con un montón de sueños rotos.

Aquella noche lloró durante horas. Estaba enojada y dolida, ¿por qué él se comportaba de esa forma? ¿Qué tan difícil era renunciar a todo ese sufrimiento para estar con ella? Sabía que Edward deseaba ser soldado, y estaba segura que ella no deseaba algo así para él. Lo quería a su lado, siempre con ella. Lo amaba, y no importaba si fallaba al pedirle que se quedara, estaba dispuesta a esperarlo...por siempre.

A la mañana siguiente, fue a casa de su amiga, Alejandra. Y al regresar, encontró sobre la mesa del comedor un ramo de rosas y una tarjeta de disculpa. En su rostro se dibujó una sonrisa, dato que no pasó desapercibido para su madre. 

Renée Swan podía ser una mujer muy despistada, pero cuando se trataba de pequeños detalles hacia su pequeña, como lo era aquél, toda su atención estaba puesta en ello. Porque muy dentro de su corazón, conocía los sentimientos de ambos muchachos, y deseaba con toda su alma, que fueran muy felices juntos.

Volver a verte otra vez,
Volver a verte otra vez,
Con un montón de sueños rotos.

-¿Sabes, Edward?-preguntó la muchacha y él no dijo nada, ni la miró.-No me opongo a que te marches, pero...promete que no me olvidarás.-él le dedicó una mirada sorprendida y una sonrisa bailó en sus labios. Ella bajó la vista avergonzada y sus manos comenzaron a jugar con la tela de su vestido.

-Sabes que yo nunca te voy a olvidar, Bella.-dijo acariciando su mejilla.-No importa donde me encuentre, quien me acompañe o el tiempo que pase. Tu siempre estarás conmigo.-ella lo abrazó y cerrando los ojos dejó escapar un suspiro.

-Yo tampoco seré capaz de olvidarte.-dijo pasados unos minutos.-No importa lo que pase, Edward. Así viva cien años o toda la eternidad, tu siempre estarás presente en mi corazón.-

Volver a verte otra vez,
Con los ojitos empapados en ayer,
Con la dulzura de un amor que nadie ve,
Con la promesa de aquel ultimo café,
Con un montón de sueños rotos.

El tiempo comenzó a caminar. Edward comenzó a distanciarse. Pasaban horas en silencio, sin mirarse, sin tocarse. Ella se negaba a pensar que algo andaba mal, aunque su intuición se lo gritara en la cara. Él se negaba a profundizar más aquel cariño que sentía por la chica, iba a marcharse, no podía hacerle más daño.

-Edward.-susurró con voz triste. –Debo marcharme, se hace tarde y mi madre se va a preocupar.-se encontraban sentados en el pequeño parque. Él miraba más allá de lo existente y ella estaba por llorar ante tal comportamiento. Sabía que él había ido al parque porque se lo había rogado después de la iglesia, no porque realmente deseara su compañía. 

-Te acompañaré a casa.-dijo él al verla levantarse. Ella negó.-Tu misma lo has dicho, se hace tarde. No soportaría que alguien te hiciera daño.-

-Solo tu me haces daño.-dijo mientras una lágrima recorría su mejilla. Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia su casa. Estaba oscureciendo, no había mucha gente por la calle y aunque no deseaba reconocerlo, estaba asustada.

-Bella.-su voz la detuvo, y él la alcanzó. Tomó su mano y la obligó a girarse. –Perdóname, por favor.-ella se aferró a su pecho y sollozó. No le importaba que se hiciera noche o amaneciera, que la gente la viera o la ignorara, que su madre se preocupara o su padre le llamara la atención. Porque a su lado...nada más importaba.

Volver a verte otra vez,
Volver a verte otra vez...

Y esa noche recibió su primer beso.

Edward tomó entre sus manos el rostro sonrojado de Isabella, y sin titubear ni pedir permiso, le robó su primer beso. El primero para ambos. Sus labios eran suaves y se movían con delicadeza sobre los de ella. A pesar de sentirse avergonzada, disfrutaba el momento. Porque sabia que era algo que jamás iba a olvidar.

Porque nunca iba a olvidar a Edward. 

Con un montón de sueños rotos...

Edward la miró durante toda la canción, sintiendo algo distinto en su interior. Algo le indicaba que la música era solo suya, que la letra estaba siendo dirigida a él. Y los ojos tristes de Is Swan se lo confirmaban...

Esme se mantenía apoyada en el pecho de su marido, observando como la chica cantaba con todos sus sentimientos mezclados la triste canción. Y por un momento recordó a Edward, cuando tocaba el piano de modo tan melancólico...en la letra encontró a su hijo. Carlisle prestaba atención a cada palabra, sentía la mirada de la muchacha fija en su hijo, y estaba seguro que iba para él. Por breves segundos, se permitió recordar el rostro de una chica que había visto en Chicago cuando encontró a Edward...pero no siguió pensando en ello.

Emmett y Jasper miraban embelesados a la chica y a sus novias, quienes entonaban los coros con gran maestría. Pero a la vez, el segundo de ellos, intentaba mantener al público menos triste.

Todos estaban maravillados, y algunos incluso lloraban, que ya era decir mucho.

Isabella terminó de cantar y sonrió a la gente, pero en su mirada no había rastro de felicidad.

Y siguió entonando melodías igual de melancólicas. Alice y Rosalie a su lado; y en su mente, la imagen de Edward Cullen en todo momento.

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