7 de junio de 2010

Atracción: Capítulo II

2. Primer Encuentro.

El reloj marcó las seis de la mañana. No era que necesitara un despertador, pero cuando comienzo a leer, el tiempo pasa demasiado rápido y bien podría haber faltado a mi primer día de clases, algo que me encantaría, pero que molestaría de sobremanera a mis tíos. Ya que ellos deseaban que me quedar a vivir con ellos por mi magnífico poder, pero me negué y salí de esa ciudad junto con mis padres hace unos dos días.

Si, los últimos cincuenta años viví con ellos, mis tíos, como les gusta que los llame, fueron los que nos transformaron. Y no les reprocho nada, al contrario, les agradezco por hacerme lo que soy y darme lo que tengo. Mi auto fue un regalo de ellos, y no pudieron darme algo que me hiciera más feliz antes de alejarme de su lado. Aunque estoy segura de que volveré a visitarlos pronto.

Me levanto de la cama y sin apartar mis ojos de la última página del libro, me dirijo a la biblioteca a ponerlo en su lugar. Al ponerlo en el estante, regreso por el salón de música y enciendo el equipo, poniendo en él un disco de My Chemical Romance, con la canción de Welcome to the Black Parade sonando, entro al armario dispuesta a vestirme.

Al paso de unos minutos salgo lista. Una minifalda negra; una blusa sin tirantes color negro y adornos en rojo; unas botas altas de color negro con agujetas rojas; mi cabello color castaño esta un poco ondulado y cae suelto en mi espalda; maquillaje para no verme tan pálida y cubrir las ojeras, delineador en negro, las pestañas completamente rizadas, me miro al espejo y mis ojos color chocolate me regresan la mirada complacidos. Me sigo viendo igual que cuando era humana, algo extraño, incluso conservo el mismo olor.

Mis tíos dicen que es algo extraño, que sigo oliendo igual que mi sangre al ser una humana. Ellos lo consideran otro poder, dicen que puedo mezclarme con los humanos con facilidad y jamás sospecharan que no soy una de ellos. Incluso es imposible que un vampiro sepa que soy una de ellos, necesita pasar mucho tiempo conmigo, o bien, acompañarme de caza para creerlo. Charlie y Renée también conservan su olor. Y pueden leerse la mente entre ellos y la mía cuando se los permito.

Pensamos que el hecho de que nos comuniquemos los tres por pensamiento se debe a que nuestros lazos como familia estaban muy unidos, además de que ellos siempre fueron muy sobre protectores, por lo tanto ya estaba en su destino. Y mi don para leerle la mente a quien se me de la gana, es causado por mi facilidad cuando humana para intuir lo que la gente pensaba y por mi curiosidad para saber si estaba en lo correcto.

Tomo mi bolso y los libros que necesitare este día. Bajo las escaleras y no hay nadie en casa. Charlie se fue temprano a trabajar y mi madre ha salido antes que yo para el instituto. ¿No lo había mencionado antes? Renée comenzará a trabajar como secretaria para mi nuevo director a partir de hoy, aunque se que no me hablara en la escuela ni se meterá conmigo. Es muy liberal en eso de mi privacidad, y cuando no lo es, solo bloqueo mi mente.

Subo a mi coche, comprobando que mi madre se llevo el suyo, y que la lujosa patrulla del jefe de policía Swan no están en casa. El motor gruñe cuando lo enciendo y piso el acelerador a fondo, grande es mi sorpresa al ver que el aparcamiento del colegio de Forks esta lleno de coches de los años 50's, vaya, lo mas lujoso aquí es un volvo plateado y obviamente destaca entre el resto. Un momento, un volvo plateado, oh vaya, es el mismo coche de ayer. Sin dudarlo me estaciono junto a él, su pintura plateada contrasta contra la negra del mío, pero da igual, juntos llamaran la atención de cualquiera.

Me dirijo a la oficina principal, donde una señora me brinda un plano de la escuela y me da mi horario. Lo observo y en menos de un minuto memorizo ambos. Acomodándome el bolso al hombro y el cabello un poco me interno en los pasillos de mi nuevo centro de estudio. Muchas chicas comienzan a murmurar mientras me ven pasar, unas me critican por mi forma de vestir, envidia pienso y sonrío. Los chicos se hacen a un lado para dejarme pasar y una sonrisa seductora se forma en mis labios. Se como conseguir lo que quiero.

Mi primera clase es Literatura, eso es bueno. Amo leer, leo un libro por noche, ustedes entienden. Ya que no duermo que mejor que un buen libro. Tengo cientos de autores favoritos, libros de todos los géneros, todos los tiempos. Me aprendo partes enteras y puedo ser una actriz estupenda si me lo propongo. Y estoy segura que lo lograría, a no ser que tuviera que filmar una película bajo el astro rey, entonces eso si seria un problema. La parte buena de Forks, es que aquí siempre esta nublado o lloviendo, es la mejor ciudad para que una familia de vampiros se oculte del sol. Aunque extraño Phoenix, ahí viví tres años y medio antes de mi muerte, renacimiento o como quieran llamarlo.

