10 de junio de 2010

El Despertar de una Estrella: Capítulo XIV (Final)

Capítulo 14. Estrella.

La noche cubría por completo los cielos italianos de la imperial ciudad de Volterra. Una semana había pasado desde el momento en que los Cullen habían llegado a territorio Vulturi con la única -y fiel- esperanza de encontrar a Isabella Swan en casa. Pero grande había sido su desilusión al no verla…

Las cosas habían marchado mejor de lo esperado entre Edward y Bella, nadie podía quejarse de ellos ahora. Edward había conseguido ser perdonado por su ángel de orbes cafés, mientras que Bella había conseguido estar a lado de su dios de ojos dorados. Y ya había pasado una semana…

-Edward…- la vampiresa de orbes chocolatosas caminaba entre los sombríos pasillos del palacio de su gente, mientras se debatía entre dar la vuelta y volver a su cuarto, o seguir buscando a su novio entre la oscuridad.

Sintió unos brazos alrededor de su cintura y alguien cantó un "boo" cerca de su oído. Pegó un salto y ahogó un grito ante la sorpresa, antes de escuchar la melodiosa risa de Edward a su espalda. Frunció el ceño instantáneamente al descubrir de quién se trataba, pues le había dado un buen susto y eso la molestaba.

-Lo siento, Bella.- se disculpó él cuando la muchacha se soltó de su abrazo y desapareció entre uno de los largos y oscuros pasillos. -Bella…- le llamó ahora él, pero no obtuvo respuesta. Sus pasos lo guiaron por más pasillos desiertos y desprovistos de luz, como si de un laberinto se tratase. No la encontró.

Edward conocía el genio de Bella y la facilidad con la que se molestaba en algunas ocasiones -como en esa-, pero la verdad, es que adoraba hacerla enojar, para luego decirle lo hermosa que se veía y que ella le golpeara de modo juguetón. Y era imposible negarlo, Isabella Swan era realmente hermosa al molestarse, aunque siempre lo era para su novio.

-Lo siento, Bella.- cantó al aire, intentando seguir el rastro de su compañera en el aire. Nada. Era como si la tierra se la hubiera tragado, y conociendo Volterra, era posible que eso pasara. Talvez Bella conocía -y era probable que lo hiciera- algún pasadizo subterráneo que él aún no hubiera explorado, después de todo, la ciudad imperial era lo suficientemente grande como para perderse aún siendo un "amo y señor" de la noche.

-¡Edward!- escuchó la voz de Alice cantar a unos cuantos metros de su posición actual. -¿Dónde estás?- preguntó la duendecilla preocupada, pues seguía sin agradarle Volterra después de todo.

-Alice.- susurró Edward en tono fantasmal, logrando que la pequeña gritara, para luego mirarlo con el ceño fruncido.

-Me supongo que por eso Bella está enojada.- dijo la de negros cabellos mientras ponía ambas manos en su cintura y le miraba con disgusto. -Eres de lo peor.- estaba a punto de marcharse cuando su hermano le rogó que esperara. -Pensaba decírtelo, pero ahora lo guardaré para mí.- respondió a su pregunta y luego se perdió entre las sombras.

-Genial, simplemente genial.- llevó ambos dedos al puente de su nariz y los dejó reposar ahí, mientras sus ojos dorados se cerraban, permitiéndose pensar en todo. ¿Dónde estaba Bella exactamente? Alice lo sabía, pero no se lo iba a decir… ¿quién si podría decirle? Alec…

Se dispuso a encontrar al pequeño vampiro de cordial sonrisa, pero tampoco lo hizo. Parecía que todos los vampiros con los que congeniaba habían decidido desaparecer hoy. Mientras continuaba buscando a su pareja, se topó con una refunfuñante Jane, intentó ignorarla, pero tampoco pudo hacer eso. Entre frustrado y realmente furioso, salió del gran palacio y se adentró en la profundidad de la noche, observando con sus ojos dorados cada detalle que le rodeaba.

Suspiró profundamente y volvió al interior, dirigiéndose a la habitación de su novia, aunque momentáneamente también era la suya. Pensó las posibilidades de encontrar a Bella aquella noche, sin contar con apoyo alguno, y todo parecía apuntar que lo conseguiría. Tomó una de las rosas rojas que guardaba en la habitación para dársela esa noche y volvió a salir.

Mientras, en otra parte….

-¿Estás segura de ello, Rosalie?- se aventuró a preguntar la vampiresa de castaños cabellos, mientras con sus ojos cafeces observaba a la escultural rubia. -Creo que esto está molestando a Edward…- no pudo terminar, pues la risa de Rosalie la detuvo.

-Estará bien, y estoy segura que se alegrará pronto.- respondió la de orbes doradas, analizando cada detalle en la expresión de su cuñada…

-¿Y dónde estarán ustedes?- cuestionó enarcando una perfecta ceja castaña. -¿Todos se esfumaran en un puf?- Emmett estalló en carcajadas tras ella.

-Todo estará bien, enana.- dijo entre risas. -Después de todo, hoy es un día especial para ti.- Emmett le sonrió, decidido a reconfortarla.

-Es un aniversario, Bella.- cantó Alice cerca de ellos. -Solo que él no lo sabe.- le guiñó un ojo de forma cariñosa antes de reír como una niña traviesa.

-No creo que esto cuente como un aniversario…- susurró más para si misma que para los otros.

