7 de junio de 2010

El Despertar de una Estrella: Capítulo III

Capítulo 3. Pasarela.

Chicago, 13 de septiembre de 1917.

Srita. Swan.

En este día tan especial para usted, como lo es su cumpleaños quince, le deseamos la mayor dicha y alegría. Es un honor para nosotros, darle la bienvenida a nuestra sociedad, con un baile en nuestro hogar. Mi esposa, la Sra. Elizabeth estará encantada de recibir al Sr. Swan y su familia en nuestra morada. 

Aprecio de todo corazón a su padre, uno de mis leales y mas eficaces empleados. Esperamos verles esta noche por nuestra casa. Mi hijo se pondrá feliz de conocerla después de todo lo que le he hablado de usted.

Quedo de usted,
Sr. Edward Masen.

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-Is, hemos llegado.- la voz de Lizzy la trajo de vuelta a la realidad. Se encontraba leyendo una carta que guardaba desde años atrás en su equipaje de mano. La pequeña maleta sobre sus piernas contenía su pasado; el diario en el que escribió desde que cumplió los ocho años, las cartas enviadas y recibidas –ya que cuando mandaba una carta, escribía una copia para no tener conflictos en caso de que alguien intentara dañarla, ya le había pasado una vez con una chica de Chicago.-, algunos pétalos de rosas que su prometido le envió, un mechón del cabello de su padre y uno de los rizos de su madre, algunas fotografías, el anillo de compromiso...

Sin decir una palabra bajó del taxi. Lizzy iba a su lado conversando animadamente sobre el próximo desfile de modas, Edgardo cargaba el equipaje, como si no pesara en absoluto. Ser un vampiro era una gran ventaja en esos tiempos.

La casa de los Swan seguía en perfectas condiciones. Desde Italia ella se había encargado de mantenerla de ese modo por el recuerdo a sus padres y la dicha que sintió al estar en ella. Subió a la habitación que fue suya cuando se mudaron y le dio las llaves de la otra –la de sus padres- a su amiga y el novio de ella.

Dentro de su cuarto se dispuso a acomodar sus pertenencias. Acomodó su computadora en el escritorio, llenó un estante con libros que le encantaban, otro de sus Cd's favoritos y en una repisa sobre el escritorio colocó los discos que ella misma había grabado. Un póster suyo decorando la pared y su firma sobre él. Algunas fotografías de cuando humana y con los Vulturis, así como de sus desfiles y presentaciones, sobre el tocador. Maquillaje, perfumes y accesorios en el tocador color vino pegado a la pared. La ropa en el closet, zapatos en estantes ocultos tras los ganchos. La cama tendida, cubierta por sabanas blancas, negras y color carmesí. Las almohadas negras con adornos de los otros dos colores.

Se acostó en la cama a "descansar" un momento. Con algunas cartas entre sus manos, volver a revivir el pasado era algo muy provechoso para ella, una vampiresa que vivía en la más fría realidad.

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Chicago, 15 de septiembre de 1917.

Querida Bella:

¡Oh, amiga! ¡Debes estar más que alegre! ¡Cuantas mujeres no quisieran estar en tu lugar justo ahora! La noche del baile fue espectacular, tu cumpleaños quince será uno de esos momentos que recordaras por el resto de tu vida, incluso más allá de ésta. Pero no logro entender como puedes sen tan despistada. No notaste como te miraba el hijo del Sr. Masen. 

Cualquiera hubiera caído a sus pies con solo mirar a sus ojos verdes un instante, pero tu no lo hiciste. ¿O si, mi querida Isabella? Te noté sonrojada tantas veces, que por un momento pensé que ibas a desmayarte. Edward Masen es realmente un muchacho encantador, no lo pierdas Bella, se nota que realmente le gustas. O eso creo y deseo entender...

¡Incluso bailó contigo la mayor parte de la noche! No porque haya sido tu cumpleaños es suficiente...así que no lo uses como excusa. Espero tu carta pronto, Bella. Lamento no poder ir a verte, o que tu no puedas venir, pero estoy con un resfrío espantoso, y no deseo que lo padezcas. 

