8 de junio de 2010

El Despertar de una Estrella: Capítulo XI

Capítulo 11. Recuerdos. 

Dulces, esa es la palabra que Isabella usaría para describir los labios que se amoldaban de forma tan perfecta a los suyos. En un beso tan suave como el que habían compartido décadas atrás, cuando ella se vio obligada a dejar en claro sus sentimientos; cuando él robó la virginidad de su boca, sin permiso y sin remordimiento. Su primer beso, el que ella siempre deseó que fuese suyo.

-Te amo, Bella.- susurró él contra sus labios. Una sonrisa rota se extendió por el rostro de la vampiresa, si pudiera llorar lo habría hecho.

Edward se acercó a ella de nuevo, dispuesto a probar sus labios una segunda vez, pero ella se apartó. No supo que pasó, pero sintió una opresión en el pecho. Buscó los ojos chocolate de su compañera con sus asustados ojos dorados, pero no encontró nada en aquella mirada inexpresiva.

Se sintió estúpido, como si ambos se hubieran dejado llevar por un error, por un simple deseo. Quizás había sido la atmósfera romántica de Jasper lo que la había confundido, permitiéndole a él hacerse ilusiones sobre algo imposible.

Bella se levantó de aquel banco frente al piano con la mirada gacha, incapaz de alzar el rostro ante Edward. Siempre había deseado escuchar esas palabras de sus labios, pero no era el modo que deseaba. Porque ese era el Edward que ella había conocido en 1917, pero no era el Edward del que se había enamorado, no era suyo realmente.

Él no la recordaba, y eso era lo que más deseaba, que él la recordase. ¿Era mucho pedir?

Con un gran esfuerzo alzó el rostro y le mostró una sonrisa al resto de la familia Cullen, quienes la contemplaban sin entender. Sonrío y agradeció la invitación, anunció su partida y salió de la casa, pero Carlisle se fue tras ella.

Edward no fue capaz de reaccionar, su mente estaba sumergida en su vida humana. Sus hermanos le llamaban, incapaces de mantenerse sentados mientras él se derrumbaba poco a poco. Sus ojos se cerraron, permitiéndole entrar en los tempranos años de mil novecientos.

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-Bella.- le llamó Carlisle a la muchacha, quien había echado a correr rumbo a su casa. Él la alcanzó y al tomarla por la muñeca ella se detuvo.

Bella se giró hacia él, viendo dentro de sus ojos dorados. –Tu sabes quien soy.- no era una pregunta, era una afirmación.

-Isabella Marie Swan, la hija de Charlie y Renée Swan.- pronunció el doctor con calma. –Te vi en el hospital cuando pasó lo de tu amiga y lo de los Masen.-

-¿Desde cuándo?- le cuestionó visiblemente dolida.

-Cuando contaste tu historia, en casa.- ella asintió, confiando en lo que el mayor le decía.

-Lo siento, Carlisle.- sollozó ella, él la abrazó. –No quiero herir a Edward, pero yo...-

No siguió y él no la obligó a continuar, se quedaron ahí, en medio del bosque y en silencio.

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-¿Edward?- la voz preocupada de Alice hacía eco en el gran salón de los Cullen. Pero él nombrado no era capaz de reaccionar, llevaba horas así, congelado...

Su mano era sostenida por la de su padre. –Edward, hijo.-Le llamó, en esos momentos él se encontraba de pie junto a su madre. –Ella es Isabella Swan.-y él tomó la mano de la chica y depositó sobre ella un beso, para luego mirarla dulcemente.

-Feliz Cumpleaños, Srita. Swan.-dijo sin apartar su mirada de la muchacha. Ella miró con nerviosismo su mano, aun sujeta por su compañero, y con las mejillas coloreadas, le dedicó una dulce sonrisa. 

-Es un placer conocerlo, Sr. Masen.-dijo la muchacha.-Gracias.-susurró avergonzada y él le sonrió, dejándola encantada.

¿Por qué recordaba eso, por qué tan tarde...?

-Creo que debes decírselo, hijo.- susurró con voz dulce y cargada de cariño Elizabeth Masen. –Ella realmente se preocupa por ti.- él asintió, seguro de su respuesta. -¿O es qué estoy equivocada?- no podía mentirle a los curiosos ojos de su madre, no era correcto.

-No lo estás, madre.- suspiró por fin. –Realmente la amo, por eso no quiero seguir cerca.- se sentó en el sillón y tomó las manos de su madre entre las suyas. 

-¿Tanto temes al compromiso, Edward?- Elizabeth hablaba con voz seria, pero en sus ojos se notaba un atisbo de broma. 

-No, temo dañarla. Me iré pronto y...- no pudo continuar. 

-Ella sabrá esperarte.- susurró su madre, acariciando los cabellos cobrizos de su primer y único hijo. –No importa el tiempo que pase, si realmente se aman, sabrán esperarse mutuamente.- 

¿Isabella Swan? Si, Bella. Ella era la muchacha presente en sus recuerdos, era la chica de la que se había enamorado al ser humano...a la que seguía amando. Él era el estúpido vampiro que la lastimaba, tal como la había lastimado al estar vivos... Y siempre creía remediar todo con un beso...

