9 de julio de 2010

Diamantes & Esmeraldas: Capítulo V

Capítulo 5. Otra cara.

Bella POV

Edward me seguía sin decir palabra por los inmaculados pasillos del hospital de Forks. Durante todo el camino ninguno de los dos fue capaz de emitir sonido alguno. En este momento todo parecía una visita de rutina, pero ambos éramos conscientes de algo distinto.

La puerta de la habitación de la niña estaba cerrada y no entendí el motivo. Tocamos una, dos, tres veces; finalmente ésta se abrió. Un hombre rubio de ojos azules profundos clavó su mirada en nosotros, para luego sonreír.

-Edward, ¿no deberías estar en el instituto?- preguntó a mi acompañante. Miré al aludido con la interrogante pintada en mi rostro, o eso imaginaba.

-Debería, pero no lo estoy.- respondió divertido.

-Ya me di cuenta, hijo.- mi boca se abrió ligeramente ante la noticia. El hombre ante mí era el mismísimo Carlisle Cullen, un viejo amigo de Charlie. Mi corazón se oprimió ante lo que se avecinaba. -¿Vienen a ver a Liz?- cuestionó mirándome fijamente. Asentí tristemente.

-¿Cómo se encuentra?- pregunté en un susurro. -¿Ha ido a cirugía de nuevo?- él negó con la cabeza. -¿Por qué no?- pregunté encolerizada. –Tenía programada una esta mañana.- entré a la habitación y me acerqué a la cama.

La pequeña estaba sedada, pero seguía notándose el dolor en sus facciones. Tomé su mano entre las mías, deseando que eso no hubiera pasado. Quizás, y estaba segura de ello, si no hubiera sido tan débil la noche que atacaron mi casa, ella estaría bien. Podría haber acertado mis tiros y acabar con todo el grupo.

-Sé que debía entrar a quirófano.- respondió Carlisle Cullen tras de mí. No me giré a mirarlo. –Pero el hospital no puede con los gastos.- me tensé al instante.

-¿A qué se refiere con eso, doctor?- Edward me miraba con asombro. –El hospital no atenderá adecuadamente a esta niña porque no hay gente que pague por ello.- sus ojos brillaron con tristeza, pero asintió suavemente.

-Es un pueblo chico y nadie nos ha autorizado…- se detuvo al verme revolver mi bolsa.

-¿Cuánto dinero necesitan?- pregunté mientras apoyaba el bolígrafo en la chequera. Padre e hijo se miraron una y otra vez, aumentando mi impaciencia. -¿Cuánto, doctor?- Carlisle vaciló al citar una cantidad. Y no era nada comparado con lo que me habían dejado mis padres.

-¿Estás segura de esto?- preguntó Carlisle al ver el cheque.

-Cualquier otro gasto que haya, cárguelo a mi cuenta.- respondí a su pregunta sin duda alguna. –Y yo me hago responsable de ella a partir de este momento.- Carlisle sonrió.

-¿Isabella Swan?- preguntó al reparar en el nombre escrito. -¿La hija de Charlie?- la sonrisa en mis labios se congeló. –Ahora entiendo todo.- dijo sin dejar de sonreír. –Eres tan dulce y generosa como tus padres. Deben estar muy orgullosos de ti.-

-Lo están.- susurré.

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-Fue muy lindo lo que hiciste, Isabella.- pronunció Edward una vez subimos al coche. –Me tomaste por sorpresa.- su sonrisa torcida me dejó tonta unos instantes.

-Me agradó conocer a tu padre. Aunque talvez no fueron las condiciones adecuadas.- en parte era cierto. Aún no estaba preparada para enfrentarme a Carlisle Cullen y sus recuerdos en compañía de mi progenitor; sin embargo, me había demostrado ser una persona extremadamente dedicada y con un gran corazón. El médico perfecto para sacar adelante a Liz.

-Tal vez ahora puedas acompañarnos a cenar.- comentó de forma distraída. –Alice nos dijo que te había invitado antes.- asentí ante sus palabras.

