8 de junio de 2010

El Despertar de una Estrella: Capítulo VIII

08. Pensamientos.

Estaba acostado sobre su cama, una que usaba pocas veces, pero que le permitía sentirse humana de nuevo. Su largo cabello estaba disperso sobre la blanca almohada y en sus atractivos labios descansaba una sonrisa, una pequeña y sincera sonrisa.

Lizzy había estado con ella algunas horas, pero estaba tan acostumbrada a verla dormir que ya no se asustaba como al principio. Con pasos gráciles abandonó aquella habitación, para después coger la mano de su novio y salir de la pequeña casa, con un rumbo desconocido.

Un espectador curioso, al que Ed había descubierto minutos antes -sin que el primero se enterara- observaba a la muchacha sobre la cama. Al ver a los otros dos marcharse, sus manos abrieron la ventana y con silenciosos movimientos, se adentró en la habitación.

Sus ojos se clavaron en la figura que descansaba cómodamente. Algo dentro de él se revolvía al estar tan cerca de ella, una sensación de nerviosismo le recorría, era como el revoloteo de mariposas que sienten los humanos al enamorarse.

Un momento, ¿enamorarse?

¿Él estaba enamorado de Bella Swan?

Negó con la cabeza varias veces y parpadeó otras tantas, intentando alejar la idea de su mente, porque él no podía estar enamorado.

¿Y si lo estaba? No, aunque lo estuviera, jamás iba a ser correspondido. Bella sufría por un amor olvidado, un amor que había sobrevivido muchas décadas –por su parte- y que no solo era un simple recuerdo, él era un vampiro. Bella amaba a un vampiro, un ser que le robó el corazón cuando era humana y que ahora, ambos en condiciones iguales, sería mas sencillo ser felices.

Él iba a recordarla, después de todo, ¿quién podría olvidar a una mujer tan asombrosa como lo era Isabella Swan? De algo estaba seguro, él no.

Cuando aquel vampiro por el que Bella lloraba viniera por ella, él no iba a detenerlo, aunque la luz de su "estrella" se apagara de nuevo. Pero, ¿y si nunca era recordada? En ese caso, ¿tendría alguna oportunidad para ser feliz a su lado, para hacerla feliz?

No lo sabia a ciencia cierta, pero de algo estaba seguro, iba a intentarlo. Iba a estar a su lado, apoyándola, ofreciéndole consuelo como un buen amigo, y talvez alguna vez, ella podría ver el amor que le profesaba y serían felices por el resto de la eternidad.

Porque aunque no quisiera aceptarlo, a él le gustaba Bella Swan. Le gustaba la Bella Swan que conocía, la Is Swan que veía sobre el escenario y la Isabella Swan que imaginaba en su tiempo libre. Aquella mujer que mantenía una apariencia pura y hermosa a pesar de los años y las experiencias vividas, a pesar del dolor de la transformación y el de sus años de soledad.

Aquella vampiresa capaz de sobrevivir a cualquier cosa y superar sus problemas. Aquella que era capaz de aparentar felicidad, de mostrarse ante la gente como una chica normal y hacerlos feliz con su sola presencia.
Bella Swan era especial en todo sentido, y eso era lo que mas le gustaba.

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-¿Qué es lo que has visto, Alice?-preguntaba un frustrado Jasper, quien acariciaba la mano de su esposa mientras esperaba una respuesta.

-A Bella.-dijo seria y sus ojos brillaron de repente, sumiéndolos a todos en un estado de euforia incomprensible. –Edward y ella.-dijo feliz, provocando que en los labios de todos se formara una sonrisa.
-¿La recuerda, acaso?-preguntó una emocionada Rosalie.

Pues después que Edward hubo salido, los "padres" decidieron hablar con sus "hijos" sobre lo que habían descubierto, para de ese modo, buscar una solución a los problemas que enfrentaba su amiga. Pero, si Edward iba a acercarse a ella, ¿no era igual?

Todos entendían el deseo de Bella de ser recordada por el cabeza hueca de su hermano, pero si el la amaba, ¿no podrían las cosas funcionar igual?

Con el tiempo todo iba a mejorar, ellos estaban seguros de que ambos iban a ser felices. Lo deseaban con todo su corazón.

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Abrió los ojos con lentitud, observando la oscuridad que la rodeaba en su habitación. Se encontraba sola, pero pocos minutos antes alguien había estado acompañándola.

"Edward". Pensó al reconocer el embriagante aroma del vampiro, y algo en su interior le dio fuerzas para levantarse y mirar por la ventana el cielo oscurecido de Forks, intentando encontrar a su compañero cerca, pero no lo hizo.

Se sentó frente a su escritorio, y con un cuaderno y un lápiz, una nueva canción fluyó sobre las líneas de la hoja, y una extraña melodía comenzó a ser tarareada por sus labios.

Pasó horas sentada ahí, moviendo su mano sobre las hojas de un cuaderno, viendo como los renglones de éstas se iban cubriendo con el gris de su lápiz. Nuevas canciones, nuevas melodías. Partituras para piano y acordes para guitarra. Todo estaba preparado para un nuevo disco.

Is Swan estaba bien, aunque Isabella Swan no lo estuviera.

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-He pensado que podríamos hacer una velada musical.- dijo Esme alegremente a su familia. Todos dejaron lo que estaban haciendo para contemplarla, algunos felices, otros extrañados. –Invitaremos a Bella, le va a encantar la idea.-

-Tuve una visión de ella. Ha escrito nuevas canciones y quiere probarlas.- mencionó una nueva Alice, quien se sentía animada por la curiosidad de la música que creaba su amiga.

-Estoy segura que va a aceptar.-repuso una alegre Rosalie, y muchos se giraron a observarla, pues aun no lograban entender como se suavizaba tanto al tratarse de Bella.

-¿Qué opinas, Edward?-preguntaron al vampiro, quien se encontraba con las manos sobre las teclas del piano desde minutos antes, sin emitir sonido alguno.

En verdad le gusta. Escuchó la voz de Jasper en su cabeza e inmediatamente se giró hacia su familia.

-Esta bien.-dijo tranquilo, intentando parecer desinteresado, pero fue un intento nulo. Su voz y ojos lo delataban. Él deseaba ver a Bella.

Espero que las cosas se solucionen pronto. Pensó distraídamente Esme, y Edward la contempló sin entender.

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-¿Una velada musical?-preguntó extrañada Bella. -¿De que trata eso, Alice?-

-Cantaremos, bailaremos, Edward tocará el piano y Jasper la guitarra.- dijo alegremente la de cabello negro, mientras Is la contemplaba aun mas extrañada.

-Esta bien, dile a Esme que iré.-dijo finalmente.

-Lleva tus nuevas canciones, me muero por escucharlas.- cantó alegremente la duendecilla, quien no podía esperar mas tiempo para que llegara el día.

-Eres de lo peor.-dijo con una risilla la vampiresa. –Nos vemos luego, Alice.- besó su mejilla dulcemente y regresó a sus ocupaciones, mientras la otra se marchaba a su casa.

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-¡Ha aceptado!-gritó feliz apenas entró a la casa de los Cullen. –Todo va a salir bien.-le susurró a su "madre" apenas la vio. Esme sonrió maternalmente y acarició los rebeldes cabellos de su pequeña, al tiempo que reía alegremente.

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