11 de agosto de 2010

Cruz de Navajas: Capítulo IX



Capítulo IX:

Poder

El cielo estaba totalmente oscurecido en esos momentos. A pesar de ello, nubes espesas –anunciantes de tormenta- lo cubrían, esperando el momento adecuado para desencadenar su furia sobre el pequeño pueblo de Forks. Bella estaba de pie a mitad del claro, alerta, decidida…

Había salido de la mansión Cullen con la mayor rapidez que le permitía su condición inmortal, usando gran parte de sus dones para escapar sin ser detectada y sin dejar rastro. No era muy difícil para alguien como ella, pero era preferible ser precavida que dejarse atrapar por la curiosidad de sus nuevos amigos. Marco le explicaba constantemente, y sin falta, que nunca se debe dar la espalda al enemigo, y que es mejor tener cerca a éste cuanto más sea posible.

Y eso es lo que pretendía ahora, mantener cerca a los Cullen, lo suficiente para usarlos de ser necesario, pero a la vez lo bastante apartados como para no descubrir su identidad de Vulturi. Isabella siempre había sido así, en exceso precavida, aunque en ocasiones no lo aparentara.

-Es hora.- sentenció con voz fría, mientras centraba su mirada en uno de los lados del bosque, pretendiendo localizar al neófito que exterminaría en esos momentos.

Y no pasó mucho tiempo antes que lo viera por fin. Era un chico de unos quince años, de tez completa y totalmente pálida, de labios rosados y ojos rojos como la sangre. Era una criatura terriblemente hermosa, y por poco se distrae lo suficiente para no ver a su compañera: una chiquilla de doce o trece años, de largos cabellos rubios y ojos borgoñas profundos e intimidantes. Ambos infantes quedaron inmóviles a escasos metros de ella, mirándola con una admiración casi considerada adoración.

Bella contempló a los niños con recelo, leyendo sus mentes infantiles plagadas de recuerdos humanos y el infierno que requería la transformación. Y vio en sus mentes a los dos vampiros que restaban: Laurent y James, los causantes de todo aquél calvario.

-No quisiera tener que hacer esto, niños.- pronunció la vampiresa de ojos violetas con una falsedad claramente evidente. –Pero, no puedo aceptar que anden sueltos.- tomó dos dagas, las que siempre traía consigo y apuntó a ellos.

Las cuchillas salieron disparadas en la dirección de los pequeños, pero al llegar hasta sus blancos, estos ya no estaban. Isabella miró con detenimiento el detalle, analizando como sus víctimas habían desaparecido ante sus ojos, y como la barrera que creía haber puesto antes ellos no se encontraba activa. Giró sobre sus talones, procurando no perder detalle de su entorno, y fue cuando escuchó el sonido que la puso alerta…

Eran pasos. No uno ni dos, o tres y cuatro, eran demasiados. Podía contar fácilmente cincuenta pares de pies moverse a velocidad vampírica. Algunos árboles del bosque comenzaron a caer, y uno que otro grito fue acallado. Y ese fue el momento donde los vio, eran muchos chicos, entre los doce y los dieciocho años, con ojos rojos ardiendo en llamas. Los dientes descubiertos y sonoros rugidos que escapaban de sus pechos, mientras contemplaban con odio la figura femenina inmóvil en el claro.

-Demonios.- exclamó cuando sintió sus brazos ser sujetados tras su espalda.

-Nunca bajes la guardia, princesa.- una voz tremendamente seductora cantó en su oído. –Isabella Vulturi. ¿Realmente eres lo mejor que tienen?-

Bella se libró del agarre velozmente, lanzando a su captor varios metros hacia atrás. Éste sólo la miró con diversión, como si se tratase de un pequeño juego.

-Vamos, cariño, no puedes ser tan brusca.- James sonrió con arrogancia, mirando a la muchacha con detenimiento.

-¿Qué pretenden al hacer esto?- lanzó una mirada a las filas de neófitos rodeándolos. -¿Cuál es el plan?

-¿Plan?- James rió con musicalidad. –Ninguno, niña. Sólo nos divertimos.-

-¿Divertirse? ¿Llaman a esto diversión?- preguntó molesta, notando como la rabia crecía en su interior. James no respondió, sólo se limitó a ensanchar su sonrisa.

