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...Atracción...

Estaba segura del cambio que provocaría venir a Forks. Sabía que las cosas serian un poco distintas, pero jamás consideré esta situación. Mi mente sólo puede cuestionarse cómo acabé metida en este problema y sé que todo es por él.
Fijo la vista en los ojos negros que me miran. Sus movimientos son muy rápidos, su intención es acabar conmigo aquí y ahora. Y no estoy segura de salir bien parada cuando el enfrentamiento llegue a su fin.
Desvío la mirada unos cuantos segundos. Ambas figuras frente a mi me la regresan, unos ojos dorados y otros color borgoña, ambos muestran sus afilados colmillos y vuelven a su enfrentamiento.
La figura de ojos negros me observa detenidamente una vez más. Esta furiosa y sedienta. Esta vez yo soy la débil presa, y ella es el depredador. Una corriente de aire mueve sus cabellos parecidos a las llamas del infierno. Se acerca cuidadosamente a mi y en su rostro se forma una sonrisa. Sin dudarlo, se lanza sobre mí.
Esto aún no acaba.
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Capítulo I. La Llegada.
No puedo evitar mirar por la ventana del coche patrulla de mi padre una vez más. "Todo es muy verde.", pienso de forma distraída. "Claro que es verde, cielo, estamos en Forks de nuevo", respondió mentalmente mi madre.
Claro¿cómo olvidarlo¡esto es Forks! No es tan malo, considerando que hace algunos años viví aquí. Es un pueblo pequeño, rodeado de bosques, y cuenta con una reserva india conocida como La Push donde puedes bajar a la playa. No ha cambiado mucho desde la ultima vez que estuve aquí. Suspiro pesadamente, llevamos una hora en coche desde el aeropuerto hasta este tramo de la carretera. ¡Un viaje que yo hubiera hecho en cinco minutos¡Talvez en tres!
Pero claro, cómo no. Charlie, mi padre, es el nuevo jefe de policía en este lugar, así que respetará las leyes de transito y seguirá conduciendo a 60 Km./h hasta que lleguemos a casa, lo haga enfurecer con mi comportamiento, o bien me tire por una ventana y siga el camino sin coche.
-Bella, cariño, tranquilízate. Estamos por llegar a la casa- me dijo mi madre, Renée después de compartir con ella mi ultimo pensamiento suicida del día.
Bien, es cierto. No lo había mencionado antes. ¿Por qué? Muy sencillo, es algo muy difícil de entender.
Mi nombre es Isabella Marie Swan, bien, omitan el Marie y no me llamen Isabella en mi presencia o se arrepentirán. Como decía, ese es mi nombre, pero prefiero que los compañeros de instituto me llamen Isabella, Is o Isa, mientras que otros (a quienes yo elijo) los dejo llamarme Bella. Nací en Forks a eso de 1938, si, extraño ¿verdad?, estamos en 2005 y me sigo viendo como una chica de 17 años, la edad no me afecta. En fin...volviendo a lo real.
Mis padres y yo somos un trío de vampiros malvados, a los que les gusta salir de noche y perseguir a los débiles humanos hacia los callejones mas oscuros y apartados de la ciudad para oírlos rogar por su vida antes de clavar nuestros afilados colmillos en sus cuellos.
"Isabella Marie Swan, deja de pensar en esas idioteces ahora mismo." Esta bien, la verdad es que si somos vampiros y que bebemos sangre, pero somos vegetarianos, no somos malvados, somos lo vampiros buenos.
Mis padres y yo tenemos el poder de comunicarnos con la mente, pero ellos solo pueden leer mis pensamientos si lo deseo. Yo , por el contrario de ellos, puedo leer la mente de cualquier humano, vampiro, licántropo o animal que aparezca frente a mi. Es un don muy bueno, y no tengo excepciones. Aunque en ocasiones, la mayoría de las veces, desearía no poder leer los pensamientos de todos aquellos hombres que me miran y comienzan a imaginar millones de escenas asquerosas en las que suelo estar involucrada, es realmente espantoso. Lo único que deseo en esos momentos es arrastrarlos a un oscuro callejón mientras suplican por su vida y después, uno a uno... "Bella". Ya, olvídenlo.
Después de mi lucha interna sobre como acabar con un grupo de hombres con hormonas alborotadas, me di cuenta de que acabábamos de llegar a nuestra nueva casa. Era hermosa, lo reconozco. De un color crema muy dulce, adornos en rojo (adoro ese color), pasto verde alrededor, un espeso bosque a su espalda. Charlie había escogido bien la casa.
Me baje del auto lentamente, algo raro en mi considerando la agilidad de mis movimientos. Nuestras pertenencias ya estaban en la casa. Tres camiones de mudanza y seis hombres entre los 20 y los 30 años nos esperaban en el jardín. Vaya, todo parecía estar en orden dentro de la sala y la cocina. Los muebles acomodados como debían estar. Renée les dio indicaciones especiales sobre como y donde acomodar cada cosa. Estaba sorprendida de que no olvidaran nada, considerando las pocas capacidades de algunas personas.
Entré a la casa a modo lento pero al mismo tiempo veloz, intentando dejar de oír los asquerosos pensamientos de los seis tipos que me miraban de forma ¿coqueta¿seductora? Vaya, que lejos estaban de lograrlo.
Subí la escalera, sabia cual era mi habitación, mi sorpresa fue grande al solo encontrar dos puertas en el área superior, aunque dudé en que ambas habitaciones fueran tan grandes. Entre en la primera, un pequeño cuarto con varios estantes repletos de libros, mis libros, para ser honesta. Ordenados justo como yo lo hacía. La única pared donde no estaba un estante, era ocupada por una puerta. Sin pensarlo la abrí y llegué a otra habitación.