-No estoy segura de poder asistir. No me sentiría muy cómoda.- él sonrió, pero un ápice de tristeza se asomó a sus ojos. –Lo siento.- asintió, y así murió la conversación.

Seguimos el camino hasta estar cerca de su casa, donde me cedió el lugar del conductor y nos separamos. Volví a casa de Emily con noticias del progreso de la pequeña, lo que logró alegrar a mi amiga un poco. Sam no se molestó cuando le conté lo ocurrido en el hospital, incluso se vio complacido ante mi evidente deseo de ayudar.

Los siguientes días pasaron inadvertidos. Solía ir a visitar a Liz cada tarde. Mejoraba notablemente, aunque aún no estuviera despierta. Deseaba verla abrir los ojos, aunque eso la devolviera al mundo real. Sabía que iba a necesitar ayuda, y yo estaba dispuesta a dársela.


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El viernes por la mañana no hubo clases debido a una reunión de profesores, aunque eso no nos fue avisado con anterioridad, por lo que tuvimos que asistir de todas formas. Había decidido permanecer en la cafetería leyendo un poco, dado que la mayoría se encontraba fuera de ese lugar, convirtiéndolo en el lugar perfecto para estar tranquila.

El sonido de la puerta al abrirse me alertó de la llegada de nuevas personas. Levanté la mirada de mi novela y choqué con los orbes azules de Jasper Hale. Venía con su familia, pero no los acompañó a sentarse en la mesa a mi lado, sino que tomó asiento frente a mí.
 
-Hola, Isabella.- saludó tan pronto se sentó. Me ofreció un par de galletas que acepté de buena gana. –Carlisle nos contó lo acontecido en el hospital el otro día.- lo miré con curiosidad. –Rosalie estaba muy avergonzada por su comportamiento.- asentí y miré suavemente a la rubia, nunca me miró.

-Debería estarlo.- repuse aún molesta con ella. –Me gustaría que se pusiera en el lugar de cualquiera involucrado de forma directa.- Jasper asintió.

-¿Qué tan involucrada estás tú?- me preguntó seriamente. Mis nervios crecieron. Se me trabaron las palabras y balbuceé un poco antes de ser capaz de ordenar mis pensamientos.

-Más de lo que quisiera.- dije apenas recuperé el habla. –Mi padre es policía, ¿recuerdas?- agregué tan pronto reparé en el error. –Y no es justo lo que ocurre.- no sabía qué decir, y él pareció darse cuenta.

-¿Por qué decidiste encargarte de esa niña?- la pregunta no parecía en extremo alarmante, pero algo me decía que Jasper intentaba unir cabos sueltos en mi historia.

-Porque no tiene a nadie más.- respondí desafiante.

-¿Y por qué de ella?- repuso a la defensiva. –Hay cientos de personas solas…- entendía el punto.

-¿Debo tener una razón?- pregunté al fin, incapaz de encontrar una respuesta distinta a la identificación que sentía al verla. Él negó. –No lo sé, Jasper.- dije vacilante. –Solo quise hacerlo, ¿acaso es algo malo?- debió notar la incomodidad que sentía, porque se apresuró a negar y sonreír de esa forma que me hacía sentir mejor.

Permanecimos sentados en silencio, sin dejar de mirarnos. Sus ojos mostraban una comprensión absoluta, como si solo reafirmara una teoría. Y estaba segura que así era. Jasper Hale sabía la historia real sin necesidad de haberla escuchado de mis labios. Estaba cien por ciento segura que entendía que esa niña y yo habíamos sido dañadas del mismo modo, aunque dudaba que imaginara la muerte de mis padres.

Jasper Hale me estaba diciendo en silencio que podía confiar en él, pero mi mente gritaba que aún no era tiempo. Y él sabía que no estaba lista para explicar nada a nadie. Nos dedicamos otra sonrisa y luego él volvió con los suyos, permitiéndome regresar a mi libro.


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Habían pasado dos semanas desde la mañana que Jasper intentó interrogarme. Dos semanas en las que había practicado lo suficiente como para acertar a un blanco en movimiento con los ojos cerrados. La dedicación que había puesto a mi misión me permitió mejorar de un día para otro. Me sentía lista para enfrentarme a cualquier cosa, pero no tenía idea que me enfrentaría a algo mucho más grande que yo.