El tiempo pasa velozmente, más de lo normal, varios chicos se han acercado a saludarme, sin mencionar a las chicas que me han pedido consejos para verse como yo. Es lindo ayudar un poco, pero nunca me ha gustado ser el centro de atención.

El almuerzo llega antes de que me de cuenta. Todavía ni he escuchado la campana para el final de la clase de trigonometría y ahora resulta que estoy sentada en la cafetería con una bandeja de comida enfrente. Que asco pienso, no es por ser grosera, pero no soporto la comida normal.

Contesto a todas y cada una de las preguntas que me hacen los que están a mi alrededor, no recuerdo muy bien sus nombres, creo que ni mucha atención he prestado. Si no me equivoco son: Jessica, Mike, Ben, Eric, Ángela, Lauren y Tyler.
Hablé de mis padres, mis antiguos compañeros de escuela, mi familia, las ciudades donde he vivido, mis gustos, artistas, música, películas, libros y sobre los novios que nunca he tenido. Todos me miraron extrañados al escuchar mi respuesta. Y supe por qué, no creían que una chica que se viera como yo me veo nunca haya sido invitada a salir, claro que lo fui, pero siempre era con dobles intenciones, así que no aceptaba. Lauren mostraba una sonrisita de burla, nos comparaba a nosotras dos, ella con miles de chicos invitándola a salir y yo sola en casa, leyendo un libro. Vaya, que chica tan molesta. En cambio Mike, Tyler y Eric se anotaban como posibles candidatos para pedirme una cita.

Renée escuchaba mi conversación a través de mis pensamientos y se reía de las estupideces que preguntaban, así como se molestaba con esa tal Lauren por intentar humillar a una Swan. Creo que por eso el tiempo pasó más rápido de lo común, pues todas las clases anteriores estuve conversando con mi madre.

Sentí muchas miradas curiosas en mi espalda, así que me gire para ver a los que me observaban tan atentamente. Entonces los vi.

Se sentaban en un rincón de la cafetería, en la otra punta de donde yo me encontraba. Eran cinco. No conversaban ni comían pese a que todos tenían delante una bandeja de comida. No me miraban de forma estúpida como casi todos los demás, por lo que no había peligro: podía estudiarlos sin temor a encontrarme con un par de ojos excesivamente interesados. Pero no fue eso lo que atrajo mi atención.

No se parecían lo más mínimo a ningún otro estudiante. De los tres chicos, uno era fuerte, tan musculoso que parecía un verdadero levantador de pesas, y de pelo oscuro y rizado. Otro, más alto y delgado, era igualmente musculoso y tenía el cabello del color de la miel. El último era desgarbado, menos corpulento, y llevaba despeinado el pelo castaño dorado. Tenía un aspecto más juvenil que los otros dos, que podrían estar en la universidad o incluso ser profesores aquí en vez de estudiantes.

Las chicas eran dos polos opuestos. La más alta era escultural. Tenía una figura preciosa, del tipo que se ve en la portada del número dedicado a trajes de baño de la revista Sports Illustrated, y con el que todas las chicas pierden buena parte de su autoestima sólo por estar cerca. Su pelo rubio caía en cascada hasta la mitad de la espalda. La chica baja tenía aspecto de duendecillo de facciones finas, un fideo. Su pelo corto era rebelde, con cada punta señalando en una dirección, y de un negro intenso.

Aun así, todos se parecían muchísimo. Eran blancos como la cal, los estudiantes más pálidos de cuantos vivían en aquel pueblo sin sol. Tan pálidos como yo. Todos tenían ojos muy oscuros, a pesar de la diferente gama de colores de los cabellos, y ojeras malvas, similares al morado de los hematomas. Era como si todos padecieran de insomnio o se estuvieran recuperando de una rotura de nariz, aunque sus narices, al igual que el resto de sus facciones, eran rectas, perfectas, simétricas. Pero nada de eso era el motivo por el que no conseguía apartar la mirada.

Continué mirándolos porque sus rostros, tan diferentes y tan similares al mismo tiempo, eran de una belleza inhumana y devastadora. Eran rostros como nunca esperas ver, excepto tal vez en las páginas retocadas de una revista de moda. O pintadas por un artista antiguo, como el semblante de un ángel. Resultaba difícil decidir quién era más bello, tal vez la chica rubia perfecta o el joven de pelo castaño dorado.

Los cinco desviaban la mirada los unos de los otros, también del resto de los estudiantes y de cualquier cosa hasta donde pude colegir. La chica más pequeña se levantó con la bandeja —el refresco sin abrir, la manzana sin morder— y se alejó con un trote grácil, veloz, propio de un corcel desbocado. Asombrada por sus pasos de ágil bailarina, la contemplé vaciar su bandeja y deslizarse por la puerta trasera a una velocidad superior a lo que habría considerado posible. Miré rápidamente a los otros, que permanecían sentados, inmóviles.