E Isabella no esperó más para atacar, aunque fue recibida por los neófitos a la vez. Su poder era demasiado fuerte, pero no podía ocuparse de tantos inmortales a la vez, mucho menos si debía acabar con un ser como lo era James, o su compañero, Lauren.

La lucha no era pareja, no importaba que Bella fuera indestructible, no podría sola. Y por vez primera, deseó haber llevado a alguno de sus hermanos con ella. Isabella Vulturi necesitaba apoyo, pero, por el momento, no lo tenía.

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La lluvia golpeaba con violencia el suelo, y los truenos acallaban todo rastro de la lucha que se llevaba acabo en algún lugar de aquél bosque espeso.

Edward corría a velocidad vertiginosa, saltando entre los árboles caídos. Alice venía tras él, analizando el futuro del pueblo y de la propia Isabella; pero éste cambiaba tan rápido que le era imposible determinar cuál era el correcto. Jasper permanecía atrás, cuidando a todos los miembros, mandando ondas de tranquilidad al clan.

Carlisle no sabía si debía revelar que la joven era miembro de la guardia real, algo que posiblemente lograría calmar a su hijo. Esme por su lado, no deseaba participar en semejante matanza, pero era necesario para proteger a su familia. Rosalie estaba entre molesta y ansiosa, sentía que algo pasaría si no estaba presente. Talvez había sido la historia de Bella lo que la hizo identificarse, y aún así, no le importaba el final de todo aquello. Emmett iba feliz por una buena pelea, lo que no era inusual en él.

-Espera, Edward.- cantó Alice cuando su hermano aceleró su ritmo. –Casi lo veo…- se detuvo en seco, sorprendiendo a todos los miembros de la familia. –Ella…

-¿Qué pasa, Alice?- le preguntó Esme con tono maternal, mientras acariciaba sus negros cabellos con cariño.

-Ella… es sorprendente.- Alice sonrió feliz, viendo como la chica obtendría la victoria al final. –Aún así, nos necesita.- Y corrió, dejando a todos estáticos. Edward pronto imitó el movimiento y la superó, deteniéndose al entrar al lugar de la pelea.

Bella se encontraba acorralada en un árbol por un vampiro de ojos rojos. En el suelo, descansaban los restos de distintas fogatas, y por lo que pudo leer en la mente de Alice, eran por lo menos treinta de los cincuenta iniciales.

-Hey, Edward.- le llamó Jasper. –Creo que ha agotado gran parte de sus energías.-

Isabella permanecía inmóvil, mirando los ojos oscurecidos de su captor. James la miraba con diversión, mientras con una mano la mantenía por el cuello, con la otra le acariciaba la mejilla enrojecida.

Bella respiraba con dificultad, a pesar de ser innecesario, y su corazón latía a un ritmo desenfrenado. Cayo le había advertido sobre eso, si el corazón se detenía, era probable que su existencia acabara también. No estaba dispuesta a dejar que eso ocurriese. Reunió fuerzas suficientes para sacarse a James de encima, logrando lanzarlo veinte metros. Cayó al suelo agotada, con el corazón casi sin latir. El miedo se apoderó de ella unos instantes, pero pronto recobró la compostura.

Los Cullen se movían a gran velocidad entre los neófitos. Logrando acabar con ellos en un instante. Sin embargo, la pelea apenas dama inicio. Un grupo mayor al inicial de neonatos apareció en el claro, siendo acompañados por Laurent. Todos eran pequeños niños de ojos rojos y afilados colmillos. Pequeños que no tenían la culpa de los planes de ese par.

Isabella los contempló con cierta pena, imaginando el dolor de los padres de esas criaturas al no volver a saber nada de ellos. Y, a pesar de ello, siguió con su trabajo. James apareció de nuevo, furioso, y arremetió contra ella.

Isabella cayó al suelo, con el pesado cuerpo de James sobre el suyo. Sus ojos se toparon, pero no fue capaz de actuar. Una visión nubló sus pensamientos, lo que dio oportunidad para que James la atacara con toda su fuerza.

