11 de agosto de 2010

Diamantes & Esmeraldas: Capítulo VII



Capítulo 7:

Una Propuesta Interesante

Bella POV

Varías cosas habían cambiado en los últimos días. Liz estaba mucho mejor y ya se creía capaz de seguir con su vida, incluso había aceptado la idea de adoptar niños cuando fuera el momento. Ambas estábamos de acuerdo en que eso era lo mejor, pues no queríamos que ella tuviera que cargar con un pequeño a su corta edad; a pesar de que yo si tuviera que hacerlo.

Solo ella sabía del embarazo y estaba al tanto que no podía decirlo a nadie. Habíamos acordado vivir juntas tan pronto consiguiera lo que me proponía. Al principio tenía la firme idea de acompañar a mis padres, pero ahora no estaba dispuesta a dejar desamparada a esa niña. Charlie no me lo hubiera perdonado.

La situación en la escuela no era del todo sencilla. Me sentaba en una mesa apartada de Jacob y los Cullen. La pandilla de la reserva comprendía un poco mejor la situación, confiados en que volver a casa me estaba obligando a caer en una depresión momentánea. Edward y Jasper debían estar protegiéndome de los comentarios ante la sola idea de que mis padres no estaban conmigo y ellos me obligaron a decirlo.

Todos estaban en un error, pues me había distanciado por miedo a que se descubriera que me encontraba embarazada. A pesar de tener poco más de dos meses, me sentía enorme, como si pronto fuera a dar a luz. Estaba convencida que era sugestión, pero opté por cambiar mi forma de vestir y alejarme de la gente que más trato quería tener conmigo.

-Hola, Isabella.- levanté la vista de mi yogurt, esperando ver a cualquier otra persona. -¿Cómo te encuentras?- Rosalie Hale tomó asiento frente a mí, omitiendo el hecho de que no la quería cerca.

-Rosalie Hale, ¿eh?- sonreí de forma cortante, esperando que eso bastara. Me devolvió el gesto. -¿Qué deseas?-

-Todos están preocupados por ti, niña.- negué con la cabeza, produciendo que la idea se me resbalara. -¿Por qué ignoras a Jasper y a Edward de esa forma?-

-No los ignoro.- la corté. –Solo que quiero estar sola.- ella sonrió con burla. Se levantó decidida, mirándome con una superioridad que daba asco.

-Debes estar agradecida por el cambio de moda.- susurró de forma que solo yo fuera capaz de oírla. Mi cara debió ser un poema, porque su sonrisa se ensanchó. –Es una buena forma de encubrir que alguien será visitada por un pajarraco.-

Contemplé la figura de Rosalie Hale con cientos de emociones contradictorias. ¿Acaso los gemelos Hale tenían un don? Me llevé una mano al vientre, pensando en lo que se me venía encima. Probé por vez primera mi almuerzo y al instante me arrepentí. Las náuseas se adueñaron de mis sentidos y salí de la cafetería tan pronto me fue posible.

Los sanitarios estaban desocupados en su totalidad, lo que me permitió un poco de privacidad. Sabía que esto comenzaría a ser una molestia, pero no tenía idea de que hacer. Necesitaba ver a un médico, pero en Forks no hay muchos secretos.

Mientras me cepillaba los dientes frente al lavabo, Alice Brandon entró a mi encuentro. Se lavó las manos lentamente, mirándome a través del espejo. Sentía sus ojos clavados en la palidez de mi rostro, pero no quise encontrarme con ellos. Tan pronto terminé, escapé de ahí.

Falté a las clases siguientes. Había tomado la decisión de visitar a un doctor en Seattle, aunque sonara peligroso andar por esos lugares aunque fuera de día. No me tomó mucho encontrar un consultorio que se viera decente.

La clínica Vulturi era la indicada para atender mi embarazo. Tenían una reputación excelente, principalmente por la discreción ofrecida a sus clientes. Sin embargo, el hecho de ser tan popular podría llegar a representar un problema.

La recepcionista, una hermosa y escultural chica llamada Heidi, me atendió educadamente, guiándome de inmediato al primer consultorio libre. Esperaba encontrarme con una persona mayor tras el escritorio, pero no fue así. Era un joven de tez clara y ojos verdes. Me sonrió cordialmente una vez tomé asiento.

