17 de junio de 2010

Diamantes & Esmeraldas: Prólogo


Prólogo.

"A veces las cosas más reales sólo suceden en la imaginación, sólo recordamos lo que nunca sucedió." 

Cuando leí aquella significativa frase en uno de los libros escogidos por mi profesor de Literatura en Phoenix, me pareció muy acertada, porque hay cosas que ocurren en nuestra vida y que sólo parecen una ilusión. Pero lo que me pasó a mí no es un sueño, es una pesadilla más. Pero es una pesadilla real y nada podrá cambiar eso. Por más que lo desee, todo va a seguir igual…

"Todos tenemos un secreto encerrado bajo llave en el ático del alma. Éste es el mío."

Mi nombre es Isabella Marie Swan, tengo diecisiete años y nací en Phoenix, Arizona. Soy una chica común y corriente, o solía serlo antes de mudarme a Forks, Washington con mi familia. Mi padre, Charlie Swan, y mi madre, Renée, se conocieron en la universidad y se casaron muy jóvenes. Aun así, se mantuvieron juntos todo el tiempo, y demostraron que su amor no era un capricho de adolescentes o una simple oposición a sus padres.

Fui hija única, pues el embarazo de Renée fue muy riesgoso y hubo muchas complicaciones, por lo que quedó imposibilitada de volver a embarazarse después de darme a luz. A pesar de eso, ella nunca se quejó ni se arrepintió de haberme traído al mundo, pues para ella siempre fui la "joya más valiosa" que podría poseer.

Charlie tampoco estaba molesto o arrepentido, a pesar de que siempre soñó con tener un niño. Y se los agradecí mucho, pues siempre me sentía culpable por haberles privado de otros pequeños corriendo por la casa, y por ser lo suficiente egoísta para adueñarme de ese amor que los embargaba.

Papá aceptó el cargo como jefe de policía en Forks, el pueblo en el que habían vivido un tiempo él y mi madre. Un lugar pequeño y lluvioso, donde el cielo siempre está cubierto por nubes grises y el sol se mantiene oculto. No me opuse al cambio, pues necesitaba un ambiente tan oscuro como mi propio estado de ánimo las últimas semanas en casa.

Mi novio y yo habíamos roto, asegurando que la relación a distancia no sería muy favorable y solo nos dañaría a ambos, pues era lógico que no podríamos seguir juntos. Pero lo que él no sabía era que lo había visto con su "mejor amiga" días antes. No quise decírselo ni armar una escena de celos, no importaba ya. Rompimos y quedamos como antes, "buenos amigos", pero era algo formal solamente. Ni yo pensaba cumplir la promesa de seguir en contacto, ni él cumpliría la suya de hablarme cada fin de semana.

Pero eso es algo insignificante comparado con lo que vino al llegar a Forks. Mi padre había aceptado el trabajo para capturar a una banda de criminales acusados por robo, asesinato y violación en los alrededores. Seattle, Port Angeles y Forks eran las víctimas predilectas de aquellos tipos. Charlie estaba dispuesto a correr todos los riesgos para capturar a los hombres que habían destruido la vida de tantas personas.

Los atacantes entran por las noches a las casas, toman todo lo que pueden, matan a quien se les enfrente y abusan de las mujeres que estén en la casa, sin importarles lo pequeñas o mayores que sean. Son tipos asquerosos que buscan placer en actos inhumanos…

Son los seres que destruyeron mi vida para siempre…

Aquella noche el cielo estaba cubierto por nubes grises, dándole a todo un toque sombrío y atemorizante. Las ramas de los árboles rozaban constantemente los cristales de las ventanas en nuestra nueva casa, cubierta por las sombras provenientes del bosque que nos rodeaba. Los relámpagos y truenos atemorizaban a mi madre, por lo que ella y Charlie decidieron subir a dormir temprano, y no tuve otra opción que retirarme a mi habitación también. 

