22 de junio de 2010

Diamantes & Esmeraldas: Capítulo II

Capítulo 2. Diosa de Hielo.

Bella POV

Y ahí estaba yo, sentada en un salón repleto de gente curiosa sin nada que hacer o decir. A mi lado estaba un chico rubio de orbes azules, según tengo entendido -gracias a las tres veces que el profesor de matemáticas le ha llamado la atención- su nombre es Mike Newton. Del otro, una chica de cabello y ojos castaños, reservada y que en ningún momento me ha mirado con algo más que timidez, me parece agradable, creo que se apellida Weber. En el asiento de atrás, otro hombre, un chico con acné y gafas. Y frente a mí, estaba de pie el profesor. Como si no fuera poco ser el nuevo trofeo del instituto de Forks, todavía me sienta delante de la clase.

-Señorita Swan, ¿conoce la respuesta?- me cuestionó el maestro, notando mi desinterés en su clase del día. Rodé los ojos sin que él lo notara y respondí a su pregunta, acertando en la respuesta y logrando que se alejara.

Desde lo sucedido en casa no soporto que la gente invada mi espacio personal, algo que Jacob y sus amigos aún no logran entender. Eso me recuerda que han arruinado la perfecta pintura de mi auto, eso lo arreglaré esta tarde. Estoy segura que Emily se molestará mucho con ellos y Sam interferirá por mí. Siempre es así.

La campana comenzó a sonar en ese momento, informando a todos los estudiantes sobre el término de la primera parte del prolongado día, la hora del almuerzo por fin había llegado.

Recogí mi bolso y decidí salir de aquel lugar antes que el mundo me rodeara, algo que a penas alcancé a lograr. El camino a la cafetería fue tedioso, todos me miraba de arriba abajo, y otros centraban su atención en partes imposibles de nombrar. ¿Por qué la gente suele ser así?

Los pasillos se iban llenando poco a poco de gente curiosa, gente que me miraba sin vergüenza y que luego cuchicheaba con sus compañeros sobre mí. ¿Qué tanto miraban? No pude evitar dirigir una mirada discreta a mi ropa, asegurándome que todo estuviera en su sitio. Y lo estaba. Mi falda no era corta, y mi blusa no tenía un extravagante escote, mis tacones no era de mujerzuela…Entonces, ¿qué provocaba tanto murmullo?

Cuando por fin entré a la cafetería la cosa se puso peor. Instintivamente todo el mundo se giró en dirección a la puerta, clavando sus penetrantes ojos en mi figura. ¡Sería uno de esos días! Estaba comenzando a echar humo, y la fila que esperaba pagar sus almuerzos comenzó a despejarse para dejarme ir primero, algo que me mosqueaba incluso más.

Compré una botella de agua y un yogurt natural y me dirigí a la primera mesa que encontré desocupada. Muchos me siguieron con la mirada, pero los únicos que me regalaron sonrisas cordiales fueron las cinco personas de la mesa continua. Escuchaba las suaves risas de las chicas y uno que otro murmullo de los chicos, y me parecían personas encantadoras y despreocupadas; iguales a como solía ser yo antes. Antes…

-¿Qué tal tu día, princesa?- ¡Genial! Mi gozo en un pozo…

Jacob Black y los cuatro mastodontes que tiene por amigos pronto ocuparon la mesa conmigo. Los cinco sonreían de forma socarrona, y Jacob mantenía un brazo alrededor de mis hombros, dejándome pegada a su pecho.

-Bien, hasta que llegaste.- respondí de forma fría, procurando molestarlo con eso.

-Vamos, Bells.- una expresión de dolor atravesó mis facciones, y podía sentir el lastimero latir de mi corazón. Embry se dio cuenta, pues golpeó a Jacob bajo la mesa. -Lo siento.- se disculpó, meciéndome un poco y apretándome una vez más contra su pecho.

Sabía que se había equivocado al decir eso, lo sabía… No podía llamarme Bells, no debía. Solo mi padre me decía de ese modo, y él ya no estaba para hacerlo. Charlie ya no estaba, ni Renée… Solo estaba yo…

-Eres un idiota.- dije. Jacob sonrió de nuevo, y escuché a Paul reírse. -¿Por qué no buscan otra mesa?- me crucé de brazos y fruncí el ceño.