-Soy el Dr. Demetri Vulturi.- me extendió la mano y estrechó la mía. –Srita. Swan, ¿cierto?- asentí sin dejar de mirarlo. -¿En qué puedo servirle?-

Le expliqué con detalle los malestares que agobiaban mi cuerpo los últimos días. Hablamos sobre cada uno de ellos, le conté el resultado arrojado por prueba realizada en la farmacia y se mostró sorprendido por ello. Era extraño, pero podía notarse en su rostro cierta decepción.

Por lo dicho, él estuvo de acuerdo con lo que ya sabía. Estaba embarazada, no había duda alguna. A pesar de eso, ordenó una serie de estudios para estar seguros, aunque parecía intentar convencerse a si mismo de que era un error. Se tomó la libertad de cuestionarme sobre la paternidad del pequeño y lo que me había llevado a una clínica en Seattle y no al hospital de Forks.

Alegué que lo último se debía al prestigio del centro de salud y eso pareció bastarle. En cuanto a lo del bebé, opté por decirle la verdad, pues eso parecía necesario. Él se sorprendió ante la sinceridad y no me miró con la lástima que esperaba, sino con una admiración que no tenía fundamentos.

Salí de ese lugar mucho más tranquila. Al día siguiente me llamarían para informarme los resultados y decir cuando volvería a ver al doctor. Y sonaba estúpido, pero deseaba hacerlo.



La mañana del viernes tuve algunos exámenes, lo que me dejó con bastante tiempo libre. Edward Cullen parecía encontrarse en la misma situación, pues me topé con él frente a los casilleros antes del almuerzo. Me dedicó una sonrisa triste, lo que llenó mi mente de preguntas sin sentido.

Caminamos juntos a la cafetería, pero antes de abrir la puerta posó una de sus manos en mi hombro. Un escalofrío bajó por mi espalda, produciendo que me tensara. Me giré, quedando frente a frente con él. Edward susurró un "lo siento", recordando el pequeño incidente en Seattle. Mi corazón se oprimió al notar la culpabilidad en sus facciones. Asentí en silencio y deposité un beso en su mejilla, dejándolo atónito.

Había decidido alejarme de él por su propio bien. Estar conmigo conllevaría demasiados problemas para ese chico. No esperaba que lo entendiera, pero era mejor así. Terminaría enfadándose de perseguir a alguien que le era indiferente, o aparentaba serlo, pues muy en el fondo de mi alma sabía que le pertenecía a él. Estaba enamorada de Edward de un modo que me había sorprendido a mi misma.

Si comparaba ese sentir con lo que mi antiguo novio había inspirado en mi ser, no encontraba algo similar. Mi primera relación había terminado aparentemente bien, pero no era así. Él me había engañado, aunque no estaba al tanto de que yo lo supiera. Sin embargo, Edward no parecía el tipo de persona capaz de herir a alguien, por lo menos en el plano sentimental.

Quería estar cerca de él, decirle que lo apreciaba, pero me resultaba imposible. Estaba esperando un bebé y eso no era justo para él. Quizás correspondiera ese sentimiento, o eso había pensado al sentir sus labios sobre los míos, pero esto podría asustarlo. Y, mientras no le explicara lo sucedido, quedaría como una cualquiera tan pronto se enterara de mi condición. Algo que la escultural Rosalie Hale ya sabía.

Caminé despacio hacia la escasa fila del almuerzo, donde compré solo un agua. La comida y yo no éramos tan buenas amigas como antes. Me senté en la vieja mesa en que lo hacía, junto a los Cullen. Jasper me sonrió como bienvenida. Mientras ellos conversaban animadamente sobre temas triviales y viajes de compras, yo tomaba sorbos de mi botella de agua y escribía algunas notas en una libreta.

Mi celular sonó con gran insistencia un par de veces antes de que respondiera. Me detuve a leer el nombre en la pantalla antes de presionar el botón verde.

-¿Cómo estás, cariño?- pregunté amablemente, esperando obtener una respuesta del otro lado.

-Estoy bien, Bella.- la dulce voz de Liz me recibió con alegría. –Lamento molestarte, pero quería saber si puedes ir de compras conmigo hoy.- su tono inocente no me dejó oponerme.

-¿A qué hora nos vemos?- Torpemente eligió la hora en que debía pasar por ella. Emily se había ofrecido a llevarla, pero deseaba que fuera yo quien la acompañara.