El constante golpear de las ramas contra el cristal y las gotas contra el vidrio terminaron por calmar los sollozos apagados que escapaban de mi pecho. Seguía herida por lo sucedido en Phoenix, por haber creído que por haber sido "mi mejor amigo", sería capaz de cuidar de mí y no lastimarme nunca. Pero me equivoqué. Cada noche lloraba sobre la almohada, y me veía un poco más seria en la escuela, aunque todos aseguraban que era por el futuro cambio de ciudad que se avecinaba. 

Renée estaba un poco preocupada, pero segura que pronto me repondría. No sabía a ciencia cierta qué me había ocurrido para cortar con mi novio de golpe, no se lo dije, pero estaba segura que ella sospechaba y tarde o temprano acabaría enterándose de la verdad. Charlie por su parte, estaba alegre ante la ruptura, no aceptaba todavía que su "princesa" saliera con algún chico. 

Y ahí estaba yo, dormida mientras una figura habría la puerta de mi habitación y se colaba en ella sin pedir permiso ni dar aviso. Cuando desperté era imposible hacer algo, mis muñecas estaban sujetas por una de las manos del hombre, y sus labios impedían que gritara. Mis ojos se llenaron de lágrimas al sentir su otra mano palpar mi cuerpo sobre la ropa, para detenerse en mis caderas al tiempo que su lengua lograba separar mis labios y explorar mi boca. 

Escuché gritos desde el cuarto de mis padres, sollozos desgarradores de mi madre y golpes sordos. No lograba escuchar a mi padre. De repente, escuché un disparo e intenté safarme del tipo que me acorralaba contra el colchón al tiempo que terminaba de desvestirme. Renée gritó entre llantos el nombre de mi padre y lo entendí todo, se había acabado. Risas provenientes de aquella habitación inundaron el ambiente, cargando de tensión la ya pesada atmósfera. 

El hombre seguía palpando mi cuerpo, ahora desnudo, con sus manos ardientes y sucias. Sus labios pronto siguieron el mismo camino y sentí su miembro duro contra mi pelvis, sollocé varias veces e intenté apartarlo, pero me mantenía sujeta y su fuerza era mayor a la mía. Ahora entendía lo que habíamos venido a evitar al mudarnos a Forks, que alguna familia pasara por esto…

Su intromisión fue brutal, y el golpe en mi mejilla cuando grité fue duro, lloré y me moví de forma involuntaria bajo su cuerpo, logrando excitarlo aún más. Quería escapar de ahí, ayudar a mi madre y a mi padre, dejar de sentirme tan asqueada. Un olor a óxido y sal llegó hasta mi nariz, consiguiendo marearme como cada vez que olía la sangre, pero esta vez era mía. 

Sus ojos negros brillaban cegados por el deseo, y no era capaz de ver su rostro ante las lágrimas que bloqueaban mis orbes chocolate. Quería ser fuerte y atemorizante en ese momento, capaz de enfrentarme a aquellos hombres que estaban en la casa, quería librarme de él y luego rescatar a mi madre, quería llevar a Charlie al hospital antes que fuera muy tarde…

Quería muchas cosas, y no podía hacer ninguna de ellas. 

Soltó mis muñecas, consciente de que no podría hacer nada de todas maneras. Golpee su espalda y clavé mis uñas en su piel, más sangre inundó mis sentidos, sangre que brotaba de las heridas en sus brazos ante mis dedos. Grité entre llanto, ya no escuchaba a mi madre, quizás pronto acabaría todo. ¿Pero cuándo?

No sé si fueron minutos o fueron horas, sólo sé que no hubo tiempo de escapar, otro tipo se introdujo en mi cuarto y repitió el proceso, pero el segundo era mucho más joven e inexperto. Era el nuevo integrante, según pude escuchar, y yo era su juguete de iniciación esa noche. El primer hombre se marchó, y el segundo me contemplaba con deseo mientras se deslizaba dentro de mi cuerpo. Pero nunca sujetó mis manos como aquél tipo, y ahora que sabía que podría hacer algo, busqué el modo de abrir el cajón de la mesa de noche. No pude. 

