8 de junio de 2010

Atracción: Capítulo XI

11. Encuentro

Cuando nuestros labios se separaron acarició mi mejilla dulcemente. Mi mente ahora si que estaba en blanco, casi podía escuchar los latidos de mi corazón (algo que no pasaba desde hace 50 años), estaba avergonzada ante sus palabras. Era lo que deseaba escuchar desde hace días, pero una cosa es desearlo y otra que se te conceda. Sus ojos buscaban los míos ante mi repentino silencio, pero yo seguía en las nubes y creo que tardaría un poco más en volver.

Pasamos unos minutos ahí, junto al coche, en el estacionamiento del enorme centro comercial. Yo, con la vista clavada en mis zapatos y él, de espaldas a mi, con la frente apoyada en su brazo y éste, sobre mi coche. Esto era frustrante para ambos.

Él estaba desconcertado por mis reacciones y yo, con las palabras negándose a salir. Ahora si que parecíamos un par de adolescentes. Algo raro de dos vampiros de varias décadas.

-¿Bella?- preguntó de nuevo frente a mi. Con su mano levantó mi rostro obligándome a mirarlo. Y supe que todo estaba perdido, sus ojos eran mi tortura. Estaba dolido por mi culpa. -¿Qué ocurre?- me sentía como una tonta. Él acababa de decir que me amaba y yo me ponía a ver el suelo¡como si fuera lo mas interesante!

-Soy una tonta- dije en un susurro mientras golpeaba el suelo con mi pie derecho. Un típico berrinche de una niña pequeña. –Soy una criatura mitológica y ni siquiera puedo decir que estoy enamorada de ti...es algo estúpido- dije mientras me cruzaba de brazos y giraba el rostro hacia otro lado. Escuché su musical risa en mi oído y supe que había pensado en voz alta. ¡Oh no! Ahora si que estaba avergonzada. Me cubrí la cara con las manos y conté hasta diez, no funcionó.

Mire entre mis dedos, él sonreía. Esto era patético. En realidad solo yo.

Apartó las manos de mi rostro y me besó de nuevo, el aturdimiento volvió y olvidé la estupidez cometida antes. Nos tomamos de la mano y entramos al centro comercial, encontrándonos con Alice y Jasper conversando en una banca. Al parecer, la chica me esperaba para iniciar las compras. Sus hermanos miraban con incredulidad que aún no trajera una bolsa de alguna tienda. Al parecer no iba a empezar sin mi.

Recorrimos el centro comercial entero. Tienda por tienda, y Alice salía con una bolsa de cada una. Era asombroso. Yo por mi parte, me dedicaba a observar.

Alice me llevó a otra de las tiendas mas caras y me hizo comprar ropa azul, pura ropa azul, no entendía por qué, hasta que me lo dijo. A Edward le gusta el azul. Bueno¿para qué quejarse? Pagué con mi tarjeta todo lo que me dio.

Al salir y ver a Jasper sentí algo de pena. El pobre llevaba alrededor de veinte bolsas de ropa en las manos. Yo debería traer unas cinco, pero me gustaba mantener todo ordenado, así que lo que podría traer en esas cinco bolsas lo traía en dos. Una ventaja para Edward que se ofreció a cargarlas.

Pasamos por una tienda donde vendían peluches, Alice se enamoró de un pequeño venado de felpa y entró por él, acompañada de su novio. Edward y yo nos quedamos fuera, viendo por la ventana todo lo que había. Entonces mis ojos chocaron con el peluche más hermoso de aquel lugar. Un puma de felpa. Mis ojos centellaron ante la emoción y me sentí como una pequeña en la juguetería. El puma era mi animal favorito, era tan elegante, tan difícil de capturar pero tan dulce.

-¿Te ha gustado alguno?- preguntó Edward curioso ante el brillo en mis castaños ojos.

-Si, mas que gustarme- dije con una sonrisa. –Con solo ver el peluche me da hambre- él se rió de mi. Pero sentía curiosidad por ver cual era mi animal de caza.

-No se cual sea tu animal, pero el mío es el puma y ese peluche me llama- dije señalando con mi dedo al animal.

-¿El puma?- estaba algo...incrédulo... –Es mi favorito-comentó con una sonrisa. Me volví a verlo más que feliz. Ahora teníamos algo mas en común. –Iré a comprarlo- antes de que pudiera decirle que no, el ya no estaba.

Me quedé sola. Entonces lo vi...

Con su piel de tono oliváceo debajo de la característica palidez y los cabellos de un brillantísimo negro. De constitución mediana, musculoso. Al verme embozó una sonrisa agradable que permitió entrever unos deslumbrantes dientes blancos. Sus ojos color borgoña se fijaron en los míos de color chocolate.

¿Qué hace él aquí? Es en lo único que puedo pensar mientras se acerca a mi. Mi mente colapsa ante el terror y dejo de escuchar los pensamientos de los que me rodean. Solo estamos él y yo. Todo alrededor se ha congelado.

Mis ojos miran su rostro una y otra vez, intentando decir si es verdad o no lo que está ante ellos.

-Cuanto tiempo sin vernos, mi querida Bella- dice cuando quedamos frente a frente.

-¿Qué haces aquí?- pregunto de forma nerviosa, tratando en vano de evitar su mirada.

-Escuché que estabas en Forks y pensaba hacerte una visita, no esperaba encontrarte tan pronto...-la sonrisa que me dio me hizo temblar.

-¿Dónde están...?- no pude acabar, no podía estar de pie.

-Pronto vendrán Bella, no debes dudar de ello.- se rió, burlándose de mi miedo. Entonces se acercó más a mi y me abrazó. No pude decir nada. Mi cuerpo estaba paralizado por el terror y mis ojos abiertos por la sorpresa.

La campanilla en la puerta de esa tienda sonó, alertándonos de la salida de mis amigos. Pero no me giré, no podía hacerlo. Edward, Alice y Jasper me llamaban, pero sus voces eran demasiado lejanas. Entonces, su cuerpo se alejó del mío, rompiendo el abrazo en el que me tenia. Sus labios rozaron mi oído al susurrarme con su seductora voz:

-Nos vemos pronto, Bella. No sabes como hemos anhelado nuestro reencuentro.- y posó sus labios en mi mejilla, un beso rápido pero significativo. Después de eso dio la vuelta y desapareció entre la gente.

Lleve una de mis manos a mi boca para callar el grito que amenazaba con soltar. Mi cuerpo comenzó a temblar por los sollozos y caí de rodillas al suelo.

Los Cullen me llamaban, pero no importaba. Él lo haba dejado claro, ellos vendrían pronto. Me buscaban.
Me abracé por instinto sin dejar de sollozar, los temblores eran mas fuertes, las ondas que enviaba Jasper para calmarme no ayudaban. No sentía nada más que miedo. Mi vista comenzó a nublarse y de repente nada. 

La oscuridad me envolvió y no supe nada más.

Acababa de quedarme dormida. Ahora estaba segura en mi mente.

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