La mesa de los Cullen había permanecido en silencio durante mi llamada. No era normal verme sonreír ante el teléfono, ni nada similar. Incluso el hecho de que hubiera vuelto a mi mesa era extraño ante sus ojos. Fijé mi atención en Edward, aún en contra de mi voluntad, pero el desvió pronto su mirada. Se notaba un poco molesto.



Esa tarde salí con Liz rumbo a Port Angeles. Ella se encontraba un poco nerviosa por el breve viaje, pues los recuerdos llegaban a su mente de forma violenta, causando leves temblores en su cuerpo. No había podido dejar de notar como sus manos se aferraban por momentos al asiento.

El Dr. Vulturi me había llamado antes de salir, citándome a su consultorio tan pronto regresara del centro comercial. Su voz me había dado un gran alivio al responder el celular, pues aunque al principio no lo reconocí, pronto esa alegría me llenó de ánimo. Demetri Vulturi era un hombre muy atractivo y encantador, había captado mi atención y parecía alguien de confianza. Estaba dispuesto a ayudarme a sobrellevar mi situación, y eso me gustaba.

-¿Cómo se han portado contigo en el colegio, Liz?- la pregunta la sobresaltó un poco, sacándola de sus pensamientos. -¿Ya hiciste amigos?- un leve rubor rojizo se extendió por sus mejillas. – ¿O más que un amigo, cariño?- tartamudeó un poco y luego se quedó en silencio. -¿Sabes…?- le pregunté, dándole confianza. –En el instituto hay un chico que me gusta, me gusta mucho.-

- Es el hijo del Dr. Carlisle, ¿verdad?- sentí el calor en mis mejillas, algo que desde hacía tiempo no percibía. –Lo sé por la forma en que se miraban. A él le gustas.-

-No estoy muy segura.- susurré, estacionando el auto. –Aunque en una ocasión me besó…- Liz se rió. –Pero no podemos estar juntos, no es justo para él.- ella asintió. Algo triste.

-En la escuela hay un chico que me gusta. Es muy dulce conmigo.- se sonrojó de nuevo. –Se llama Seth…- no pude evitar reírme de eso. Lo conocía, y esperaba que ellos tuvieran la oportunidad que Edward y yo no teníamos.

Hicimos las compras lo más rápido que pudimos, pero ambas teníamos hambre, por lo que fuimos a una pequeña cafetería cerca del lugar. No había mucha gente, por lo que el ambiente era muy cómodo. Liz me estuvo hablando sobre su mejoría y la estancia con los Uley. Yo le conté sobre mi casa y mi pequeño trabajo.

Cuando salimos ya había bajado el sol. Eran alrededor de las seis treinta y la pequeña se notaba preocupada. El auto estaba a un par de cuadras del lugar, pero estaba oscuro el camino. Parecía haber anochecido antes. Caminamos a paso rápido, pero pronto oímos pisadas tras nosotros. Tomamos otra calle, tratando de espantar a nuestros cazadores.

El nerviosismo iba creciendo. Íbamos a rodear la manzana y subir al auto, pues en un tramo recto nos hubieran alcanzado antes. Un hombre nos cerró el paso cuando pasábamos frente a un callejón, otro ya se encontraba dentro. Liz ahogó un grito de terror cuando el segundo hombre la arrebató de mi agarre.

Ataqué al que nos había conducido ahí, haciéndolo caer. El otro hombre soltó a Liz, quien corrió de vuelta a la cafetería para llamar a alguien. Ambos sujetos me miraron con diversión, creyendo que me encontraba indefensa. Uno de ellos me sujetó por el brazo, evitando que yo también corriera. El otro se acercó a mi rostro, sujetándolo con sus dedos.

Intentó acercar sus labios a los míos, pero le escupí en la cara. Se enfureció completamente y me dio una bofetada. El otro hombre se rió y me lanzó al suelo. El impacto me dolió gravemente. Uno de ellos se fue del callejón, dejándome sola con el que me había golpeado. Lentamente comenzó a abrir los botones de mi blusa, mientras me quedaba quieta observándolo.

Sabía que el primero había ido a buscar a Liz, por lo que tenía que hacer tiempo para que ella se pusiera a salvo. El hombre que se quedó conmigo sacó una pequeña navaja y la deslizó por mi mejilla, sonriendo. Sus carcajadas llenaron el silencio. Era una presa fácil, o eso pensaba él. Cuando se descuidó para desabrochar sus pantalones, aproveché para golpearlo y ponerme de pie. Sus ojos me miraron con odio, pero pronto atacó él.