Edward corrió hacia ellos y se enfrentó a él. Mientras Esme se alejaba de semejante acto de exterminio para proteger a la vampiresa mientras estuviera perdida. La visión de Isabella revelaba muy poco sobre lo que acontecía. Sabía que iban a ganar, más no cómo ni cuándo.

Había visto imágenes de Volterra. Todos estaban reunidos en la sala, observándose unos a otro. Veía el rostro satisfecho de Jane, mientras se colocaba la capa. Ellos vendrían pronto, de eso no había duda.

Isabella se recuperó lo más pronto que pudo y se lanzó sobre Laurent, logrando acabar con él en un instante. Estaba harta de la lucha. ¿Cuántos niños había tomado como víctimas ese tal James? No parecían acabarse. ¿Dónde los mantenía ocultos?

Agradecía a los Cullen por su ayuda, pero a la vez sabía que estaban estorbando. Podría acabar con decenas de ellos en un solo movimiento, pero, ¿qué pasaba si uno del Clan vegetariano caía en la trampa? No estaba dispuesta a correr ese riesgo.

La lucha se prolongó durante horas. Horas que parecieron eternas. Cientos de neófitos fueron asesinados por ellos. Carlisle ya no soportaba más. Sentía que estaba cometiendo un enorme pecado. Y Jasper estaba cansado por el torrente de emociones con las que estaba lidiando. Edward seguía enfrascado en una lucha con James, una lucha que parecía incapaz de ganar.

Y todo seguía así. No había señales de fin. Isabella estaba harta de ello. Su furia iba en aumento al ver sus planes fallar de forma tan atroz. Quería acabar con todos de una vez, pero no le era posible. A menos que…

-¡Edward!- gritó de repente, logrando que todos giraran en su dirección. La distracción permitió que James lo apartara de sí. Bella usó eso como una buena señal. Sacó varias dagas y las lanzó en dirección de James, quien las esquivó.

Isabella cerró los ojos un momento. Se arrodilló sobre el pasto y extendió sus manos. Cuando abrió los ojos de nuevo, éstos habían adquirido un matiz intenso. James se congeló en su sitio, mientras sus ojos miraban de un lado a otro. Nadie sabía lo que ocurría, pero la presencia de Bella se volvió intimidante en un instante.

Dos dagas pequeñas giraron en sus dedos y una sonrisa siniestra se apoderó de sus labios. Las lanzó en dirección de su presa, dejándolo clavado en un árbol. El Clan de Carlisle miraba con asombro la escena, incapaces de creer tal espectáculo. Los dedos de Isabella marcaron en el aire varias líneas que no parecían tener sentido, hasta que los aullidos de James les demostraron lo contrario.

Su cuerpo estaba siendo despedazado lentamente y el fuego comenzó a arder ante sus pies. Bella miraba todo con atención. Recordando la última vez que había hecho eso. Los Cullen, por su parte, eran incapaces de dar crédito a eso. ¿Era posible hacer algo así? No lo sabían. ¿Qué tan asombrosa era Isabella Swan? No estaban seguros de desear descubrirlo.

-Todos atrás.- susurró. Y de inmediato el Clan vegetariano se colocó a una distancia prudente. –Esto acabará ya.- parecía hablar consigo misma.

Con un movimiento de sus manos reunió a todos los neonatos a su alrededor. Fácil serían unos trecientos más. No creía posible eso, no estaba segura de que funcionara. Reunió todos los dones que había adquirido en su existencia, formando una corriente violeta a su alrededor.

Alice miraba con diversión todo aquello, el resto con asombro. Bella movió sus manos una última vez, logrando que el aire cambiara de color y se dirigiera a todos los neonatos. Cortándolos por la mitad. Un fuego enorme devastó el prado, acabando con todo rastro de aquellas criaturas hambrientas.

Isabella sonrió de nuevo. Sabiendo que había concluido esa misión. Sin embargo, ya no escuchaba latir su corazón. Sintió los ojos pesados y se vio forzada a cerrarlos. Tan pronto lo hizo, su cuerpo cayó al suelo pesadamente.

Los Cullen corrieron hacia ella. Carlisle la observó, incapaz de saber que ocurría. No era propio de un vampiro poder hacer todo eso. Lo que le preocupaba era el sonido que ya no percibía. No había pulso, no había color. Ahora Isabella Swan parecía un vampiro de verdad.

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