7 de junio de 2010

El Despertar de una Estrella: Capítulo V

Capítulo 5. Golpe Bajo.

Estaba completamente centrado en sus pensamientos. El resto de la familia se encontraba metida en sus asuntos. Ni siquiera podía escuchar los pensamientos de los demás. Algo completamente fuera de lo común. Tan poco normal como una vampiresa que parece humana y que actúa como tal. Eso era completa y totalmente extraño.

Pero estaba seguro de tres cosas:

1. Is Swan era una vampiresa, no solo eso, era una de los Vulturis. Y por lo visto tenía gran influencia sobre la especie.

2. Les estaba ocultando algo, y ese algo él lo iba a descubrir pronto.

3. Ella lo hacia sentir especial y deseaba conocerla más. Estaba bajo el hechizo de Is Swan.

-¿Edward?-la suave voz de Alice al abrir la puerta del cuarto de su "hermano" lo trajo de nuevo al mundo real. La observó sin entender por qué estaba traduciendo un libro del francés al latín. Cerró los ojos exasperado, soltó un suspiro molesto y esperó impaciente que ella dijera algo.

-¿Qué pasa, Alice?-preguntó frustrado al notar el silencio de la "duendecilla".

-Creo que ya se que auto deben comprar.-rió divertida ante la cara de shock de Edward. -¿No es fantástico?-preguntó con la burla pintada en sus ojos dorados.

-No.-respondió secamente.

-Oh, vamos, Edward. Te estoy ahorrando el trabajo de ir por todo el mundo buscándole un coche.- él puso los ojos en blanco ante el comentario. –Además, la harías muy feliz si tu se lo compraras- dijo alegremente.

-O podría herirla al no tomarla en cuenta.-respondió calmadamente, levantó la cabeza para ver a Jasper sonriendo en el marco de la puerta.

-Realmente te importa, ¿verdad?-soltó la pregunta Jasper, sin abandonar su lugar.

-Creo que me voy, Jazz, estas a cargo.-besó la mejilla del chico y salió danzando hacia su propio cuarto.

Edward le miró exasperado, pero no dijo nada. Jasper tampoco quiso molestarlo, se levantó, tomó el Cd de Is Swan y lo puso en el reproductor. Luego abandonó el lugar, dejando a un Edward pasmado en el sillón, viendo ningún lado en especial.

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Mentir nunca había sido su fuerte, ni siquiera le gustaba hacerlo. Entonces, ¿por qué mentirle a los Cullen sobre su pasado? Simple, para obtener respuestas. Ella deseaba conocer la verdad sobre Edward, que la recordara de ser posible, no que ella forzara sus recuerdos. Porque si de algo estaba segura, es que amaba a Edward Masen desde sus quince años, y el amor verdadero es tan solo el primero, o eso escuchó por ahí.

Sus pensamientos eran ocupados por ese vampiro que le robó el corazón cuando ambos eran humanos, y que ahora intentaba volver a hacerlo. Ella sabia que Edward Cullen era su Edward, pero una parte se negaba a aceptarlo. Quizás era el miedo de perder la felicidad una tercera vez.

Colocó un disco en el aparato de música y se recostó en su cama con los ojos cerrados, suspirando el mismo nombre una y otra vez.

"Edward".

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La mañana siguiente escuchó el timbre sonar. Traía puesto unos jeans deslavados y rotos, una blusa de tirantes blanca y el cabello suelto, calzaba unos zapatitos blancos. Abrió la puerta pensando que Lizzy había olvidado algo, ya que ella y su novio iban a salir el fin de semana, y regresaba por ello. Pero su sorpresa fue grande cuando vio a Edward Cullen frente a ella.

-Hola, Bella.-la saludó él, dibujando en su rostro una sonrisa divertida.

-H-hola- estaba asombrada. ¿Qué hacia Edward en su casa?. –Pasa-la razón volvía a ella. Abrió por completo la puerta y se hizo a un lado para que él pudiera entrar. -¿Quieres algo de beber?-preguntó casual.

-No, gracias.-respondió a la vez que se sentaba en la sala. -¿Estas ocupada?-cuestionó.

-En realidad, no mucho. Solo acomodaba algunas cosas en mi cuarto.-

El silencio reinó en la sala. Bella intentaba descubrir las intenciones de su visitante, y éste a su vez, intentaba descubrir a la chica. –Creo y estoy casi seguro, que nos ocultas tu pasado. ¿Me equivoco?-dijo con soltura.

-¿Por qué habría de hacerlo?-preguntó indignada.

-¿Por qué no habrías de hacerlo?-le dijo.

-¿Por qué evades mis preguntas?-eso era desesperante para ella.

-¿Por qué evades las mías?- frustrar a la chica parecía divertirlo enormemente, pues no dejaba de sonreír.

-Vete al infierno- soltó en un susurro.

-Ya estoy en él.- soltó. Ella lo miró desafiante. Esto era patético, parecían niños de cinco años, en vez de vampiros de varias décadas.

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Bueno, eso no podía ser mas aburrido para Isabella. Edward había llegado a su casa a eso de las diez de la mañana, habían discutido ¿cuánto tiempo? alrededor de dos minutos, evadiendo las preguntas con otras iguales. Y ahora ¿qué? Eran alrededor de las tres de la tarde, así que llevaban cinco horas sin hablar. Definitivamente el era su Edward, y lo peor de todo es que mientras más se prolongaba el silencio, sentía mariposas revolotear en su interior, como hace tanto tiempo no lo hacía.