Intentó golpearme de nuevo, pero lo esquivé. Las prácticas con Jacob habían servido mucho. Me arrinconó en la pared, atrapándome entre ésta y su cuerpo. Separó mis piernas con sus manos, colocándose entre ellas. Pasó sus labios por la piel de mi cuello y hombros. Le escupí de nuevo, tomándolo por sorpresa, aunque su siguiente movimiento no lo esperaba: clavó su navaja en mi muslo.

Sentí la sangre deslizarse por mi pierna tan pronto la retiró, aunque también aprovechó para hacerme un corte profundo. El olor a sangre me debilitó un poco, pero no iba a rendirme ahora. Intentó quitarme la blusa, momento que aproveché para arrebatarle la navaja y colocarla sobre su cuello. No se movió ni dijo nada, solo sonrió. Lo empujé con mi mano libre y deslicé una mano bajo mi falda, tomando el arma que llevaba conmigo.

La pistola pareció sorprenderlo. No se había percatado que la cargaba conmigo. Dio un paso al frente, mirándome con superioridad. Y, ante su cara de desconcierto, tiré del gatillo. La bala impacto en su pierna, haciéndolo caer. Me acerqué y la puse en su frente. Y solo entonces, se rió.
-Pero si es la hija del jefe de policía.- dijo con su voz varonil. –Con razón me gustaba tanto tu cuerpo.- se burló. –Recuerdo cuando mi amigo me contó como te sentías…- y el reconocimiento llenó mis sentidos. Ese tipo había estado en mi casa.

Estaba por tirar del gatillo una segunda vez cuando una patrulla llegó. El oficial se hizo cargo del resto. Liz había sido enviada a casa de Sam en otro vehículo. Nadie pareció percatarse de la herida en mi pierna, y lo agradecí. Después de informar lo ocurrido, por fin pude marchar a Seattle. Había amarrado un pañuelo sobre la cortada, deseosa de que Demetri Vulturi me atendiera.

-Isabella, ¿qué te pasó?- no me había percatado que aún llevaba la blusa un poco abierta y el pañuelo ensangrentado. Le conté a mi médico lo ocurrido, quien pronto revisó la seriedad de mi herida y me dio algo para el dolor. –No entiendo por qué estas cosas te siguen pasando.- susurró suavemente. Limpió con un paño húmedo mi mejilla amoratada.

-¿Estoy embarazada?- lancé tan pronto tuve oportunidad. El asintió con tristeza.

-Tienes dos meses y medio.- admitió como respuesta. –No se te notará completamente hasta los cinco y medio.- suspiré con alivió. Tenía aún tres meses más. -¿Qué harás llegado el momento?-

-Irme de Forks hasta que el bebé nazca.- respondí sin vacilar. –Puedo decir que lo encontré o algo así…- él se rió ante la idea.

-Puedes venirte conmigo, si te agrada la propuesta.- me guiñó un ojo pícaramente.

-Depende de lo que me ofrezcas.- repuse de igual forma.

Demetri Vulturi tenía veintidós años, cinco más que yo. Se veía en forma y realmente guapo. El título de médico le daba un atractivo más, pues la bata blanca lo hacía ver extremadamente sexy. Sus ojos verdes brillaban como dos esmeraldas, y me recordaron los de Edward Cullen.

-Te ofrezco un lugar donde quedarte.- dijo sonriente. –Un médico a tu disposición las veinticuatro horas del día.- no pude evitar reírme. –Y alguien a quien culpar si se enteran que esperas un bebé.- abrí la boca para decir algo, pero no encontré palabras.

Ese joven médico me estaba ofreciendo hacerse pasar por el padre de mi bebé. Me ofrecía más de lo que cualquier otro hubiera podido. No sabía como reaccionar ante eso. Era imposible.

Sus dedos acariciaron mi mejilla y cerré los ojos ante su contacto. Él me gustaba de cierto modo, me atraía más que nada; pero amaba a Edward Cullen. Me sonrió de forma torcida. Algo en su mirada me decía que yo le había gustado a pesar de conocer lo que me había ocurrido y lo que estaba ocurriendo.

Sus ojos verdes me invitaron a reconsiderar la idea. Acaso… ¿Debía aceptar la oportunidad que Demetri Vulturi me estaba dando?

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