-Porque nos gusta hacerte compañía, Eris.-dijo Quil con su tono dulce e inocente. ¡Já! Como si alguien se lo creyera…

-¿Eris?- enarqué una ceja y torcí los labios en una mueca fiera. -¿Me llamaste Eris?- Jacob sonrió en mi dirección y chocó los cinco con su amigo.

-Bueno, nos gustaba decirte Venus, porque, siendo sinceros, estás tremenda y…- Jared dejó de hablar justo cuando un chorro de agua impactó contra su rostro. Pude escuchar a los de la mesa continua, las cinco personas felices, murmurar sobre ello.

-¿Y luego?- le pregunté a todos mis "adorables" acompañantes, mientras cerraba cuidadosamente mi botella de agua.

-Decidimos que el amor y tu no van juntos.- concluyó Jared molesto; yo enarqué una ceja.

-Pensamos en llamarte Nix.- dijo Embry de forma tímida. Una cucharada de yogurt se deslizó por su mejilla morena. -La Diosa de la Oscuridad, pero concluimos que no era lo mejor.- uno de los chicos de la otra mesa se reía.

Un chico de cabello y ojos castaño, de tez clara y gran tamaño, musculatura descomunal y un sentido del humor único. A su lado, intentando hacerle guardar silencio estaba un chico de cabello rubio y ojos azules, con la piel pálida y un semblante de hombre maduro y reservado. Frente a ellos dos chicas: ambas de piel blanca y ojos azules, una rubia y otra de cabello negro; la rubia tenía una figura impactante, el cabello a mitad de la espalda, y una sonrisa seductora bailando en sus labios, la otra era pequeña, con el cabello de un color intenso, corto y señalando distintas direcciones, aplaudía suavemente mientras reía. Y había otro chico, de ojos verdes y cabello castaño cobrizo, tez pálida y él sonreía suavemente. Mientras lo miraba, su mirada impactó con la mía y por un momento me perdí en aquellas preciosas joyas verdes. Pero todo lo que empieza tiene que acabar…

-…así que por eso te llamamos Eris.- dijo Paul muy pagado de si mismo, sin enterarse que no lo escuchaba.

-Grandioso.- les reproché con sarcasmo, poniendo los ojos en blanco y soltándome del abrazo de Jacob. -Igual que el hecho de haber arruinado mi auto.- mi tono fue más duro de lo que esperaba, y ellos se tensaron un poco.

-Eso no era planeado, bebé.- cantó Jacob con su tono seductor, o eso intentó. Escuché a más de una chica suspirar, ¿qué le veían a ese tipo? -Pero ya te dije, lo arreglaremos esta tarde.- sus dedos levantaron mi barbilla, obligándome a mirar a sus ojos oscuros. Aparté el rostro molesta.

-Estoy segura - dije con cierto énfasis. - que a Sam le molestará saber que sus chicos van por ahí haciendo destrozos.- el rostro de Jacob se tensó y me reprochó con la mirada esa "pequeña" amenaza implícita.

-¿Irás a molestar a Sam por eso?- me preguntó receloso, intentando aparentar que estaba calmado.

Me puse de pie con paso lento, pero me detuve a un lado de ésta. Me incliné hasta apoyar los codos sobre ella y dejé mi cara a poca distancia de la suya.

-Sam es el nuevo jefe de policía, órdenes de mi padre, ¿crees que dejará pasar cualquier cosa que me involucre?- lo vi negar embelesado. Nunca he entendido por qué los chicos me miran como idiotas si estoy muy cerca.

Me erguí de nuevo, dispuesta a marcharme, pero la mano de Jacob en mi muñeca me detuvo. -¿Crees que dejaré pasar esta oportunidad?- sentía la mirada de todos los estudiantes puestas en nosotros.

-¿Debo tomar eso como una amenaza?- pregunté visiblemente divertida. Jacob se puso de pie y quedamos de frente. -No soy estúpida, conozco tus juegos…- le reté, sonando firme y a la vez burlesca.

-No hay reglas, Swan.- dijo pegándome a él y colocando su mano en la parte baja de mi espalda. Antes que pudiera apartarme, sus labios impactaron contra los míos de forma violenta y escuché a muchas de las chicas gritar encantadas, y muchos de los chicos gruñían disgustados.

Coloqué mis manos en su pecho y lo empujé con fuerza, alejándolo de mí. -¡No vuelvas a tocarme!- grité encolerizada.