Él cargaba un arma en su pantalón, el cual yacía al alcance de mi mano. Saqué el arma de forma silenciosa y cuando cerró los ojos, llegado el orgasmo, tiré del gatillo contra su cuerpo. Me alejé de él, con las piernas temblando y sabiendo que la puerta ahora estaba cerrada, me vestí a prisa. Varios toquidos me alertaron de la llegada de alguien más. 

Giré la perilla al tiempo que me ocultaba detrás de la puerta, el primer hombre entró y sus ojos se abrieron desmesuradamente al observar el cuerpo del muchacho yacer ensangrentado en el piso. Apunté el arma al tiempo que se giraba, por lo que gruñó furiosamente y mi tiro falló, perforando la bala su pierna. Cayó al suelo entre alaridos de dolor al tiempo que lanzaba una segunda bala al mismo muslo. Corrí como pude fuera del cuarto y cerré con la llave por fuera, no sería capaz de salir en tal estado. 

El pasillo estaba oscuro y desierto. Aún así me interné en él. Sentía un poco de sangre correr por mis muslos y las piernas seguían temblándome mientras me tambaleaba rumbo a la habitación matrimonial de mis padres. Los sonidos eran fuertes jadeos y uno que otro sollozo ahogado de mi madre, sabía lo que le estaban haciendo y mi corazón dio un vuelco ante el dolor. 

Abrí la puerta y los vi, uno moviéndose contra ella y el otro besando sus labios para callarla. Era tan asqueroso. El cuerpo inerte de mi padre estaba en el piso, una bala había atravesado su pecho a la altura del corazón, y por lo visto había sido su propia pistola. 

Apunté al tipo sobre mi madre y la bala perforó su pecho, haciéndolo caer de golpe. El otro hombre me miro con desagrado, y apunté directo a su brazo, se sujetó la extremidad y comenzó a aproximarse, dio otro tiro y le di en un costado. Cayó al suelo y me moví de forma veloz para levantar a Renée de la cama, y envuelta en una sábana la saqué del cuarto.

El sonido de la llave al cerrar la habitación -con esos hombres dentro-, al igual que en mi cuarto, produjo un eco vacío en la oscuridad de la casa. 

Lo siguiente que fui capaz de escuchar fueron las sirenas de la policía, una hora después de la llamada. El cielo seguía del mismo gris y finas gotas mojaban la acera. Pero todo había terminado ya.

Mi padre estaba muerto, al igual que dos de los tipos. Los otros dos estaban gravemente heridos, pero fueron arrestados y no sería posible que escaparan de la justicia. No era necesario identificarlos, pero aún así nos sometieron a pruebas distintas toda la madrugada y el día siguiente.

Pensé que las cosas marcharían mejor después del ataque y el funeral de Charlie, que con la terapia que nos había sido ofrecida podríamos reponernos y cuidar una de la otra, pero mi madre no fue capaz de mejorar. Y yo no pude hacer nada por ella.

Ese día, hace una semana, me había tocado asistir a una terapia individual, pues por lo general mi madre y yo las tomábamos juntas. La casa había estado deshabitada desde entonces, por eso de la recolección de pruebas y los pocos deseos por volver. Nos habíamos estado quedando en La Push, una reserva a veinte minutos de Forks con unos amigos de mis padres: Sam Uley y su esposa Emily. 

Cuando llegué a la pequeña casa en la reserva quileute, me avisaron que mi madre había ido a recoger algunas cosas a la casa. Un mal presentimiento me embargó, pero procuré ignorarlo y decidí ir a casa. Sam y Emily me acompañaron, pues no salía sola. Hacía dos semanas que mi padre había muerto, y los investigadores seguían recaudando pruebas para refundir a los atacantes y comparar cada evidencia posible para cerrar los otros casos. Y estaba segura que lograrían hacer justicia por todas las personas que habían pasado por lo mismo. 