Te quiero mucho, Bella.

Por siempre tuya,
Alejandra Bell.

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Chicago, 18 de noviembre de 1917.

Querida Alex:

He visitado la casa de los Sres. Masen ayer por la noche. Mis padres y los de Edward, decidieron cenar juntos esa noche, conversar un rato y permitirnos, a sus hijos, un poco más de relación. Mi madre simplemente ha quedado prendada de las atenciones de Edward, y está convencida que terminaré casándome con él. ¿Lo crees posible?

Yo no estoy muy segura. Edward me parece un muchacho encantador y atento, pero aspira a ser soldado y yo, no se si estoy dispuesta a aceptar algo así. Ser militar es algo grandioso para todos. Solo que no deseo un héroe de guerra, quiero que mi esposo esté a mi lado, que criemos a nuestros hijos juntos; no anhelo vivir preocupada por él todo el tiempo. 

Aun así, estoy segura que aceptaría ser su esposa si me lo propusiera. Estoy enamorada de él, aunque me cueste admitirlo frente a los demás, sabes que siempre soy sincera contigo. 

Por siempre tuya,
Isabella Swan.

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-Pero el tiempo pasó. Los días pasaron a ser semanas, y las semanas meses. Edward nunca me propuso matrimonio. Nos veíamos pocas veces, y cada vez era más incomodo estar con el otro. Y luego pasó lo inevitable, en 1918 los Masen sucumbieron ante la gripe española, los tres murieron. Mi amor por Edward se había ido debilitando hasta convertirse solo en aprecio, o al menos eso deseaba creer, pero lo cierto es que siempre lo seguí amando, y todavía ocupa un lugar en mi. Cuando nos mudamos y conocí a Rogelio, tan parecido a él, me sentí de nuevo enamorada, pero la felicidad no duró lo suficiente. Ese viaje a Italia fue lo peor que se me pudo ocurrir...solo miren las consecuencias.- su voz se apagó por completo, un sollozo escapó de su pecho y escondió el rostro entre sus manos.

Sus dos compañeros la observaban en silencio. No hablaban en absoluto, ella necesitaba saber que la apoyaban y ese modo era mejor que cualquier palabra de aliento. Ella era así, siempre melancólica y herida. Su pasado estaba lleno de alegrías y pesares, y cuando tuvo la oportunidad de ser feliz, un trío de vampiros se la arrebató; condenándola a vagar por las tinieblas eternas hasta el fin de los tiempos.

Había decidido realizar actividades distintas a las de sus tiempos. El modelaje la ayudaba a levantar el ánimo, sentirse apreciada era una gran satisfacción, pero no suficiente. Cantar la relajaba y reconfortaba, su música reflejaba siempre su estado emocional, pero no la llenaba por completo. Actuar, era buena para ello–perfecta como todo vampiro- pero no lo intentaba. Eso la hacia sentirse más humana, acercarse a la especia "natural" y mezclarse entre ellos la ayudaba a sanar lentamente. La sangre de los humanos no le provocaba atracción alguna, le daba asco, igual que cuando era una de ellos. En cambio, la de los animales le era gratamente complaciente.

Ella no era un monstruo, pero se consideraba como tal. Y eso la atormentaba siempre.

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Las luces centellantes, la gente ocupando sus lugares, todas las chicas corriendo de un lado a otro mientras eran maquilladas, peinadas y vestidas. Eso es lo que veía Isabella Swan desde una silla.

El día del desfile de modas había llegado. No estaba nerviosa ni feliz, disfrutaba su trabajo, pero algo le indicaba que estaba por ocurrir algo nuevo; y aunque no lo admitiera, algo nuevo nunca era algo bueno. Solo deseaba que lo que fuese que iba a ocurrir, no la envolviera a ella, o en el peor de los casos, si estaba ella implicada, que lograra poner fin a su existencia.