Y entonces encaje las piezas. Ellos no eran como el resto. Eran especiales y sabia por qué.

Charlie, Renée y yo pensamos en lo mismo al mismo tiempo. Y nuestro acierto nos hizo abrir los ojos desmesuradamente. Una palabra que hacía eco en nuestras cabezas porque estábamos seguros de ello.
Vampiros...fue lo único que pudimos concebir para tales criaturas. Era momento de comprobar la teoría.

-¿Quiénes son esos?- pregunté con mi tono de voz mas suave. No necesitaron levantar la cabeza para saber a quienes me refería. Esperé pacientemente la respuesta.

—Son Edward y Emmett Cullen, y Rosalie y Jasper Hale. La que se acaba de marchar se llama Alice Cullen; todos viven con el doctor Cullen y su esposa —me respondió con un hilo de voz.

En el momento en que ella mencionó sus nombres, el mas joven de los posibles vampiros dirigió su mirada a nosotros. Había escuchado que mi compañera los nombró. Poco a poco fue creyendo más en mi teoría. Estaba segura de que lo eran.

—Son... guapos.- Me costó encontrar un término mesurado.

— ¡Ya te digo! —Jessica asintió mientras soltaba otra risita tonta—. Pero están juntos. Me refiero a Emmett y Rosalie, y a Jasper y Alice, y viven juntos.- Su voz resonó con toda la conmoción y reprobación de un pueblo pequeño.

— ¿Quiénes son los Cullen? —pregunté—. No parecen parientes...

—Claro que no. El doctor Cullen es muy joven, tendrá entre veinte y muchos y treinta y pocos. Todos son adoptados. Los Hale, los rubios, son hermanos gemelos, y los Cullen son su familia de acogida.

—Parecen un poco mayores para estar con una familia de acogida.

—Ahora sí, Jasper y Rosalie tienen dieciocho años, pero han vivido con la señora Cullen desde los ocho. Es su tía o algo parecido.

—Es muy generoso por parte de los Cullen cuidar de todos esos niños siendo tan jóvenes.

—Supongo que sí —admitió Jessica muy a su pesar. Me dio la impresión de que, por algún motivo, el médico y su mujer no le caían bien. Por las miradas que lanzaba en dirección a sus hijos adoptivos, supuse que eran celos; luego, como si con eso disminuyera la bondad del matrimonio, agregó—: Aunque tengo entendido que la señora Cullen no puede tener hijos.

Mientras manteníamos esta conversación, dirigía miradas furtivas una y otra vez hacia donde se sentaba aquella extraña familia. Continuaban mirando las paredes y no habían probado bocado. En eso, el chico de cabello cobrizo se giró para mirarme. Desvié la vista y seguí haciendo preguntas.

— ¿Siempre han vivido en Forks? —pregunté.

—No —dijo con una voz que daba a entender que tenía que ser obvio, incluso para una recién llegada como yo—. Se mudaron aquí hace dos años, vinieron desde algún lugar de Alaska.

¿Alaska? Estaba casi segura de que acerté. Ellos eran vampiros igual que yo. Una sonrisa se formó en mi rostro, sería muy interesante conocer a más miembros de mi especie. Aunque nunca imaginé encontrarlos en Forks.

— ¿Quién es el chico de pelo cobrizo? —pregunté.

Lo miré de refilón. Seguía observándome, pero no con la boca abierta, a diferencia del resto de los estudiantes. Su rostro reflejó una ligera contrariedad. Volví a desviar la vista.

—Se llama Edward. Es guapísimo, por supuesto, pero no pierdas el tiempo con él. No sale con nadie. Quizá ninguna de las chicas del instituto le parece lo bastante guapa —dijo con desdén, en una muestra clara de despecho. Me pregunté cuándo la habría rechazado.

Me mordí el labio para ocultar una sonrisa. Entonces lo miré de nuevo. Había vuelto el rostro, pero me pareció ver estirada la piel de sus mejillas, como si también estuviera sonriendo.

La campana sonó anunciando el final del descanso. Me levante despacio para no llamar la atención de ninguno de los Cullen, quienes seguían mirando a la pared, sus pensamientos estaban bloqueados y no entendí por qué razón¿acaso alguno de ellos también tenia mi don? No lo dudé, trabé mi mente para que no descubrieran lo que soy. Pero aun conservaba la duda, si ellos tenían ciertos dones¿cuáles serían¿quiénes los tenían? Y por supuesto¿era inmune a ellos? Mis tíos también tenían dones, pero ninguno funcionaba conmigo.
Yo era especial, ni como humana ni como vampiro surtieron efecto sus poderes. ¿Seria diferente ahora? Me dirigí con mi nuevo grupo de amigos al gimnasio, tenia clase ahí, y la siguiente y ultima hora era biología.

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