Mientras subía las escaleras, una sensación de Deja Vú me recorrió entera. Abrí la puerta de mi cuarto, pensando que mi madre estaría buscando algunas de mis cosas también, pero estaba vacía. Las manchas de sangre en el colchón, y el piso seguían ahí. Giré la puerta del cuarto de mis padres y sentí mi corazón oprimirse, la mancha en la alfombra era de la sangre de mi padre. Gemí débilmente. Emily y Sam estaban esperando fuera, no les permití pasar. 

La puerta del baño estaba entreabierta y escuchaba un grifo abierto. Una nota pegada en la puerta llamó mi atención, y cuando la leí, la tierra dejó de girar y el suelo desapareció bajo mis pies. Entre sollozos y temblores me atreví a abrir la puerta. Un frasco vacío de pastillas descansaba en el suelo, un frasco que antes había estado lleno. Manchas de sangre marcaban un recorrido a la tina, y entre el agua rojiza, se encontraba mi madre. Su expresión era tranquila, como no la veía desde la llegada a Forks. 

Mi madre había decidido suicidarse porque no soportaba sentirse tan sucia ni vivir sin mi padre, y me pedía que no la culpara por haberlo hecho. También decía que no me culparía por ninguna de las decisiones que tomara, y que no importaba nada más, no debía olvidarlo nunca: ella me amaba y no hacía eso para lastimarme. 

Me dejaba porque no quería dañarme más de lo que me encontraba y porque ella no era capaz de ofrecerme el consuelo que necesitaba. 

Tres semanas desde la llegada a Forks y el ataque nocturno, dos semanas de atención psicológica, y una semana desde el suicidio de mi madre. Una semana que he estado quedándome en casa de los Uley, pero que no me ayuda en nada. Me han prohibido entrar a la casa por unos días, pues necesitaban que dejara de contaminar la "escena del crimen" otros días. Dicen que no sólo eran cuatro hombres, que otros dos habían estado en el cuarto de mis padres, pero que habían escapado antes de mi rescate triunfal.

Solo necesitaban una semana más para terminar con todo, pues uno de los dos hombres faltantes había caído. Una semana más. Pero el instituto comenzaba antes, una semana antes de que yo pudiera recuperar mi casa.

Y ya nada iba a ser igual, porque desde aquél día ya no soy la dulce Isabella Swan, la niña tímida e inocente, cariñosa y divertida que me consideraban en Phoenix. Porque me han lastimado mucho en el último mes, y las personas que más amaba ya no están a mi lado. Porque Isabella Swan murió el mismo día que llegó a Forks, y ahora yace sepultada bajo metros de tierra enlodada.

Ahora soy fría como el hielo, y no creo que alguien sea capaz de derribar el muro que he creado. Mi madre siempre dijo que yo era una "joya", no sólo por mi "bonita apariencia" como decía ella, sino también por "mi gran valor". Y ahora muchos me considerarán así por el dinero que me han dejado. Y ahora si me siento como una joya…

Porque en el instituto de Forks voy a "brillar" aunque no quiera, seguiré siendo una "joya" y muchos van a querer quedarse conmigo, soy "costosa" porque nado en dinero y sufrirán para estar cerca de mí; pero eso no es lo que me ha convertido en un "diamante", sino la frialdad de mi mirada y la dureza de mi corazón.

Dicen que:

"Cada segundo de la existencia es una opción que tomamos entre la alternativa de seguir adelante o de abandonar."

Yo he decidido continuar, no importa lo difícil que sea el camino, no voy a descansar hasta que el último hombre caiga y todos ellos sean enviados a prisión. No descansaré hasta que esté presente en el juicio y los vea ser refundidos en una celda.

Entonces, seré capaz de acompañar a mis padres al otro mundo.

Solo entonces…

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