Un equipo de música, a simple vista muy costoso, reposaba sobre una consola llena de películas. Un sofá de cuero color vino descansaba contra una de las paredes del cuarto, miles de CD's en estantes de pared, grupos variados, géneros distintos, desde la clásica hasta el Rock mas pesado de la actualidad. Grupos infantiles y modernos. Una alfombra color vino estaba en el suelo puesta en el lugar perfecto. El sonido seria el mejor, y no molestaría a nadie, ya que la casa estaba apartada del resto del pueblo. Otra puerta llamó mi atención. ¿Qué podía hacer? Giré la perilla y del otro lado me recibió mi recámara.
Suena algo estúpido, lo admito. Los vampiros no podemos dormir, pero mantener las apariencias es bueno.
Una cama descansaba apoyada en la pared frente a mi posición. Las sabanas de colores vino y negro estaban ordenadas a la perfección. Tal como debía ser. Una ventana estaba en la parte de enfrente del cuarto, aunque desde esta entrada lo veía del lado derecho, y estaba cubierta por unas cortinas de encaje negro. Gótico me dije a mi misma y sonreí. Unos estantes con peluches y fotografías, desde pequeña hasta las actuales. Mis libros y cuadernos sobre el escritorio. Mi computadora con todos los instrumentos y el Internet dispuestos a ser utilizados en cualquier momento. Otras dos puertas, una al lado de la que estoy, supuse que era el baño, y acerté. La otra, justo junto a la cama, en la misma pared donde esta se encontraba, parecía un armario.
Abrí la mas cercana y si, era el baño. Nada fuera de lo normal, solo que en vez de ver el típico color blanco, todo era negro. Genial pensé saliendo de ahí y encaminándome a la otra puerta.
Definitivamente hoy no podía equivocarme. Era el armario. Aunque no lo parecía. Era tan grande como mi habitación. Toda la ropa, diferentes estilos, tallas, colores y modas. Faldas, blusas, pantalones, shorts, tops, cualquier prenda. Lisas y estampadas. Más atrás los zapatos. Altos, bajos, zapatillas, escolares, tenis. Todos los colores habidos y por haber. Lisos, estampados, diferentes modas. Un tocado pegado a la pared, espejos profesionales para rostro y cuerpo entero, con aumento y sin él, para verme entera o por partes. Nomás me faltaba tener uno como a la madrastra de Blanca Nieves para que me dijera lo hermosa que soy. Revisé cada cajón del tocador, todos los cepillos y maquillaje en orden. Los accesorios acomodados en diferentes cajas plásticas en tres repisas.
Todo en orden. No es que yo sea extremadamente vanidosa, ni mucho menos. Pero son obsequios que me han dado mis padres, amigos, amigas y mis tíos. Además, siempre me ha gustado darme pequeños lujos que en mi vida anterior nunca acepté del todo. Mis padres nunca fueron personas de sociedad ni de dinero, mi madre era maestra en una escuela preescolar en Port Angeles, y mi padre era oficial de policía aquí en Forks. Pero eso fue hace demasiado tiempo. Fuimos convertidos en seres mitológicos hacia 1955, cuando yo tenia 17 años. Pero nos habíamos mudado al cumplir yo los trece, así que tenemos unos ¿qué son? 54 años sin visitar este pueblo.
Después de salir del pequeño closet, me encamino a la otra puerta, si, son demasiadas. Pero esta si se ve desde el pasillo y es la principal a la habitación. Si te paras en mitad de la recámara verás cuatro puertas: la entrada, el closet, el baño y el salón de música, el cual te conduce a la mini biblioteca, a la cual también puedes entrar desde el exterior.
Bajo las escaleras dispuesta a dar un paseo con mi bebé.
-Charlie, Renée, saldré un rato a recorrer las calles de Forks- no recibo respuesta en voz alta, pero se que ambos pensaron un bien antes de volver a lo que sea que estuvieran haciendo.
Camino al garaje y saludo a mi auto. No tenia idea de cuánto lo extrañaba hasta que me senté al volante. Lo enciendo con calma y el motor empieza a cantar para mis oídos, enciendo la radio en una estación con música de moda y doy reversa, es momento de recorrer Forks y ver que haré para no aburrirme.
Muchos chicos se quedan embobados viendo mi coche, un BMW descapotable negro con asientos del mismo color. Y eso que llevo la capota arriba y no me han visto a mi. Me río suavemente con solo imaginar sus rostros.
Sigo conduciendo, mi mente esta bloqueada, por lo que Charlie no puede leerla ni saber que voy a 150 km/h, la velocidad normal a la que suelo conducir si quiero demorarme. Aunque no soy la única que adora romper reglas y la velocidad. Un flamante Volvo plateado pasa a mi lado en un segundo y desaparece antes de que me de cuenta. Iría a unos 200 por hora. ¡Vaya! Unas carreras me caerían de maravilla contra su propietario.
Espero encontrármelo alguna vez.
Doy vuelta en U y regreso a casa. Mañana inicio el instituto de nuevo. Esto no puede empeorar. No es que deteste la escuela, pero he cursado los mismo unas cinco veces. Ya ni atención presto, solo leo la mente del maestro para conocer la respuesta, es algo sucio pero mientras nadie se de cuenta, es válido.
Al llegar a casa subo a la segunda planta, tomo el libro Cumbres Borrascosas por milésima vez en mi existencia del estante y al estar cerca de la cama me acuesto en ella a leer. Mañana me esperan muchas preguntas por responder y muchos pensamientos que bloquear.
Será un día aburrido.
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