-No es mi culpa que le temas a los hombres.- contraatacó. -Lo de tu novio…- no lo dejé terminar la oración, le mojé el rostro igual que lo había echo antes con su amigo. Frunció el ceño y sonrió, dejándome ver que eso aún no terminaba. -que te haya sido infiel…- más agua. - que tu primera vez haya sido…- ¿qué tan bajo pensaba caer para humillarme? No terminó la frase, pues mi mano impactó con violencia contra su rostro.

-Cállate de una maldita vez.- en el lugar reinaba un silencio sepulcral.

-Charlie y Renée estarían muy avergonzados si te vieran.- me dijo en tono hiriente.

-No tanto como lo estoy yo de conocerte.- me giré y comencé a caminar hacia la salida, bajo la atenta mirada de todo el mundo.

-Se muere por mí.- lo escuché decirle a sus amigos antes de azotar la puerta de la cafetería y caminar a zancadas por los pasillos. ¿Qué se creí ese imbécil?

Ir por ahí contando cosas que no le involucran, era obvio que Emily debía asegurarse que nadie estuviera escuchando nuestras pláticas privadas de ahora en adelante. Pero, ¿cómo se atrevía a divulgar eso? ¿Pensaba que con decir que mi novio me había puesto el cuerno, o que dos tipos me habían robado cierta inocencia, yo saldría con él?

Unos diminutos pasos me siguieron hasta el baño, y pronto vi a la persona que había recorrido el mismo camino que yo: la chica bajita de negros cabellos y ojos azules.

-Hola.- me saludó educadamente mientras lavaba sus blancas manos bajo el chorro de agua. Yo estaba sentada sobre uno de los lavabos, intentando frenar las ganas de matar a Jacob Black por todo lo que estuvo a punto de escapar de su boca.

-Hola.- respondí de forma cortante, bajando de un salto de mi "cómodo" asiento y mirándome el rostro en el espejo. Pasé un trozo de papel por mis labios, retirando el lápiz labial y esperando borrar de ese modo el recuerdo de sus labios fieros sobre los míos.

-Soy Alice Brandon, un gusto conocerte.- habló la muchacha, contemplándome con cierta curiosidad. -Me ha gustado lo que hiciste en la cafetería.- dijo ante mi silencio. -Pienso que alguien debía ponerlo en su lugar.-

-Estoy de acuerdo.- respondí sin mirarla. -Y me alegra ser yo la que lo haga.- una pequeña sonrisa comenzó a formarse en mis labios.

-No sé quién eres aún.- cantó con su voz suave. -Me he presentado y tu aún no me dices tu nombre.- sentenció un tanto disgustada ante mi falta de tacto y modales.

-Soy Isabella Swan, pero puedes llamarme Bella.- sonrió de forma alegre, como una niña pequeña ante un dulce.

-¿Eres hija de Charlie Swan?- aparté la mirada dolida, aún no soportaba escuchar su nombre sin desear estar con ellos; sin recordar esa noche.

-Si, su única hija.- arrojé el papel al cesto de basura y me dispuse a salir, pero ella me detuvo por la muñeca.

-Mi tío Carlisle le conoce. Él y tu padre fueron amigos hace tiempo, se alegró mucho al saber que vendría a Forks a vivir.- parecía sincera y dulce al hablar, pero yo no conocía a ningún Carlisle. -¿Cuándo crees que puedan ir tus padres y tu a cenar a casa?-

La campana sonó en ese momento, y nunca e había sentido tan feliz de escucharla. -Luego los discutiremos. No deseo llegar tarde.- me solté de su agarre y me dirigí al laboratorio de biología.

El profesor era un hombre respetuoso y muy amable, me presentó ante el grupo de forma breve y me asignó el único lugar desocupado. Como si el destino tuviera preparado todo, mi compañero de mesa -y de futuros trabajos- era el chico de ojos verdes.

Me dirigió una sonrisa sincera cuando me senté, pero yo no pude hacer lo mismo. La pregunta de la enana de puntas desaliñadas seguía rondando mi mente, ¿qué excusa usaría para no hacer efectiva esa reunión? No podía ir y decirle que Charlie estaba muerto, haría preguntas y mientras un hombre aún fuera libre yo no debía abrir la boca.

