Las manos descansando sobre el regazo y los tobillos cruzados uno tras otro, mientras sus ojos violetas no perdían detalle de todo lo que la rodeaba. Isabella iba sentada en el volvo de Edward Cullen, pero eso no garantizaba una conversación amena con el lector de mentes, una conversación era algo muy complejo para ambos, ya que tenían preguntas que no podían ser expresadas con total facilidad o la claridad suficiente para su satisfacción.
Aunque podían jugar un poco con las palabras y descubrir algo del otro, algo de real importancia o simple curiosidad, pero nada indiscreto para descubrir sus identidades como vampiros a sus acompañantes. Isabella entendía por qué razón guardaba el secreto de su "existencia" tan riesgosamente, pero no era consciente de por qué lo debía esconder de los Cullen, siendo éstos la familia de Carlisle, uno de los grandes amigos de Aro.
No podía oponerse a los mandatos de sus "creadores" o sus "padrinos" como los había designado anteriormente, aunque… ¿y si ellos lo adivinaban por su cuenta? Necesitaba una simple estrategia para que el secreto fuera descubierto y pudiera moverse con total libertad en Forks, podría cumplir su misión y ganar nuevos "amigos" en caso de necesitarlo próximamente.
Nunca había hecho amistad con otros vampiros, pues siempre que dejaba Volterra era para la caza y el exterminio, no tenía caso socializar con la presa si acabarías con su vida en escasos segundos. Eso no era un lazo fuerte ni una relación profunda, aunque tampoco anhelaba eso. Quería divertirse de vez en cuando con "gente" que la comprendiera y poder desahogarse con alguien cuando se sintiera en un ambiente pesado, pero Heidi no estaba para eso.
Heidi. Aún no entendía por qué la vampiresa de ojos violetas la había salvado aquella noche. ¿Para qué la necesitaba en aquél entonces, cuando todavía era una humana inservible y con un olor delicioso? No lo entendía. No es como si Heidi hubiera sabido la gran arma que estaba portando rumbo a Italia setenta y dos horas después de haber clavado los colmillos en la piel de su cuello y en una de sus muñecas.
Acarició sin pensarlo la cicatriz en forma de media luna en su muñeca izquierda, dado que la marca en el cuello siempre era cubierta por ropa o collares de listón. No sabía que Edward la miraba atentamente y reparaba en cada detalle de sus ojos y la forma en que sus labios intentaban sonreír o la forma en que lo hacían. Y mucho menos se había enterado, que él seguía el movimiento de sus dedos con total interés, solo para quedar en shock ante la forma de la marca…una marca que solo quedaba al ser mordido por un vampiro…
Edward Cullen estaba a un paso de adivinarlo, y estaba casi convencido de la inhumanidad de Bella, pero mientras ese molesto corazón siguiera latiendo, él no podría estar seguro. Y entonces Isabella se congeló y el brillo en sus orbes lilas se hizo más intenso, mucho más atrayente y maravilloso. Y él no pudo evitar sumergirse en esas piscinas de infinito misterio.
Ahogó un grito, pero el traicionero -y errático- latido del corazón la delataba. Las presas se acercaban demasiado a prisa, estarían pronto en Forks, pero no estaban solas. Dos vampiros de distintas apariencias y complexiones corrían a velocidad inhumana entre árboles verdes, sus ojos borgoña brillaban ante la sed. Pero no iban hacia Forks, la visión cambió de un minuto a otro…iban hacia Seattle. Y varios neófitos los acompañaban, y Victoria se reunía con ellos…
Lo sabía. Victoria sería de gran ayuda para acercarse a los otros seres inmortales y acabarlos a los tres a la vez, pero no contaba con el sonar de su celular, rompiéndose la burbuja de adelantos que había creado. Aun así, no respondió. Heidi podía llamar en otra ocasión, ahora ella debía arreglar todo antes que Edward decidiera comentar todo lo que sabía.
Se detuvieron en el aparcamiento del instituto, junto a un descapotable rojo, y anduvieron con elegancia hacia sus clases. Ella agradeció felizmente el paseo, pero Edward no hizo otra cosa que asentir y tomar otro camino. Y no se vieron hasta la hora del almuerzo, hora dónde Bella se sentó en la mesa de la familia Cullen-Hale.
-¡Isabella!- cantó Alice al verla andar hacia su mesa. -¿Cómo han estado tus clases?- Alice jugueteó con la roja manzana entre sus dedos, sin acercarla a sus labios en ningún momento.
-Bien, si es que puedo decirlo.- suspiró con fastidio. -Mike Newton no ha dejado de molestarme la última hora, y francamente estoy pensando si debo dejarlo vivo o no…- sonrió de esa forma maliciosa que tanto llamaba la atención de Edward, pues le daba un toque siniestro y a la vez sincero.
-Newton siempre es así.- respondió entre refunfuños Emmett. -Si decides matarlo, puedo ayudarte.- una sonrisa burlona tintineó en sus labios al tiempo que dirigía una mirada en dirección al nombrado.
Mike Newton giró el rostro para toparse con los hijos del doctor Cullen e Isabella Swan mirándolo. Un escalofrío recorrió su espalda y algunas pequeñas gotas de sudor empaparon su frente. Si las miradas matasen, él ya hubiera muerto. Pero las más intimidantes eran sin duda, la mirada envenenada de Isabella Swan, y la mirada furiosa de Edward Cullen.
Ambos curvaron sus labios en sonrisas maliciosas, al tiempo que mostraban un poco sus dientes y sus ojos se volvían oscuros y penetrantes. Mike giró el rostro y leves temblores recorrieron su cuerpo. Estaba aterrado.