Habían pasado dos meses desde que esos hombres habían entrado a nuestra casa y algunas dudas comenzaban a llenar mi mente. Esa tarde me devolverían la casa, por fin, después de semanas de investigación y recolección de pruebas. Pero, algo andaba mal.

Sam había salido muy temprano hacia la jefatura, y Emily salió al mercado a penas bajé a desayunar. Ambos conscientes que me marcharía ese mismo día. La noche anterior habíamos subido la maleta al auto, dispuesta a encaminarme a mi casa tan pronto terminaran las clases del día.

Me senté a la mesa, sabiendo que aún faltaba mucho tiempo para irme a la escuela. Me serví un jugo natural y algo ligero, pero mi estómago no lo recibió de beuna gana. Corrí tan rápido como me fue posible al baño. Estaba mareada y con náuseas. Me temblaban las piernas y mi cerebro comenzó a sacar cuentas a gran velocidad. No era posible. No debía serlo.

Salí de la casa tan pronto me creí capaz de conducir. Llegué a una farmacia cercana y compré un test de embarazo, deseando con todas mis fuerzas que no estuviera relacionado con lo que pasaba en ese momento. La vendedora me miró con recelo, algo molesta por el producto que necesitaba. Me permitió realizar la prueba en el baño del establecimiento, y el resultado me quitó el aliento.

Positivo.

Edward POV

La mañana estaba sombría. No tardaría mucho antes de iniciar a llover. Nos encontrábamos desayunando en el comedor familiar, sin decir nada. Todo en silencio, hasta que Jasper decidió romperlo.

-¿Cómo sigue la pequeña?- preguntó a mi padre, quien se había convertido, a petición de Isabella, en el médico personal de Liz.

-Ha mejorado bastante, pero aún no podemos mantenerla despierta.- nadie agregó nada, y mi padre continuó. –Isabella ha estado a su lado cada día. Es una niña realmente asombrosa.- la sonrisa de Jasper era enorme, radiante.

-Lo sé.- respondió. Alice me miró con cierta molestia pintada en sus facciones. Nadie lograba entender el comportamiento de Jasper hacia Isabella.

Siempre que la veía avanzaba hacia ella y, de no ser así, se quedaba mirándola. Alice comenzaba a sentirse celosa, pues su novio hablaba de temas que la involucraran con mucha frecuencia. Rosalie permanecía en silencio, aún molesta por la discusión sin sentido que ambas habían mantenido aquella mañana. Emmett estaba interesado en conocer a la nombrada, pues parecía algo desafiante.

Y yo, bueno, estaba molesto con Jasper. Isabella parecía feliz al estar con él, y yo deseaba estar en los zapatos del rubio para hablar con ella. Frecuentemente Emmett decía que eran celos. Y estaba comenzando a creer que era verdad.

-¿Qué te traes con Isabella Swan?- le pregunté tan pronto estuvimos solos. Él cerró su casillero y me miró con un poco de diversión. -¿Qué no tienes una novia por la cual babear?-

-No hay ninguna relación entre lo que has dicho.- respondió tajante. –Amo a Alice, pero siento un gran cariño por Isabella.- lo miré desafiante. –No entiendo que pretendes conseguir con esto, Edward, pero si lo que buscas es que te diga si me gusta, la respuesta es no.- suspiré agradecido.

-Siento esto, Jasper.- dije resignado. –Pero me molesta que no me deje acercarme como lo haces tú.-

-Dale un poco de tiempo, Edward.- me dijo, apoyando su mano en mi hombro. Se marchó a penas sonó la campana y me quedé estático en mi lugar.

Deseaba poder acercarme a Isabella Swan con desesperación. Una parte de mí estaba segura de que no solo era por curiosidad. La hija del jefe de policía había captado mi atención desde el primer momento en que la vi bajar del coche. Lo sabía, aunque me costaba admitirlo en voz alta, estaba enamorado de Isabella. Había logrado atraparme con su carácter fuerte y su personalidad desafiante.