-Hola.- escuché al muchacho susurrar cerca de mí. Me giré en mi asiento, centrando mi mirada en él. -Soy Edward Cullen, el primo de Alice.- un escalofrío me recorrió ante el tono aterciopelado de su voz, tan amable y seductora a la vez. Y el hecho que fuera primo de Alice Brandon no favorecía en nada mi situación. ¿Él también se atrevería a preguntar por mis padres?

-Bella Swan.- respondí sin más, intentando no mirarlo mucho tiempo.

-Es un gusto conocerte.- aseguró sin dejar de sonreír de una forma que podría haberme quitado el aliento con facilidad. -Me ha gustado la escena del almuerzo.- una pequeña risita escapó de sus labios, y sus ojos brillaron con malicia. No pude evitarlo, me reí suavemente, como no lo hacía desde días antes.

-Yo también he disfrutado eso, - una mueca se formó en mi rostro al pronunciarlo -pero lo del beso ha sido demasiado.- Lo vi sonreír.

-Ha sido interesante verlo. Eres la primera que lo rechaza.-

-Lo sé, y no logro entender que le ven a él y sus amigos.- dije molesta y me crucé de brazos.

-Deberías hablar con él.- enarqué una ceja frustrada. -Ha divulgado que eres su chica desde la semana pasada, y aunque no le creíamos, parece que ahora nadie lo duda.-

-¿Qué ha hecho qué?- el profesor me dirigió una mirada reprobatoria por haber interrumpido su clase, por lo que me disculpé y me mordí la lengua para no ponerme a maldecir.

-Si, y ahora que te ha reclamado como suya, créeme que no te será fácil librarte de él.- dijo algo molesto, y no entendí la razón.

-Jacob se ha vuelto loco, le he dicho desde hace semanas que no me interesa…- Edward me escuchaba atento, interesado en lo que decía. -Es un completo idiota.- concluí con el ceño fruncido y la mirada cargada de odio.

-Es un imbécil.- coincidió él. -Pero ninguna de las chicas ve eso, tú eres distinta.- sonreí ante eso, pocas veces escuchaba un cumplido, si es que eso era una especie de cumplido.

-Y sus amigos no son distintos.- agregué sonriendo. -Mira que ponerme nombre de diosas griegas…- él se rió dulcemente, y a pesar que ya había sonado el timbre, ninguno se movía de su lugar.

-Todos te ven como una.- respondió a mi comentario, sin borrar su sonrisa pícara.

-¿A qué te refieres con eso?- pregunté enarcando una ceja, pero no me respondió. Tomó su mochila y comenzó a caminar hacia la salida, tomé mis cosas con brusquedad y caminé rápido hasta ponerme a su altura y lograr conservar su paso.

-Solo digo que todos están creyendo que no eres de este mundo.- esa respuesta no me bastó, y él se dio cuenta. -Vamos, eres muy bonita e independiente, algo no muy propio de aquí.- me detuve y lo obligué a hacer lo mismo.

-¿Y qué hay de esa despampanante rubia en tu mesa?- cuestioné molesta. No me gustaba que la gente hablara de mi físico.

-Bueno, mi prima Rosalie es una muchacha muy atractiva, pero todos saben que está con mi hermano Emmett.- se encogió de hombros y luego me sonrió. Mi mano no soltó su muñeca de todos modos.

-¿Tu prima?- la chica rubia era su prima y la enana también, por lo que suponía que el rubio era hermano de la atractiva chica de orbes azules y el grandulón era el tal Emmett. -Eso no me lo esperaba, no se parecen en nada.-

-¿Qué hay de ti, eres hija única?- preguntó de forma educada.

-Si, lo soy.- respondí algo reacia, aunque él no lo notó. -Tengo que ir al gimnasio.- dije al darme cuenta que me quedaba una clase más.

-El entrenador faltará esta semana, esa también era mi siguiente clase.- me comunicó divertido. -Pero aún debo esperar a mi familia, así que me quedaré en el coche un rato. Un gusto hablar contigo, Bella.-

-Adiós, Edward.- un hormigueó recorría mis palmas mientras lo veía alejarse. Ese chico era distinto y me inspiraba mucha confianza. Me hacía sentir segura con su sola presencia.

Me dirigí a mi coche y salí del estacionamiento rumbo a la jefatura de policía. Sam debía informarme algunas cosas si quería que siguiera tranquila, y una nueva idea había cruzado mi cabeza por la noche. Talvez era necesario tenderle una trampa a esa asquerosa rata para poder atraparla, y yo estaba dispuesta a ser la carnada.

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