Emmett estalló en carcajadas ante la reacción exagerada del rubio, al tiempo que Alice le daba un pequeño empujoncito a la pierna de Isabella para llamar su atención.
-"¿Puedes escucharme?"- cuestionó la pequeña de ojos dorados, creyendo que sus visiones tenían sentido. Isabella clavó sus penetrantes ojos en los de su compañera antes de asentir con su cabeza disimuladamente. -"Eres un vampiro, ¿verdad?"- se aventuró a preguntar mentalmente la de negros cabellos. Edward no podía escuchar los pensamientos de nadie en la mesa gracias al don de Bella, aunque claro, ella podía oír cada palabra.
-"Lo soy"- respondió mentalmente. -"¿Cómo lo sabes?"-
-"Nosotros también lo somos."- rió suavemente la duendecilla, captando la atención de todos.

-"En realidad, si. Te vi contándonos esto…"- el rostro de Bella cambió de inmediato de la sorpresa a la furia. Estaba molesta consigo misma por no haber sido más cuidadosa. Un detalle como aquél podría haber arruinado todos sus planes. Era tan idiota. -¿Pasa algo malo, Isabella?- le preguntó en voz alta, y pronto sintieron la mirada del resto sobre ellas.
Negó con la cabeza al tiempo que escuchaba su teléfono sonar. No habría diferencia si se marchaba o no, después de todo, Alice ya sabía lo que era.
-¿Bueno?- su voz sonó fría y muerta, captando la atención de todos en la mesa ante el cambio en su actitud. -¿Qué ocurre, hermana?- su tono se suavizó y ellos comprendieron el motivo.
-¿Estás sola?- preguntó Heidi con su melodiosa voz, obteniendo una negación por parte de Bella. -Entonces aléjate de ahí.- ordenó molesta.
-No tengo por qué hacerlo.- le reprochó la otra. -Si es importante dímelo ahora, sino cuelga.- frunció el ceño y esperó. El ambiente estaba tenso, pero le molestaba que sus planes se arruinaran.
-Si ellos…- empezó Heidi, pero fue cortada.
-No me importa.- repuso la otra. -Tres días, si es lo que quieres saber.- y cortó la llamada.
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Heidi no podía creer lo que había ocurrido. ¿Cómo es que su hermana pequeña le había tratado de modo tan descortés? Talvez algo había salido mal, quizás los Cullen ya lo sabían y por eso no se había molestado en alejarse, o talvez ya no estaba de su lado…Isabella podía cambiar su estilo de vida en un instante, y estaba convencida que tarde o temprano se marcharía.
Había recibido el primer informe de Bella, y era consciente del choque entre los hermanos Cullen y ella, ¿qué pasa si ella decide quedarse con uno de los vampiros de ese clan? La posibilidad era de cincuenta y cincuenta por ciento. Ese chico, el lector de mente, el que la había tocado…él podría cambiar a Isabella en un instante…
-¿Qué va mal, Heidi?- escuchó a Cayo preguntar y se sintió preocupada de repente. Conocía muy bien el humor de los Vulturis como para molestarlos, pero Bella arruinaría las cosas a ese paso, y era mejor prevenir que lamentar.
-Isabella dio un plazo de tres días.- respondió honestamente, pero los ojos violetas no eran capaces de fijarse en los de su superior, descubriéndola al instante. -Y…me ha colgado.- suspiró y Cayo enarcó una perfecta ceja. -Dijo que no le importaba que los otros descubrieran lo que es, creo que estaba con el clan de Carlisle…- eso fue suficiente, pronto Aro y Marco estuvieron ahí también.
-¿Qué haremos?- preguntó Marco un tanto sombrío, como solía serlo antes de que llegara la vampiresa de asombrosos poderes. -No podemos dejarla suelta si no...-
Pero como siempre, Aro estaba preparado para calmar a sus hermanos e impartir las órdenes necesarias. Y su voz no se hizo esperar en aquél silencio sepulcral que se había apoderado de Volterra unos minutos atrás:
-Tranquilos, todos.- Ojos borgoñas y violetas centraron su atención en la figura de negra capa que flotaba a su alrededor. -Isabella no podría traicionarnos nunca, de eso no debemos dudar.-
-Nos debe lealtad, Aro.- repuso Cayo en tono amargo. -Pero lo más probable es que el Clan de Carlisle logre quedarse con ella y su poder.-
-No desesperes, Cayo.- Aro intentaba tranquilizar a todos, pero esta vez realmente le estaba costando trabajo. -Enviaré a Heidi, Demetri, Félix, Alec y Jane en diez días a Forks, ¿eso te complace?- Cayo rió encantado ante la solución. -Si la niña ha fracasado en su misión, o ha revelado demasiado a los Cullen, nuestros compañeros harán el resto del trabajo.-
-¿A qué se refiere con eso, amo Aro?- cuestionó Alec con respeto a su maestro. -¿La obligaremos a volver o debemos acabar con ella?- Jane sonrió ante la idea de terminar con su rival de una vez por todas, pero la ilusión pronto se rompió.
-Traerla de vuelta, por supuesto.- repuso Marco, el fiel protector y maestro de Isabella. -Aquí se decidirá lo indicado, pero si ella decide pelear…- negó con la cabeza y se vio preocupado. -Procuren no darle motivos para eso, quiero que vuelva a Volterra, no enterarme de una fogata en los bosques de Estados Unidos.-
Nadie dijo nada más, pero todos se planteaban la misma pregunta.
¿Qué pasaría en esos diez días? Y lo que fuera que deparara el futuro de Isabella, les daría los motivos suficientes para mandarla a juicio o matarla.
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