Y cuando por fin logré darme cuenta de ello, la vi cruzar el umbral de la entrada y caminar en mi dirección. Se detuvo frente a su casillero y pude notar leves temblores en su cuerpo.

-Isabella.- sus orbes chocolate impactaron con las mías y mi corazón dio un vuelco. Lágrimas corrían por sus mejillas, lágrimas que partían mi corazón. Di un paso al frente para acercarme, pero lo que ella hizo me dejó sin aliento. Isabella dejó caer su bolso al suelo y se refugió en mi pecho, mientras lloraba amargamente.

Varios estudiantes pasaron junto a nosotros murmurando cosas que no tenían importancia. Isabella Swan estaba sosteniendo una pelea interna entre mis brazos y me alegraba haber estado ahí para ella. Su llanto cesó un tiempo después, pero no por la tranquilidad que deseaba darle, sino porque había colapsado.

Isabella Swan se había desmayado, provocando que los nervios me traicionaran y fuera incapaz de hacer algo. Llamé a Jasper al celular y me alcanzó en la enfermería lo más pronto que le fue posible. La enfermera intento escudarse diciendo que nuestra compañera había dormido mal. Los tres sabíamos que había algo más.
Jasper me ayudó a llevarla a su casa, pues ambos sabíamos cuál era la casa del jefe Swan. El cuerpo aún inconsciente de Isabella descansaba en mis brazos mientras Jasper conducía el volvo. No fue hasta que cruzamos el umbral de la puerta que ella abrió los ojos, alarmada.

-¿Dónde estamos?- preguntó asustada.

-Te trajimos a casa, Isabella.- le susurré suavemente y la puse de pie, sosteniéndola por la cintura todavía. Jasper encendió la luz y ambos nos quedamos sin aliento ante el desastre en la pequeña casa.

Isabella se apartó de golpe de mi abrazo y caminó vacilante, subiendo las escaleras. La seguimos intrigados, mirando las bandas amarillas que la policía solía colocar cuando nadie debía entrar a una zona en investigación. Ella siguió caminando, en silencio. Se detuvo frente a una puerta y vi su mano temblar al girar la perilla.

Jasper y yo contuvimos el aliento al ver la alfombra y las sábanas que cubrían la cama manchadas con sangre. Manchas que, aunque no eran recientes, eran obvias. Isabella gimoteó, dejándose caer en el interior de la habitación. Jasper se acercó a ella y la abrazó, siendo ella quien se aferró a su camisa. Di unos pasos hacia atrás, saliendo del cuarto y, en ese momento creí ser capaz de comprender lo que había sucedido en casa de los Swan.

La habitación de Isabella permanecía aún cerrada, pero no me detuve ante ello. Giré la chapa y entré en ella, olvidándome de la actitud de caballero que siempre me había caracterizado. Era un desorden total, manchas por todos lados. No sé cuánto tiempo permanecí de pie, pegado a la pared, intentando asimilarlo todo. Isabella apareció en ese momento.

-¿Qué haces aquí?- la voz de Isabella me devolvió al mundo real.

-Solo quería…ver…- Ni siquiera yo sabía por qué había entrado a ese cuarto.

-No deberías haber abierto la puerta.- dijo molesta, caminando hacia mí. -¿Quién te crees para invadir mi privacidad?- impactó su mano en mi mejilla, encolerizada.

La observé un momento. Nunca la había visto más hermosa. Quizás porque había visto más de una cara de esa chica durante los últimos días. Y el impulso fue más fuerte que la razón. Acorté la distancia entre nosotros, deslizando una mano por su espalda y pegándola a mi pecho.

Mis labios atraparon los suyos en el beso que tanto deseaba. Opuso resistencia, empujándome con sus manos, pero pronto se rindió al contacto y se aferró a mi camisa. Sus labios comenzaron a moverse algo temerosos en conjunto con los míos.

Isabella Swan nunca había estado más vulnerable, y lamentaba aprovecharme de eso. Sin embargo, algo me indicaba que esta era una oportunidad única. Y no iba a desaprobecharla.

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