Comenzó a jugar con sus manos, impaciente, molesta y frustrada. Incluso estaba avergonzada, se sentía como una colegiala ante el chico que le gusta. Y eso para ella, era peor que ser un vampiro. En sus tiempos las mujeres no actuaban de ese modo ante los hombres, su educación y delicadeza era lo que les permitía ser aceptadas en sociedad y casarse con los caballeros indicados.

¿Por qué ahora, después de cien años, empezaba a actuar como las chicas modernas? Realmente inconcebible. ¿Qué tenía él, para dejarla embobada?

-Bien, tu ganas. Hablaré contigo.-dijo por fin, dejando a Edward sin palabras. –Pero con una condición.-dijo sonriendo burlonamente mientras él la observaba con el ceño fruncido.

-¿Cuál? ¿Una tu y una yo?- ella asintió.

-Primero, ¿Cuántos años tienes?-la curiosidad brillaba en sus ojos chocolate.

-Diecisiete-dijo él suavemente, pero con la burla marcada en la mirada.

-¡Oye, eso no...-empezó ella visiblemente molesta.

-Respondí a tu pregunta. Ahora es mi turno.- Ella realmente se veía hermosa cuando hacía pucheros. Era divina en cualquier momento. -¿Dónde vivías cuando humana?-eso era algo que si quería saber.

-Forks.-dijo en tono sarcástico, provocando que él frunciera en ceño. -¿Carlisle te transformó, verdad?- preguntó comenzando a atar cabos.

-Si.-le cortó. -¿Qué pasó con tu familia?- quiso saber.

-Murieron.-rescindió dolida. -¿Y los tuyos?-

-Igual.-dijo sin inmutarse. -¿Cómo conociste a los Vulturis?-

-Estaba de viaje con unas amigas en Europa. Iba a Italia a comprar mi vestido de novia, pero la curiosidad por conocer Volterra fue mayor que cualquier plan, y así acabé metida en esto.-dijo con la voz un poco quebrada y los ojos llenos de tristeza. -¿Por qué Carlisle te condenó a esto?-

-Me estaba muriendo, al igual que mis padres. Él necesitaba un compañero, estaba solo; mi madre le pidió, antes de morir, que me salvara. Y el lo hizo.-dijo, mostrando lo orgulloso que estaba de su "padre". -¿Qué ocurrió cuando te mordieron? Me refiero a tus amigas y tu...-

-Cuando Aro me mordió, yo estaba sola con ellos. Mis amigas fueron liberadas y sus mentes borradas de todo lo que las atara a Volterra, me buscaron durante semanas y luego volvieron a Estados Unidos. Mi prometido se casó con una de mis amigas dos años después de mi "muerte".- Él la miró comprendiendo lo mal que la pasaba. -¿Dónde naciste?-

-En Chicago, en 1901.-respondió sinceramente ante los ojos chocolate que mostraban tanto dolor al hablar su dueña. –Me estaba muriendo de gripe española en un hospital en 1918, fue cuando Carlisle me encontró. Mis padres ya no estaban para cuidarme, nadie se dio cuenta de mi desaparición.- sus palabras aclararon la mente de la chica. -¿Cuándo fuiste transformada?-

-En 1919. Ese año iba a cumplir los 17.-dijo honestamente.

-Entonces tenemos prácticamente la misma edad.- el sonrió dulcemente y ella se quedó en silencio.

-Cuando dices que nadie estaba para ti, ¿qué quieres decir? ¿No tenias amigos, más familia o una novia?- preguntó dolida.

-No. Mis padres eran toda mi familia, amigos nunca tuve muchos, y mi mayor aspiración era ser soldado. –dijo añorando esos días. –Nunca tuve una novia, ni planes de casarme. Talvez nunca estuve enamorado.-dijo él. Apenas el comentario escapó de sus labios ella se levantó del sofá, de espaldas a él y sin mirarlo. Él la observó caminar hacia la cocina con paso firme y se preguntó qué diablos le pasaba.

Isabella se encaminó al refrigerador y dejó que sus ojos vagaran por las botellas de "alimento" que en él guardaba, si algo era difícil para una persona reconocida, eso era salir de caza sin que alguien la siguiera. Tomó una de ellas y la bebió, era como tomar agua, sus instintos estaban muy bien controlados. Pero no estaba ahí por la "sed", lo que no deseaba era que Edward viera la expresión herida y el dolor en su mirada ante el comentario efectuado.

Él jamás se había enamorado de ella, y mucho menos tuvo alguna vez intención de proponerle matrimonio. Realmente era ingenua. Ya había confirmado que él era su Edward, aunque también acababa de comprender que nunca fue suyo. Y eso le dolía mucho, haber pasado tanto tiempo amándolo, y la esperanza revivida al volver a verlo. Todo se había acabado.

-¿Bella, estas bien?-le preguntó preocupado.

-Si, lo estoy. Solo que ya no recuerdo nada más de mi vida y quisiera regresar a mis ocupaciones. Si no te molesta, ¿puedes volver en otra ocasión?- él asintió con desconfianza, se despidió con una sonrisa en sus labios y salió de la casa.

Bella se quedó ahí, de pie, después de escuchar la puerta principal cerrarse. Se deslizó hasta quedar sentada en el suelo y comenzó a sollozar.

-Hubiera preferido mil veces creerlo muerto que escuchar su voz de nuevo.- corrió escaleras arriba una vez se tranquilizó un poco y cerró la puerta de su cuarto. Ahora que se había acercado a los Cullen, no podía alejarse solo porque si. Estaba en un apuro. Tendría que seguir viéndolos, y viendo a Edward, hasta que volviera a Italia. Esos meses serian eternos...

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