Una a una las chicas fueron pasando por la pasarela, mostrando al público la moda de Primavera-Verano. Isabella se levantó de su asiento y se miró al espejo antes de salir; su ropa estaba compuesta por un vestido color azul claro, ajustado al cuerpo, con adornos en pedrería plateada alrededor de la cintura y en el pecho, era de tirantes delgaditos, le quedaba a mitad de los muslos y su figura resaltaba mucho. Adoraba el color azul. Tenia el cabello ondulado, el rostro maquillado levemente, sombra entre azul y morada alrededor de sus ojos –cubriendo de ese modo las ojeras- y el brillo sobre los labios.

Sus pasos eran seguros, no como en otros tiempos que hubiera caído con tacones de 13 centímetros, eso era lo bueno de ser vampiro, ya no se caía. Caminó hacia la gente, siendo recibida por aplausos, chiflidos, gritos y el flash de cámaras. Sonrió de forma seductora, dejando a mas de uno sin aliento. Pero sus ojos se posaron en las "personas" sentadas en primera fila, conocía a tres de ellos, aunque no de forma tan directa.

"Vampiros" pensó para sus adentros y les dedicó una sonrisa, entre burlona y amenazante. Lo que menos deseaba era que un grupo de vampiros interfiriera con sus planes de ser una "humana normal". Se fijó en ellos detenidamente en cuestión de segundos; los ojos de los extraños eran dorados –ago poco común entre la raza-, se veían vestidos como la gente normal, su belleza era tan devastadora como la de cualquier "caminante nocturno".

-Me encantaría poder hablar con ella.- dijo a velocidad vampirica la chica de cabello negro. Ella la conocía, habían conversado por Internet varias veces, y estaba segura que esa vampiresa de ojos dorados y aspecto de duendecilla era Alice Cullen. La chica a su lado debía ser Rosalie Hale, la "hermana adoptiva" de Alice. El chico grande, Emmett Cullen el novio de la rubia. El chico rubio, Jasper Hale, el "hermano gemelo" de Rosalie y el novio de la duendecilla. El chico de cabello cobrizo debería ser Edward Cullen, o desde su punto de vista, Edward Masen. La mujer de cabello color caramelo, Esme Cullen, la "madre" de todos ellos. Y el hombre, Carlisle Cullen, a él si lo había visto en el hospital de Chicago durante la crisis de gripe.

Pero, ¿era Edward Cullen en realidad Edward Masen? Estaba segura que lo era, aunque de ser así, él la habría reconocido al instante. A menos que hubiera olvidado su vida humana –como le pasaba a todos después de tantos años de vagar por las sombras-. Ella recordaba todo gracias a su diario y las pertenencias que tomó de su habitación al morir su madre. Solo existía un modo de aclarar dudas, acercarse a los Cullen era el indicado.

Se dio la vuelta aun pensando en el vampiro de cabello cobrizo, o ella tenia razón, o su memoria estaba empezando a crearle recuerdos falsos. Todo era posible, si los vampiros eran criaturas reales, ¿por qué Edward Masen no podría ser uno de ellos? Carlisle Cullen era médico en el hospital de Chicago cuando los Masen murieron, ¿quien podía asegurarle que no había transformado a Edward? El mismo Edward Cullen o el "padre" de éste.

Aro le había contado que Carlisle era distinto, que era más humano que cualquiera de la especie, y que solo bebía sangre de animales. Algo completamente anormal entre vampiros. Pero, ¿qué importaba eso? Ahora tenia una nueva tarea: infiltrarse en un clan de vampiros "civilizados" y encontrar respuesta a todas sus preguntas.

Se cambió a gran velocidad, y salió de nuevo. Un conjunto en negro era ahora presentado por ella. La falda era arriba de las rodillas, y la blusa sin tirantes del mismo color, una rosa roja de piedritas la adornaba. Observó a los Cullen de nuevo, intentando encontrar la forma de acercarse a ellos. Aunque lo de Alice le facilitaba todo.

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