-Hoy se cumplen varios años desde que te besó por primera vez, cuatro meses desde que llegaste para cambiar su vida y una desde que eres su novia oficial.- la respuesta de Jasper no acabó por satisfacerla, pero ya era inevitable…

Bella estaba segura que ellos se traían algo entre manos, o estaban enterados que habría algo más… No estaba segura de querer saber lo que Alice había visto en esa visión matutina, lo que Jasper intentaba hacerle sentir o lo que Emmett y Rosalie estarían haciendo para entretenerse. Le extrañaba que Carlisle y Esme se hubieran ido de "vacaciones" de forma tan repentina, aunque estaba segura que participaban en lo mismo.

Un mal presentimiento la embargó, pero pronto se sintió más tranquila, todo gracias a la influencia del rubio de orbes doradas. No pudo hacer nada más que suspirar y esperar que no fuera lo que estaba pensando…

Edward, por su parte, seguía dando vueltas por ahí. Juraría haber escuchado la risa de Emmett en algún momento, pero a esas alturas ya no estaba seguro de nada. Siguió caminando y nuevamente terminó en el exterior, solo para notar cuatro figuras -demasiado conocidas- desaparecer entre árboles y sombras. Se encogió de hombros como respuesta a su propia pregunta no formulada y por primera vez se permitió observar el cielo, cubierto por nubes oscuras que ocultaban la luna llena que debía iluminar los alrededores.

Algo en lo alto del palacio Vulturi llamó su atención, alguien se encontraba ahí, y si su mente no le jugaba una broma pesada -y realmente esperaba que no fuera así- casi podría jurar que era Bella. Decidió cerciorarse sobre su acierto -o su error, en caso de así ser- y emprendió el camino hacia la parte superior de aquella torre. Y no se equivocaba, de pie y con la vista perdida en un punto lejano, se encontraba ella…su ángel.

-Bella.- le llamó en apenas un susurro, suficiente para que ella se girara y le sonriera de forma nerviosa, haciéndolo sentir ansioso de repente. ¿Qué es lo que le preocupaba? Se permitió observar la parte superior de aquella terraza, donde descansaba un reproductor de música y una mesa, adornos con flores… algo iba mal…

-Hola, Edward.- saludó ella, mientras con pasos deliberadamente lentos acortaba la distancia que los separaba y se detenía frente a él, para fijar sus ojos en los suyos y perderse en una mirada profunda color caramelo. Era algo como la forma en que se expresaban Jasper y Alice, pero con ellos era aún más especial, no necesitaban muchas palabras ahora que ambos recordaban lo mismo.

Edward se perdió en los ojos de su compañera, mientras con la mano que escondía la rosa tras su espalda, jugaba un poco con las espinas. No sabía que esperar de todo aquello, aunque estaba seguro que Alice había tenido mucho que ver…y en so pensaba, incapaz de concentrarse en la curiosidad de su pareja, quien ahora sostenía entre sus dedos la flor que él portaba segundos antes. Parpadeó varias veces, confundido ante ese pequeño arrebato, pero pronto sonrió a modo de disculpa.

-Siento si…- los labios dulces de Bella Swan se posaron sobre los suyos, acallando todo comentario y cortando todo pensamiento coherente. Permitió a sus labios acariciar los de su compañera con una lentitud indescriptible, mientras sus manos se posaban sobre la espalda de la vampiresa y la apegaban más a su cuerpo. Ella hizo lo propio, rodeando con ambos brazos el cuello de su chico, mientras entreabría sus labios para que sus lenguas danzaran en un baile íntimo.

La música que sonaba de fondo lograba inspirar ese ambiente de romanticismo que tanto les agradaba, haciéndoles recordar aquellas épocas donde sus caminos se cruzaron por primera vez. Y los segundos comenzaron a transcurrir, mientras sus figuras se movían con una elegancia asombrosa para cualquier mortal al compás de un lento vals.

Y ella supo lo que Alice había visto cuando entre sus dedos observó el anillo de Elizabeth Masen, la mujer que había sido como su segunda madre, y que le había asegurado antes de morir, que ese anillo le pertenecería un día. Por años lo había creído una simple ilusión, pero ahora que lo portaba en su dedo entendía lo que Elizabeth quería decir.

Edward sabía que Alice había visto su propuesta en una visión, por lo que se había adelantado unos cuantos pasos, obligándolo a declararse bajo la luna llena…debía agradecérselo alguna vez. Sabía también que Bella había desaparecido repentinamente por culpa de sus hermanos, quienes la habían "raptado" en la profundidad de los pasillos para dejarla en una terraza sin explicación coherente.

Y también recordaba los aniversarios que nombraba Jasper, así como la fecha en que pudo nombrar a Isabella Swan como su mejor amiga cuando ambos eran humanos. Ese día marcaba muchas cosas para ambos, y ahora daba inicio a algo nuevo…algo que siempre había estado destinado para ellos.

Porque Edward había decidido compartir con Bella el resto de su existencia, y ella había aceptado estar a su lado eternamente. Y sabía que su "felices por siempre" sería real.

Y aquella noche, cuando las nubes despejaron los cielos y mostraron la perfecta y brillante luna, un punto de luz brilló solo para ellos. Un punto brillante que representaba todo el amor que se profesaban uno a otro.

Una nueva estrella brillaba en la profundidad de la noche, iluminando aquél futuro que pronto tocarían con la punta de sus dedos, trazando el camino a seguir para la felicidad que sus corazones anhelaban y el destino que ya les había sido asignado.

Porque este era el despertar de una estrella. 

Una estrella que solo brillaba para ellos…

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