¿Cómo podía ser tan idiota?

-¿Sabes, Edward?-preguntó la muchacha y él no dijo nada, ni la miró.-No me opongo a que te marches, pero...promete que no me olvidarás.-él le dedicó una mirada sorprendida y una sonrisa bailó en sus labios. Ella bajó la vista avergonzada y sus manos comenzaron a jugar con la tela de su vestido.

-Sabes que yo nunca te voy a olvidar, Bella.-dijo acariciando su mejilla.-No importa donde me encuentre, quien me acompañe o el tiempo que pase. Tu siempre estarás conmigo.-ella lo abrazó y cerrando los ojos dejó escapar un suspiro.

-Yo tampoco seré capaz de olvidarte.-dijo pasados unos minutos.-No importa lo que pase, Edward. Así viva cien años o toda la eternidad, tu siempre estarás presente en mi corazón.-

¿Realmente le había prometido eso? De ser así, ¿cómo lo había olvidado? No lograba entender que había alterado su memoria, ni por qué tan de repente todo se veía tan claro. ¿Por qué ahora si podía ver a la Bella humana y sollozante en sus brazos, la chica de sonrisa nerviosa y mejillas sonrosadas? ¿Qué había cambiado? Y lo más importante...¿Qué iba a hacer?

Y la besó. 

Quiso hacerla callar, que dejara de llorar por él. No deseaba que siguiera derramando lágrimas por un humano insensible como lo era Edward Cullen; quería escucharla reír. 

La amaba demasiado, de eso no dudaba, pero no deseaba herirla más. Iba a marcharse a la guerra, ¿cómo podrá vivir sabiendo que ella estaba preocupada por si volvía o no? 

Pero no tuvo que quedarse a averiguarlo, la gripe española le dio la respuesta. Y a pesar de estar tan enfermo, grabó en su memoria los frágiles sollozos y la sombra de Isabella Swan detrás de su puerta. Cerró los ojos y fingió dormir muchas veces, cuando ella entraba y acariciaba su mejilla.

¿Por qué no había mantenido su palabra?

Otro recuerdo le golpeó en ese momento, uno más reciente...

-Cuando dices que nadie estaba para ti, ¿qué quieres decir? ¿No tenias amigos, más familia o una novia?- preguntó dolida. 

-No. Mis padres eran toda mi familia, amigos nunca tuve muchos, y mi mayor aspiración era ser soldado. –dijo añorando esos días. –Nunca tuve una novia, ni planes de casarme. Talvez nunca estuve enamorado.-dijo él. Apenas el comentario escapó de sus labios ella se levantó del sofá, de espaldas a él y sin mirarlo. Él la observó caminar hacia la cocina con paso firme y se preguntó qué diablos le pasaba.

-¿Cómo pude ser tan idiota?- se preguntó de nuevo, pero esta vez en voz alta.

-Lo mismo me he preguntado todo este tiempo.- respondió Rosalie desde el sofá contrario. –Haber roto tu promesa de ese modo...ella debería odiarte.-

-Ustedes...lo sabrían...¿cierto?- preguntó mirando a todos con el ceño fruncido. -¿Por qué no me lo dijeron?- rugió por fin y se puso de pie, mientras llevaba sus manos y entrelazaba sus dedos entre el cabello cobrizo.

-Ella no lo deseba..- dijo Esme bajando la mirada a su regazo.

-No pensaba forzarte a recordarla.- agregó Jasper desde el umbral de la puerta.

-Quería que lo hicieras...- comenzó Carlisle.

-Por ti mismo.- concluyó Alice con gesto ausente.

-Pero la lastimaste demasiado en el camino.- Emmett estaba serio, sentado en el comedor.

Entonces lo notó claramente. Todos sabían su pasado, menos él; y él lo había vivido. Entonces, Bella recordaba todo perfectamente, por eso se sentí atraído de ese modo especial, por eso creía conocerla, por eso se identificaba en la letra de sus canciones, por eso el beso lo había traído a la realidad.

Pero se percató de otro detalle, su familia miraba en distintas direcciones, sus ojos no tenían brillo y se respiraba una atmósfera demasiado triste. Como si alguien hubiese muerto...

-Debo hablar con ella...- susurró, pero la mano de Carlisle sobre su hombro bastó para detenerle.

-Tardaste demasiado en reaccionar.- le dijo Jasper, intentando calmar a todos con su don. –Su vuelo partió hace una hora.-

Sintió que el mundo se derrumbaba a sus pies, ahora que la recordaba, ella ya no estaba para enterarse. Golpeó la pared con el puño, mientras se preguntaba que iba a hacer para alcanzarla y decirle lo imbécil que era y repetirle hasta que lo entendiera que realmente...

La amaba...

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